UNA CANA AL AIRE A RITMO DE DANZON
Julieta Lozano/ASIC Sólo durante las tres primeras horas se reportaron 33 casos de taquicardia, hipoglucemia y tensión arterial alta. Una mujer fue trasladada en ambulancia a la Clínica Troncoso debido a un cuadro de hipertensión severa; dos personas fueron enviadas de regreso a casa. Y faltaban aún cinco horas para que la pachanga concluyera.
Se trató del festival Una cana al aire 96, del Instituto Nacional de la Senectud, un ``bailongo'' que reunió a más de 50 mil ancianos en el Palacio de los Deportes, y les obsequió danzón, mambo y chachachá durante 480 minutos para festejarlos en su día.
En lo que correspondió a seguridad, los afiliados al INSEN no tuvieron queja. Una pipa de agua --identificada como carro- bomba por funcionarios de la delegación Iztacalco--, 60 granaderos, 120 elementos del Grupo de Seguridad Lobo, 24 elementos de Protección civil y 38 de la citada delegación integraron el operativo.
Alfredo Arias, subdirector de Gobierno en Iztacalco, explicó que se debe``tener una sensibilidad muy especial y prever cualquier situación, porque es un evento distinto a los que se presentan en este recinto; quisimos tener un operativo completo''.
Precios para jubilados
Ocho orquestas amenizaron el baile para los ancianos repartidos en el domo del Palacio de los Deportes y en un pabellón instalado por primera vez en el exterior del recinto. Quienes padecieron sed debieron desembolsar 5 pesos por cada refresco y 11 por un vaso de cerveza. El precio de las tortas y hot-dogs fue de 12 pesos, respectivamente, y los raspados de piña y grosella costaban 8 pesos.
Al preguntarle a Teresa Corkidi, subdirectora de Promoción y Concertacion del INSEN sobre los precios de productos, explicó: ``Yo no tengo control en eso, yo les ofrezco el baile gratuito, regalos y orquestas, pero lo que consumen va por su cuenta''.
Corkidi señaló que había firmado un convenio con la empresa OCESA para que los productos se ofrecieran a un precio 50 por ciento menor que el normal. ``Pero no puedo estar revisando, esto es una locura'', argumentó.
Hasta las 7 de la noche, los vendedores ambulantes habían vendido más de 600 refrescos y 500 botes de palomitas. Las tortas de jamón ya estaban agotadas y aún restaban cinco horas más de bailongo.
Pero pareció que el tiempo se detenía. Sobre la pista, Luis Romo, hasta hace 12 años chofer materialista y hoy jubilado, meneaba sus 83 años con ``toma chocolate y paga lo que debes''. En un compás de espera, dijo:``La muerte es una buena amiga, la espero tranquilo''