Reventó el globo de la modernización salinista. Así lo reconocen casi todos los mexicanos y cada vez más extranjeros, incluidos muchos estadunidenses. Y, sin embargo, el gobierno mexicano parece no darse por enterado. Lejos de asumir las lecciones correspondientes, continúa impulsando los ejes principales, e interconectados, de dicha modernización: en lo interior, la llamada economía neoliberal; y en lo exterior, una relación con EU cada vez más viciada.
Aquí, el globo salinista se resumía en la promesa de incorporar a México al Primer Mundo por la puerta del Tío Sam y con la llave del TLC. Se siguió entonces una política que combina los síndromes de un avestruz de plano asustadizo y un cirujano proclive a pasarse de listo. Ojos bajo tierraTextos heréticos, Grijalbo, 1992, p.145). Y cuando los conflictos resultan inocultables, entonces opera una segunda consigna, también conocida como la doctrina de la no-contaminación: encarar el conflicto de manera aislada, de tal suerte que ``no contamine'' al conjunto de la relación.
El problema es que la relación toda entre México y EU ya está seriamente contaminada, de tiempo atrás y en sus propios cimientos. Mientras no se reconozca así, el avestruz y el cirujano mentados continuarán haciendo de las suyas, al tiempo que la gran potencia continuará haciendo lo que mejor sabe hacer en el escenario internacional: dar palos, en primer lugar, a quien más se deja.
Limitémonos al indicador más reciente, ligado a la ya tristemente célebre ley Helms-Burton (HB). No obstante la ilegalidad y arbitrariedad de ésta, ya fundamentadas hasta el cansancio; no obstante el consiguiente repudio mundial, y no obstante que a México se le prometió un status de socio gracias al TLC, ahora vemos que un grupo empresarial mexicano (Domos) ha sido seleccionado para ser de los primeros en experimentar las sanciones dictatorialmente estipuladas en la HB. Ejecutivos del Grupo Domos, incluido su presidente, no podrán entrar más a EU.
Ha ahí un conflicto ya inocultable y, además, referido a esa columna vertebral, el libre comercio, con que los modernizadores mexicanos han querido dotar a la relación México-EU. Por si fuera poco, hablamos de un conflicto que afecta a uno de los bastiones empresariales en que se ha edificado la modernización de México. Un conflicto, pues, no evadible ni siquiera para el avestruz más cobarde ni para el cirujano más perspicaz.
Si aun así el gobierno mexicano no da una respuesta enérgica a la HB, querrá decir que su capacidad de defensa se ha extinguido. Se antoja ya del todo insana, la política de ni siquiera meter las manos ante las agresiones de nuestro socio. Hay que comenzar por lo más elemental: recobrar nuestra capacidad de autodefensa, modernamente satanizada como ``nacionalismo anacrónico''. Y, enseguida, tomar la iniciativa para enderezar, de una vez por todas, el conjunto de las relaciones México-EU.
Al efecto se requieren mucho más cosas que una ley antídoto. Se requiere una gama (estrategia) de cuestiones que van desde la recuperación de la confianza en México, hasta liderazgos firmes y dignos. Ello, pasando por la recuperación de una defensa basada en principios (cuidado con negociar la no-aplicación de la HB a la manera del esquirol). Y, desde luego, pasando por la suma efectiva de fuerzas con otras naciones, comenzando con las de nuestra región natural, América Latina (hora de concretar en hechos, discursos como los del Grupo Río y la Cumbre Iberoamericana). De paso, sólo con defensas múltiples y enérgicas podrá ayudarse a la readaptación de EU en este nuevo mundo sediento de democracia genuina y global.
Inclusive los aliados naturales (no forzados) de EU, ya reaccionan con hechos ante la HB. La Unión Europea ya acordó un conjunto de represalias y Canadá ya cuenta con su ley antídoto. México, en cambio, todavía discute si la promulga pronto o no. Así, la relación no puede sino viciarse más: un EU sin resistencia enfrente seguirá aportando los palos y un México (sic) sin dignidad, las concesiones.