A la memoria de Jesús Chávez Mora
La reunión entre la dirigencia del PRD y el Presidente de la República tiene un valor político indiscutible que resulta obvio mencionar: es un reconocible esfuerzo para reencauzar el debate nacional en las vías normales de la política democrática. Destaca el hecho de que este encuentro se produzca a unas cuantas semanas de las reformas constitucionales en materia electoral y apenas unos días antes del segundo Informe presidencial, acto con el cual arranca el periodo de sesiones que habrá de puntualizar en la ley los alcances de la reforma política y otros asuntos de interés nacional. Vale la pena subrayar la decisión de Andrés Manuel López Obrador para fijar con claridad las normas que regirán su conducta al frente del PRD, cuando había muchas apuestas cruzadas apostando a que llevaría al PRD al borde de la confrontación permanente.
El diálogo, siempre necesario para la vida democrática de un país, es imprescindible cuando, justamente como ahora, nos hallamos en vías de consolidar ese entramado institucional que nos permita dejar atrás definitivamente el viejo sistema, monocolor y autoritario. La transición, si se quiere pacífica y en un clima de efectiva gobernabilidad, tiene que contar con el acuerdo mínimo entre las partes que compiten legítimamente por el poder y con las opiniones expresas de las fuerzas políticas que representan a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Eso no significa de ninguna manera anular las cuestiones en litigio ni tampoco exime a nadie de exponer sus puntos de vista.
El encuentro entre el Presidente y la oposición sirve, hemos visto, para precisar las diferencias que distinguen al gobierno de los partidos que están fuera de él, pero también contribuye, y eso es importante, a distender la crispación actual, propiciar un método para discutir lo discutible, buscar soluciones, en fin, resolver todos los problemas ``solucionables'' en el marco dispuesto por la ley.
El PRD hizo público un documento en el cual se presentan sucintamente los lineamientos de su ``programa mínimo'', resumen de sus diferencias con el gobierno y suma ajustada de las soluciones que propone para atender varios asuntos nacionales. Por su importancia estratégica es muy relevante la exigencia de hallar una política económica alternativa a la que con cierta convicción aplica el gobierno. El PRD pide un cambio de fondo y no acepta que la salida de la crisis admita una sola medicina. El Presidente, en cambio, considera que no hay una mejor opción a la vista que sea más efectiva y a la vez menos dolorosa que la que estamos viviendo. No hay, obviamente, acuerdo en este punto y, probablemente, no lo habrá en el futuro inmediato. Pero es un ejercicio muy positivo que, en este y otros asuntos, tanto la oposición como el gobierno afilen sus argumentos, precisando ante el país los alcances de sus propuestas.
Varios sectores de la llamada sociedad civil se han pronunciado contra la necesidad de asumir en todas sus partes y componentes el llamado ``modelo neoliberal'', y muchos más expresan todos los días una interminable sucesión de justificadas denuncias y quejas contra la exasperante situación de desigualdad a la que son reducidas capas muy amplias de la población. Pero el asunto, en efecto, no consiste en acumular condenas morales contra el sistema, aunque sean justificadas, sino en construir, precisamente, una alternativa, es decir, un conjunto coherente de políticas que sirvan para lograr los objetivos económicos y sociales que el país requiere en esta fase de su desarrollo, y ése es el reto al que se compromete la oposición perredista. Ojalá que aproveche la ocasión para perfilar un programa, una línea de acción, en fin, una estrategia más allá de la política gestual, que ayude a lo que es de veras importante: ofrecer a México un camino diferente para transitar al nuevo milenio. Si eso contribuye el diálogo, una vez más, bienvenido sea.