Antonio Gershenson
Privatización y corrupción

Los casos que se están haciendo públicos en México, en los que la privatización de empresas públicas ha beneficiado a personas cercanas a funcionarios que de una u otra manera influían en estas ventas, han dado lugar a una discusión. Esta se da en torno a si la relación entre privatización y corrupción es algo incidental, o si es algo más que esto; a si son unos casos aislados que no deben afectar el proceso de privatización en su conjunto, o se trata de algo más.

En México no son pocos los casos, que incluyen por ejemplo la venta de un banco a Cabal Peniche, ahora perseguido por la Interpol bajo graves acusaciones. Pero resulta que estos problemas no sólo se presentan aquí. El semanario Business Week enlista varios ejemplos. Considera que el gobierno tailandés está ``plagado de escándalos''. Afirma que la mayoría de las empresas privatizadas por los gobernantes de Malasia han ido a manos de algunos de sus viejos amigos (usamos esta acepción suave de la palabra empleada por la citada revista, ``cronies'', aunque hay otras acepciones que llegan hasta la de ``compinches'', en el diccionario). Sostiene que familiares del Presidente de Indonesia son los beneficiarios al cabo de años de ``reforma económica'' en ese país, que la publicación mencionada considera en peligro.

A la vista de estos ejemplos, lo primero que parece claro es que no se trata de un fenómeno meramente casual, o de una coincidencia desafortunada entre privatizaciones y corrupción. Serían demasiadas casualidades. Más bien es un problema que merece, por lo menos, un análisis específico, un diagnóstico y en función del mismo un tratamiento erradicador. Así como la importancia adquirida por el crimen organizado ha dado lugar a medidas y legislaciones específicas contra el lavado de dinero, lo menos que podría resultar del citado diagnóstico sería una política específica ante semejante problema. Decimos que esto sera ``lo menos'', porque el diagnóstico podría también implicar que existe una relación entre fenómenos de corrupción como los mencionados y los procesos de privatización como tales, o con formas extendidas de privatización, o con rasgos de ésta.

Este problema es adicional a otros puntos muy debatidos de las privatizaciones, y no debería confundirse con ellos. Por ejemplo, es algo muy aparte de la definición de las áreas estratégicas de la economía de un país como el nuestro, que por lo mismo deberían permanecer en manos de la Nación. Es también una cuestión adicional y diferente de la disyuntiva sobre si la forma de estimular la inversión privada productiva es vendiéndole instalaciones ya construidas bajo la dirección del Estado, o dándole facilidades para construir instalaciones adicionales y a la vez más modernas que las existentes.

Lo que nos muestra todo esto es que el asunto de las privatizaciones es más complejo de lo que a primera vista puede parecer. Volviendo a México, las dificultades de varios procesos de privatización no han sido pocas. La planta eléctrica Carbon II había sido vendida a un consorcio de empresas privadas hace unos cuatro años, y ésta tuvo que regresar a la CFE en virtud de una serie de problemas; no se ha puesto en venta hasta el momento ninguna otra planta de generación de electricidad. Tras la cancelación de los intentos frustrados de privatizar la comercializadora de camarón Ocean Garden, el Banco Nacional de Comercio Exterior se encargó de su operación. Los intentos de venta de los complejos petroquímicos de Pemex, a casi año y medio del anuncio público del 18 de marzo de 1995, han tenido como único resultado práctico hasta la fecha una falta de inversión en estos complejos y el regreso del proceso a los escritorios de los funcionarios a cargo del proceso.

Podemos buscar diferentes explicaciones anecdóticas a cada uno de estos problemas. Pero esto ni los va a resolver ni va a prevenir nuevos síntomas de los mismos problemas de fondo. Después de tantos años de recorrer este camino y de tantos daños económicos y sociales, lo menos que se puede hacer es detenerse a reflexionar si de a deveras todo está tan bien, o si lo que hay que discutir es cuáles con los cambios que se requieren.