En diversas oportunidades se ha mencionado la conveniencia de utilizar el gas natural en vehículos automotores como una forma de disminuir la contaminación atmosférica, ya que así se tendrían niveles significativamente reducidos de monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y otras sustancias que contribuyen a formar el ozono. Mención aparte merecen las ventajas económicas para los usuarios y la sociedad en general.
Tal alternativa energética tiene ahora más simpatizantes, habida cuenta los procesos de integración entre México, Estados Unidos y Canadá, y las medidas cada vez más estrictas tendientes a evitar el deterioro del medio, especialmente en las ciudades. Cabe destacar que en países que se precian de contar con legislación ambiental de primer mundo, como nuestros socios comerciales del norte, más de la mitad de la contaminación atmosférica proviene de autos particulares, autobuses de servicio público y camiones. En el caso de México, es todavía mucho mayor, y origen de numerosos problemas de salud.
El gas natural es un recurso energético abundante, suficientemente barato, y con programas adecuados puede convertirse en el eje de una nueva política en la que el transporte y la actividad industrial no deterioren tanto. También significa una mayor creación de empleos y eneficios económicos. Estudios efectuados en Estados Unidos demuestran que por cada incremento de un trillón de pies cúbicos de consumo de gas natural, se crean entre 50 mil y 100 mil empleos, lo que se refleja en ingresos por tres billones de dólares a los trabajadores y un billón por concepto de impuestos a diversas instancias de gobierno.
Un ejemplo de lo que se puede realizar con éxito con base en dicho energético se tiene en Texas, donde en los últimos siete años han logrado enormes avances en materia tecnológica para usar gas natural, con beneficios ambientales y económicos probados. Además, los costos por realizar las modificaciones tecnológicas en los vehículos con el fin de poder consumir el nuevo combustible, se compensan en menos de cuatro años, al ser mucho menor lo que el usuario paga por un bien abundante, subutilizado y barato, que cuesta la mitad que la gasolina.
En México se ha planteado en diversas ocasiones la conveniencia del gas natural en vehículos automotores. Sin embargo, parecen existir obstáculos de orden técnico, financiero y político que impiden poner en marcha un programa en el que participen los sectores público y privado, y los usuarios de los diversos tipos de vehículos que transitan por las carreteras y áreas urbanas del país. Cabe destacar cómo el tristemente célebre Grupo Havre propuso la venta de microbuses con motores a gas natural. Inclusive instaló al norte del Distrito Federal una estación para surtir de dicho combustible a los vehículos que así lo requirieran. Otro proyecto plantea convertir en un año 6 mil microbuses de transporte público a uso de gas natural, instalando de paso seis estaciones de aprovisionamiento en las terminales de dichos vehículos. Se trata de la primera fase de un ambicioso plan que abarcaría a cerca de 40 mil unidades de transporte público en el área metropolitana de la ciudad.
Mas se carece de financiamiento de la banca privada y la de desarrollo (Banobras en este caso), para adquirir vehículos con motores que consuman gas natural, o transformar tecnológicamente los que ahora se mueven en base a gasolina, asunto viable desde todo punto de vista pues la empresa Dina cuenta ya con ocho prototipos de motores para ese fin. También hay formas de garantizar el pago de los apoyos crediticios, habida cuenta que el gas natural deja suficientes márgenes de utilidad. Mas parece que Pemex se opone al cambio. Aunque la paraestatal es partidaria de fomentar su uso por razones ecológicas, otras motivaciones se oponen a ello en la realidad. Así, se prefiere la venta masiva de gasolina, aunque se tenga que importar.
Al respecto, poco se habla de la inversión que Pemex hizo en la refinería Deer Park, ubicada en Houston, Texas, para producir gasolina de alto octanaje refinando crudo mexicano. Esa gasolina se lleva luego a Tuxpan, Veracruz, y después se envía por ducto al centro del país.
Todo indica que al utilizar gas natural en los vehículos se obtendrían claros beneficios. Máxime si el país gasta en importar gasolina cerca del 10 por ciento de lo que exporta de crudo. Pero quizás algunos funcionarios no desean que la opinión pública cuestione la inversión de mil millones de dólares que la paraestatal hizo al asociarse con la poderosa Shell y adquirir la refinería antes mencionada, suma que todavía no se amortiza. Y por ese motivo se está aplazando una estrategia energética que reduce los gastos en transporte, contribuye a un uso más racional del petróleo --patrimonio de los mexicanos-- y a mejorar la calidad del aire de las principales ciudades del país, hoy tan deteriorado y causa de numerosos desajustes en la salud de millones de personas.