Frente a una linda plazita que lleva su nombre, se encuentra el hermoso templo de Regina Coeli y parte de lo que fue el convento. Ubicado en las calles de Bolívar, antes Estampa de Regina y la que se llamó El Tornito de Regina, hoy San Jerónimo, fue fundado en 1573 por diez monjas que salieron del convento de La Concepción, el más antiguo de la ciudad.
A las esforzadas religiosas les costó trabajo al principio conseguir patronos, seguramente porque los más acaudalados ya estaban acaparados por el resto de las órdenes, que inventaban cada tercer día un nuevo establecimiento: hospital, convento, asilo, casa de recogidas, de beatas o lo que fuese, pues amén de la caridad, era muy buen negocio, ya que generalmente aparte de la construcción, les donaban casas para rentar y haciendas que les proporcionaban productos para su consumo y para la venta.
Finalmente en 1656 consiguieron el patrocinio de don Melchor Terrenos, quien costeó la iglesia que se inauguró seis años más tarde y fue reedificada en 1731, sustituyendo el bello artesonado mudéjar, por una bóveda y cúpula. Esto mismo se hizo en todas las iglesias de la antigua ciudad, conservándose únicamente el del hospital de Jesús, maravilla de finas maderas, que se puede admirar en la antigua capilla de la noble institución, que fundó Hernán Cortés en 1529 para ``...descargo y satisfacción de cualquier culpa o cargo... que pudiera agraviar su conciencia'', según estableció en su testamento.
Volviendo a Regina, en el exterior, parte de su atractivo es la desnudez de los altos muros, sólo interrumpida por las dos portadas gemelas, características de los conventos de monjas. Sobresalen su campanario de tres cuerpos y la cúpula octagonal. Esta sobriedad, difícilmente permite imaginar las joyas que se encuentran en el interior, comenzando por el altar mayor, obra notable del barroco. Su característica principal son los estípites, que son pilastras con forma de pirámide truncada, con la base menor hacia abajo; esta originalidad arquitectónica fue una creación mexicana.
Los altares laterales no desmerecen. En algunos de ellos que seguramente datan de fines del siglo XVIII, se advierte la novedad de abandonar las partes arquitectónicas en función de la decoración, lo que dio lugar a que se favoreciera la pintura sobre la escultura, aunque sin eliminarla por completo; el resultado es bellísimo. En la pechina de la gran cúpula se encuentran imágenes de los padres de la iglesia; sin Agustín, san Jerónimo, san Gregorio y san Antonio.
Tras todas estas maravillas, aún nos espera una superior: la capilla Medina Picazo, dedicada a la Inmaculada Concepción, que construyó en 1733 el arquitecto Miguel Custodio Durán, por instrucciones de don Buenaventura Medina Picazo.
La extraordinaria obra arquitectónica esta techada con bóveda de cañón y al centro con una bella cúpula ochavada; hermosas pilastras con bases profusamente decoradas sostienen el conjunto. El retablo principal, obra del escultor Juan José Vidal y del arquitecto mencionado, está estructurado a base de estípites y adornado con espléndidas pinturas de Villalobos. Consta de tres cuerpos en los que destaca en el centro una grandiosa imagen con escenas de la vida de la virgen. Como era usual en la época, en uno de los cuadros aparece dentro de un gran nicho, la figura del benefactor de la capilla.
En los muros laterales destacan otros dos ricos retablos de estilo barroco salomónico, en los que sobresalen las hermosas mesas de altar con sus cubiertas de espejo. Ambos están recubiertos de obras de arte; un notable conjunto escultórico de la Piedad, una soberbia Dolorosa, escenas de la Pasión de Cristo y lienzos alusivos a martirios de diferentes santos. Esta institución religiosa contaba, antes de que se aplicaran las Leyes de Exclaustración, con 62 casas para su sostenimiento, que le producían jugosas rentas y ocupaba un terreno de ``quince mil quinientas varas cuadradas''. A la salida de las monjas, esta enorme extensión fue dividida y vendida en lotes, en donde se edificaron casas, salvándose una parte, que la altruista doña Concepción Béistegui, convirtió en un hospital que a la fecha funciona. En el patio se conserva la hermosa fuente original recubierta de azulejos.
Y para dar un brinco del siglo XVIII al XXI, hay que ir a comer o cenar al recién inaugurado Senado-High Life, el nuevo lugar de Guillermo Ampudia y Ofra y David Betech, con una original y super moderna decoración ¡hasta en los baños! y comida de cinco países. Está en la calle de Gante esquina Madero, enfrente del adorable chao bella con sus mesas al aire libre, que lo trasladan a Roma por el lugar y la comida.