Arturo Alcalde Justiniani
¿Cuál cultura laboral?

La reciente suscripción de los principios de la nueva cultura laboral ha sido acogido con desinterés generalizado en el medio laboral, en virtud de no dar respuesta a las preocupaciones cotidianas de este sector, incluidos trabajadores y empleados. Los supuestos acuerdos constituyen un catálogo de propósitos etéreos que no están sustentados en la realidad cotidiana, aparecen más bien orientados a poner la primera piedra de una futura reforma laboral en la lógica de las grandes empresas, sin trastocar las formas corporativas que mantienen postrados a hombres y mujeres que viven de su trabajo.

Cualquiera que lea el texto de los principios acordados por este sector reducido del sindicalismo oficial -básicamente cetemista-, las cúpulas empresariales y el gobierno, se preguntará qué sentido tiene acordar propósitos tan alejados de la realidad, que omiten partir de un análisis objetivo de la orientación de la práctica económica gubernamental y de las prácticas de imposición y corrupción que caracterizan la gestión laboral en la inmensa mayoría de los centros de trabajo.

¿Qué podría esperarse de los suscriptores convocados mediante métodos no identificados? ¿Cuántos líderes obreros se tomarán en serio la necesidad de aplicar los principios de ética, cuando su permanencia deriva precisamente de la ausencia de una ética elemental en las relaciones laborales? ¿Qué sentido tiene hablar de dignidad con los promotores de golpizas en los recuentos? Tan sólo días antes del pacto, en Panzacola, Tlaxcala, la CROC dejaba gravemente herido a Teodoro Esquivel, dirigente de la Confederación Obrera Revolucionaria (COR), en el recuento inconcluso de Industrias Textiles Zaldo, con la plena complacencia de las autoridades de ese estado.

Todo parece indicar que se pretende repetir el proceso seguido para reformar la Ley del Seguro Social. Dar la apariencia de consensos conceptuales, para después avanzar en reformas legislativas que encubran la responsabilidad gubernamental al suscribir la iniciativa de ley. ¡No fui yo, fue el consenso de los sectores!

Una mejora en las relaciones laborales supone un cambio en la política económica que permita crear condiciones para la creación de empleos y un rompimiento con la complicidad con los líderes dedicados a violentar cotidianamente las legítimas formas de expresión obrera. No se trata de sustituir en el papel la angustia de los trabajadores por un lenguaje intimista de nuevo cuño, de simplemente afirmar que ``estamos en el mismo barco'', sino de implantar mecanismos concretos para lograr una participación responsable de los factores de la producción, lo cual requiere a su vez suprimir las prácticas de simulación y corrupción que nos agobian.

¿Por qué no avanzar combatiendo las prácticas ilícitas de supuestos líderes y abogados que se dedican al comercio de los contratos colectivos de protección? ¿Por qué no respetar el voto secreto como medio para dirimir preferencias gremiales? ¿Por qué no hacer transparentes los registros de asociaciones y de contratos colectivos para acceder a un derecho elemental a la información? ¿Por qué no operar mediante la obligación legal contenida en el artículo 373 de la Ley Federal del Trabajo, que impone a las directivas sindicales dar cuenta semestral a sus afiliados del patrimonio sindical? Actos concretos como estos permitirán hacer creer que en efecto se busca una mejor manera de hacer las cosas y no sólo constituir una coartada para reducir aún más los derechos obreros.

Han pasado largos años de discusión sobre los cambios requeridos en el ámbito de las relaciones de trabajo. No es necesario reformar ley alguna para dar pasos concretos hacia una mayor legitimidad en las concertaciones en el seno de las propias fuentes de trabajo. Darlos, permitiría ir revirtiendo la cultura de contradicción entre las palabras y los hechos.