La Jornada 26 de agosto de 1996

Llevan 18 meses de zozobra 120 familias de Plátano y Cacao, Tabasco

Cristina Pacheco Uno de los tres jesuitas que viven en Tabasco es el padre Francisco Goitia. Llegó al estado hace diez años, después de una estancia de siete meses en Santa Cruz de Miramar (Nayarit) y otra más prolongada en el istmo de Tehuantepec, ``donde hubo problemas semejantes a los que ahora encontramos: los caciques no ven con buenos ojos el que nosotros vayamos concientizando a la gente acerca de la necesidad de organizarse para reclamar sus derechos y tener mejores condiciones de vida''.

Tres años después de que el padre Goitia llegó a Tabasco surgió el Comité de Derechos Humanos de Tabasco, AC (Codehutab): ``yo no lo organicé. Brotó de la necesidad del pueblo. Dentro del organismo somos ocho los que trabajamos de tiempo completo y en ese grupo el único sacerdote soy yo. Los demás son laicos, seglares comprometidos que entendieron su compromiso con la comunidad. Desde luego, su antecedente está entre los que participaron en el Pacto Ribereño y antes en el movimiento de Paraíso, que dio motivo a la recomendación 192 de Jorge Carpizo''.

El padre Goitia vive en la comunidad de Plátano y Cacao, II Sección (``un paraíso donde se da todo, pero por desgracia, debido al deterioro ecológico, la producción ha ido disminuyendo de manera dramática''). La actividad del Comité al que pertenece el jesuita no sólo ha beneficiado a su comunidad, sus acciones ``tienen impacto a nivel estatal y nacional. Inclusive, hemos estado presentes en foros internacionales, como el que hace poco tiempo se llevó a cabo en Viena. Hemos denunciado muchas situaciones de injusticia, cada año atendemos a numerosas personas que nos solicitan ayuda y rendimos un informe de casos de violación a los derechos humanos. Con nuestro trabajo hemos logrado que se libere a algunas personas injustamente encarceladas. Todo esto ha ido dándonos una presencia en Tabasco y por eso nos temen y nos atacan''.

La Codehutab está en permanente contacto con otras organizaciones no gubernamentales: Todos los Derechos para Todos, Convergencia de Organismos Civiles por la Democracia, Movimiento Nacional por la Democracia y Alianza Cívica, en cuya Coordinadora Nacional el padre Goitia funge como representante de Tabasco: ``Todos nos ayudamos en los trabajos mencionados; además, nos invitan para que asistamos como observadores de las elecciones. Hemos ido, por ejemplo, a Mérida, Michoacán, Tamaulipas, estado de México, Guerrero''.

El respeto por la persona

Le pregunto al padre Goitia si esa actividad (observadores electorales) asocia al Comité con algún partido político: ``No, pero desde luego varias veces me han tachado de perredista. En una ocasión me lo señaló el señor Obispo, y le respondí que, en Tabasco, a toda persona que critica al gobierno se le acusa inmediatamente de perredista. Nosotros no trabajamos para ningún partido en especial, nuestra función consiste simplemente en hacer lo posible para controlar los abusos de autoridad. Es cierto que nuestra actividad nos ha granjeado muchas críticas, pero también han llevado a muchas personas necesitadas a acercarse a nosotros en demanda de ayuda''.

El padre Goitia aclara que, así como su proyecto de trabajo no intenta apoyar a ningún partido, tampoco tiene como objetivo hacer proselitismo religioso: ``Eso no me interesa. A mis oficinas acuden personas que son protestantes o no dicen pertenecer a iglesia alguna. A todas ellas las atendemos, independientemente de su credo e ideología, porque la columna vertebral de nuestra labor es proteger el respeto por la persona humana''.

Plátano y Cacao, II Sección

El padre Goitia afirma que su defensa de los derechos humanos le ha causado animadversiones, críticas, calumnias, amenazas: ``Esto no nos extraña. Sabemos que son cosas inherentes a nuestro trabajo. Si decidí venir a La Jornada no fue para hacer denuncias al respecto sino para que la comunidad se entere, entre otras cosas, de las circunstancias en que están viviendo por lo menos 120 familias en la zona de Plátano y Cacao, II Sección''.

La paz y la tranquilidad de esas familias desapareció a partir del 16 de febrero de 1995, ``cuando hubo una gran explosión en la comunidad de Plátano y Cacao, III Sección. Se localiza a 300 metros de donde vivimos. Nuestra parroquia abarca 40 kilómetros cuadrados, tenemos 70 rancherías y en una de ellas explotaron unas líneas que van a las petroquímicas de Cactus y Nuevo Pemex. Hubo nueve muertos y, aparte de esa terrible consecuencia, otras pérdidas lamentables: destrucción de viviendas y vehículos, platanares quemados, etcétera. Considero que esa tragedia fue el antecedente de la que ocurrió hace poco en Cactus.

``Además de que pedimos esclarecer el motivo de ese accidente, estamos solicitando que se reubique a 120 familias que viven en Plátano y Cacao, II Sección. Está pegada a III y, desde el accidente, las familias viven amargadas por la intranquilidad y el miedo. En Tabasco, al igual que en todas partes, el gobierno tiene la obligación de garantizar la seguridad de los ciudadanos. En el estado se firmó un convenio con Pemex, el Instituto de la Vivienda de Tabasco, los delegados de las rancherías y creo que algunas otras organizaciones. Ese convenio se firmó a las pocas semanas de la explosión y era un compromiso, por parte de gobernador, de reubicar a esas 120 familias y de construir en el término de cinco meses por lo menos 50 viviendas. Ha transcurrido más de un año y nada de eso ha sucedido. La gente sigue viviendo en el mismo sitio, atenazada por el mismo temor.

Reparar los daños, prevenir nuevas tragedias

``Después de todos estos meses de espera y a pesar de todas nuestras gestiones, esas familias (como dije antes) siguen viviendo en el mismo peligro inminente. Lo demuestra el que más allá de esas líneas que conducen a Cactus ocurrió la gran explosión del 26 de julio. Fue algo espantoso, provocó daños en muchas rancherías aledañas. Nosotros nos encontramos a 400 ó 500 metros de la planta y, sin embargo, el día de la explosión, la gente vio cómo se iluminaba todo el valle. El accidente destruyó dos plantas creogénicas de Cactus, ocasionó la muerte de siete personas, y se dice que hubo por los menos 20 desaparecidos. Sin embargo, a ciencia cierta, no sabemos nada más, entre otras cosas porque no se ha permitido el acceso a la zona de desastre a los periodistas ni a ninguna otra persona''.

En constante lucha por el respeto a los derechos humanos, el padre Goitia insistió en que fueran oídas las expresiones de dolor del pueblo y acudió a la CNDH: ``Allí hemos reiteramos nuestras demandas y las sustentamos en datos comprobables. Al fin, el 19 de enero (es decir, a un año de la explosión) logramos una conciliación (algo equivalente a la Amigable Composición de Carpizo) para que se nombrara un fiscal especial, porque consideramos que no estaban respetándose los acuerdos. Aceptaron nuestra solicitud pero a la fecha no ha sucedido nada. El 10 de julio fuimos a ver a Jorge Madrazo para pedirle que por favor se pronunciara. Prometió hacer algo en un plazo de dos semanas: aún seguimos esperando''.

Lejos de renunciar a su lucha, el padre Goitia la redobla: ``Estamos insistiendo en que esta es una cosa grave porque pone en riesgo muchas vidas. No me refiero únicamente a las comunidades de Plátano y Cacao sino a muchas otras de Tabasco que -por hallarse ubicadas sobre o junto a las líneas de Pemex- están en riesgo permanente. Son decenas de familias que, como muchísimas otras, saben que las líneas que nos preocupan son las mismas que explotaron en Cactus. La conciencia de esa realidad ensombrece la vida cotidiana de todos. En febrero del 95, cuando ocurrió la primera explosión, las gentes deseaban irse a otra parte, lejos del peligro. No pudieron hacerlo porque no tenían a dónde ir. Lo terrible es que siguen en esa misma situación porque las autoridades, contra lo que prometieron, aún no señalan zona para la reubicación; en cambio, últimamente, le ofrecieron a cada familia 2 mil 500 pesos, pero no una alternativa dónde vivir con tranquilidad''.

Para concluir la entrevista, el padre Francisco Goitia señala: ``Ya tuvimos la tragedia de San Juanico, la del Sector Reforma en Guadalajara, la de Cactus en Tabasco. ¿Quéremos que suceda lo mismo en Plátano y Cacao, o en alguna de las muchas regiones del estado donde la gente vive en peligro constante?''.