Los primeros encuentros del enviado de la Casa Blanca, Stuart Eizenstat, con funcionarios, legisladores, empresarios y periodistas mexicanos trajeron a la memoria, de manera inevitable, tanto la perseverancia histórica de Estados Unidos por intervenir en la política mexicana como la sostenida defensa que ha hecho nuestro país de sus principios fundamentales, entre ellos la autodeterminación de los pueblos y el respeto a las soberanías nacionales.
Ciertamente, en un mundo cada vez más intercomunicado, en el que la globalización impone un ritmo más frecuente de consultas e intercambios directos de opiniones, el envío de un emisario para fines específicos puede resultar natural, pero en el contexto de la relación históricamente accidentada entre México y Estados Unidos, y de las posiciones defendidas por nuestro país respecto de los casos de Cuba y de la Ley Helms- Burton, la llegada y el desenvolvimiento de Eizenstat no son los más afortunados.
Pretender que México se sume a una coalición multilateral que presione a Cuba para que ``se democratice'', y argumentar que debe actuar respecto de la isla como en su momento lo hizo frente al Chile de los tiempos de Pinochet o con la Sudáfrica del apartheid es actuar con un simplismo altamente preocupante.
De igual forma, resulta llamativa la nula disposición del enviado para entender que medidas como la Helms-Burton son inaceptables para México, y que es imposible hablar de cambios en Cuba cuando a esa nación se le mantiene bajo bloqueo económico y hostigamiento político.
Frente a las palabras y actitudes de Eizenstat se produjo una destacable respuesta mexicana de rechazo a las pretensiones injerencistas y de ratificación de las tesis tradicionales de la diplomacia mexicana. El secretario de Relaciones Exteriores, José Angel Gurría, solicitó la derogación de las disposiciones extraterritoriales de la Helms-Burton, precisó que la evolución política y democrática de Cuba es un asunto de la ``incumbencia exclusiva'' de su pueblo y demandó el levantamiento del bloqueo comercial, entre otros puntos.
La reacción del enviado de la Casa Blanca, por desgracia, se caracterizó más por el exabrupto que por el raciocinio. Así, se arrogó la libertad de calificar de error la eventual decisión interna de México de concurrir al pánel de controversias del TLC para denunciar la Helms-Burton, y de advertir que dicho error ``elevaría las tensiones y complicaría nuestras relaciones''. Ante legisladores mexicanos absolutamente contrarios a los objetivos con los que fue comisionado, Eizenstat llegó a botar su bolígrafo sobre la mesa de trabajo y, posteriormente, se retiró de la reunión antes de que ésta terminara. En todo caso, dejó una frase para la reflexión: ``No estoy aquí para negociar con una pistola, sino para buscar el cambio en Cuba. Necesitamos su ayuda''