Hace unas cuantas semanas recibí un regalo muy interesante. Con la idea de que mi rechazo a todo lo que tiene que ver con el neoliberalismo es casi automático, y que quizás debía conocer algunos aspectos positivos de esta corriente económica o más bien política que hoy domina al mundo, una amiga me obsequió un libro sobre Margaret Thatcher en sus días como Primera Ministra de Inglaterra.
Líder del Partido Conservador y ferviente convencida de las ideas neoliberales y lo que ellas representan en términos de eficientismo y productividad industrial, de adelgazamiento del gobierno y de libre mercado, de la venta de empresas públicas y de alianzas con los dueños del dinero, asumió el poder en 1979 en medio de la mayor crisis que ha padecido esa nación durante la segunda mitad del siglo XX.
Con altos índices de desempleo e inflación, corporativismo sindical y muy escasa confianza en su gobierno y en el futuro de ese país (se hablaba de administración de la decadencia como tarea central de su gobierno), sus medidas lograron cambiar el escenario nacional en unos pocos años. A la luz del próximo Informe de gobierno del presidente Zedillo, podría ser importante conocer algunas cosas que hizo esta mujer y cómo las hizo.
Un primer dato del libro que me impactó profundamente, fue el hecho de que en la sede del gobierno en el número 10 de Dowing Street, se contara con un equipo de trabajo de 67 personas, entre expertos en asuntos económicos, políticos, internacionales y de seguridad nacional, intérpretes, secretarias y secretarios, comunicadores sociales y personal técnico de apoyo. Con ese equipo se mantenía funcionando la sede de gobierno las 24 horas al día los 365 días al año. La productividad y esbeltez resultaba ejemplar, comparada por ejemplo con el staff de Clinton en la Casa Blanca, que está formado por 400 colaboradores. Desde luego, el tema me llevó de inmediato a pensar en Zedillo y Los Pinos, con su extensión 6 veces mayor a la Casa Blanca y 40 veces más grande que la residencia del Primer Ministro inglés.
¿Qué tanto personal labora allí? ¿Cuántos recortó Salinas y cuántos más Zedillo, en aras de la productividad que ellos han promovido y de los sacrificios que constituyen, según ellos, el único camino para salir de la crisis? La respuesta es innecesaria porque todos los mexicanos la conocemos; si de comparaciones con la Casa Blanca se trata, sería más adecuado hacerlas, por ejemplo, con el staff de Roberto Madrazo.
Los contrastes desde luego no terminan allí. Para cambiar el rumbo, la Primera Ministra determinó, por ejemplo, fortalecer y recuperar el orgullo del pueblo inglés a través de todas las oportunidades a la mano, especialmente aquellas que mejoraran la imagen de la nación en el ámbito internacional, incrementar la productividad de las industrias mediante la eliminación del corporativismo laboral ligado al gobierno (el cual había sido impulsado por el Partido Laborista), apoyar a la empresa mediana y pequeña para lograr altos índices de competitividad, impulsar el desarrollo tecnológico y la educación con el mismo fin, y combatir frontalmente al terrorismo y al crimen organizado.
Durante estos dos años de Zedillo, las estrategias y los resultados son otros. Los resultados de las pasadas olimpiadas nos muestran el interés del Presidente y del gobierno por el ``orgullo nacional'', y si ahora tenemos primeros lugares en otras cosas no son precisamente aquéllas que fortalecen el orgullo. En materia de incremento de la productividad, los logros alcanzados son el cierre de miles de empresas y de millones de mexicanos desempleados, que desde luego no producen nada. En materia de corporativismo las cosas no les han salido del todo bien, pero esto no por falta de ganas; los halagos del Presidente a los líderes laborales más retrógrados, dan fe de su interés por mantener el viejo sistema corporativo, mientras sus estrategias se orientan a apoyar sólo a las muy grandes empresas, sin importar el impacto de ambas políticas en la productividad. En materia de desarrollo tecnológico el avance nacional es nulo, mientras el Conacyt se pierde en los laberintos de la excelencia, la calidad total, la calidad a medias y los premios a la abyección, paralelamente los niveles educativos retroceden a los que existían antes de 1970. En cuanto al auge del crimen organizado, de los secuestros, del tráfico de armas, las cosas difícilmente podrían ser peores.
Por todo ello, llaman la atención los juicios del gobierno norteamericano, del FMI y de otros países sobre los avances del gobierno mexicano. ¿Será, acaso, lo que ellos quieren?, o simplemente que el ``engaño'' en el que los metió Salinas aún persiste...