Una de las reformas que pretende impulsar el gobierno de Menem en Argentina es la laboral, con el propósito de tornar más flexible el mercado de trabajo. Este propósito se puede encontrar también en muchos países del mundo, tanto desarrollados como de nivel intermedio.
El argumento básico en favor de la flexibilidad laboral es que a través de ella se resolverá el problema del desempleo. La fundamentación teórica de esta posición tiene su origen en el pensamiento económico dominante antes de la década de los 30, que en lo esencial sostenía que la oferta y demanda de trabajo establecen un nivel de salarios tal que permite que no exista el desempleo involuntario. De aquí se desprendía que toda intervención externa sobre el mercado laboral es distorsionadora y que esto tiene como resultado el desempleo. Por ejemplo, si el gobierno o las presiones de los sindicatos fijan un salario demasiado elevado, por sobre el que permite el equilibrio en el mercado de trabajo, esto generará, como consecuencia inevitable, el desempleo. Por lo tanto, es la inflexibilidad salarial hacia la baja la causante del desempleo.
A raíz de la Gran Depresión de la década de los 30, Keynes criticó este planteamiento, concluyendo que el manejo de los niveles de demanda efectiva, a través de los instrumentos de las políticas fiscal y monetaria, está en condiciones de resolver el problema del desempleo. Este planteamiento alcanzó gran difusión en el mundo en las décadas siguientes, en las que efectivamente los niveles de desempleo se mantuvieron bajos. A raíz de la aparición simultánea de estancamiento con inflación en la década de los 70, comienza a socavarse el dominio de los planteamientos de Keynes. Dentro de las diversas escuelas que surgen a partir de esta época, la que pasó a ser dominante como inspiradora de las políticas gubernamentales vuelve a retomar, en lo esencial, los postulados pre-keynesianos, y de aquí la insistencia contemporánea de que la introducción de la flexibilidad laboral es la clave para resolver el problema del desempleo.
El concepto de flexibilización laboral abarca diversos planos. Algunos de los más importantes son la flexibilidad de los salarios hacia la baja, el relajamiento de las restricciones a los despidos y de las compensaciones que éstos implican, la introducción de contratos laborales de tiempo limitado o de jornada parcial, la reducción de los costos no salariales del trabajo, los que están en gran parte representados por los gastos en seguridad social, y la denominada polivalencia de los trabajadores, lo que significa abrir la posibilidad para que ellos puedan desplazarse de una a otra función, según las necesidades de la organización en la cual laboran.
Quizá el mercado laboral más regulado del mundo, o sea, el más inflexible, es el de la Europa comunitaria. Sin embargo, a partir de comienzos de la década de los 80, el mercado laboral europeo se ha ido tornando progresivamente más flexible. Esto es particularmente notable en el caso del Reino Unido. Uno de los propósitos fundamentales del gobierno de M. Thatcher fue limitar drásticamente el poder de los sindicatos británicos. Esto lo logró en buena medida. Sin embargo, este movimiento hacia la flexibilidad no sólo se dio en este país, también en Europa Continental ha estado presente a partir de la década pasada. En muchos países se multiplican los contratos de trabajadores eventuales, especialmente entre los jóvenes, a la vez que se limitan los incrementos salariales. Por otra parte, generalmente la privatización va acompañada de despidos, mientras que la tendencia a retrasar las edades de retiro reduce la carga que soportan los sistemas de seguridad social.
Pero si por una parte, efectivamente Europa tiene un mercado laboral más flexible del de hace 15 años, los problemas del desempleo no sólo no han tendido a atenuarse, sino que se han agravado, alcanzando niveles dramáticos en España (más de 20 por ciento de la fuerza laboral desempleada), Irlanda y Finlandia (por sobre el 15 por ciento), siendo comunes tasas de desempleo del orden del 10 por ciento en países tales como Francia, el Reino Unido, Dinamarca y Bélgica.
Lo expuesto pone en duda el argumento de que la flexibilización laboral, por sí misma, sea un instrumento tan poderoso como para resolver el problema de la desocupación. La evidencia empírica parece estar mostrando claramente que es necesario poner en práctica políticas específicas para estimular la inversión y el crecimiento, lo que permitirá la generación de empleos adicionales.