Famosos son hasta la fecha los toros bravos de la hacienda de San Mateo Valparaíso, como lo fueron los de Jaral de Berrio. Sucede que los herederos de ambas linajudas y millonarias familias virreinales, dueños de ésas y muchas otras propiedades en el campo y la ciudad, se casaron a mediados del siglo XVIII y como era de esperarse, el marqués don Miguel de Berrio y Zaldívar y la condesa Ana María de la Campa y Coss, contrataron a uno de los mejores arquitectos del momento, el afamado don Francisco Guererro y Torres, para que les edificara suntuosa mansión en un inmenso predio ubicado en las actuales calles de Isabel la Católica y Venustiano Carranza.
El palacete se hizo de los materiales elegantes de la época: tezontle y cantera, esta última como fino adorno; utilizaron a los mejores artesanos especialistas en labrar la piedra, descendientes de los que hicieron las más exquisitas obras de arte prehispánicas, muchas de las cuales podemos admirar en el museo del Templo Mayor, y desde luego en el prodigioso de Antropología.
La mansión presenta dos niveles principales, además de entrepiso y torreón. La portada es impresionante por su tamaño y belleza, que se complementa con las enormes puertas entableradas con chapetones; todo ello coronado al nivel del entrepiso por un óvalo que enmarca el escudo familiar, rodeado de relieves fitomorfos y sostenido por dos ángeles.
Toda la fachada del suntuoso palacio está decorada con molduras de cantera onduladas, destacadamente en la esquina, lo que le da un delicioso ritmo que evita la pesantez que podría tener una construcción de esas dimensiones; desde luego, tiene su nicho con escultura. En el interior, como era la costumbre, hay dos patios: el principal y el de servicio, en donde estaban las caballerizas y se guardaban los carruajes. Los corredores altos del principal se distinguen por estar sostenidos únicamente por tres arcos, en los que se lee una inscripción alusiva a la edificación de la casa.
El detalle más original se encuentra en la escalera de dos rampas, con desarrollo helicoidal, coronada por una cúpula monumental. En las habitaciones que antes fueron para recibir, se conserva la decoración original de los marcos interiores de las puertas, con representaciones de paisajes pintados al temple, rodeados de marcos dorados; de la capilla sólo se conserva la cúpula.
El impresionante palacio perteneció a los descendientes de los marqueses hasta el año 1873, dedicándose a diversos usos, hasta que en 1884 lo adquirió el Banco Nacional de México, que todavía lo ocupa; se dice que pronto lo abandonarán para irse a Santa Fe, triste réplica de alguna ciudad norteamericana inventada en lo que eran minas de arena y tiraderos de basura; esperamos que sólo sea un lamentable rumor.
Continuando con los acaudalados marqueses de Jaral de Berrio, a ellos se debe también la construcción de otra de las mansiones más bellas del Centro Histórico, el llamado Palacio de Iturbide, en la señorial calle de Madero, por cierto actualmente también propiedad de Banamex. Esta soberbia edificación fue el regalo de bodas que dio el noble matrimonio a su hija, cuando contrajo nupcias con el marqués de Moncada y Villafont, originario de Palermo, por lo que el palacio principal es una réplica del que tiene el Palacio Real de esa ciudad italiana, en donde nació el afortunado marqués.
También son afortunados los que quieren comer con abundancia y muy barato y se enteran que en el restaurante Jampel, en Bolívar 8, pueden degustar un variado buffet por 20 pesos. Fundado por don Aurelio Quinzaños hace 24 años, al concluir su sociedad con los actuales dueños del Café La Blanca, ha creado diversas innovaciones a lo largo de los años, para continuar ofreciendo comida sabrosa a buenos precios y en un ambiente agradable, porque tiene para todos los gustos y presupuestos: de batalla, en el segundo piso, con el buffet económico, en el área del bar comida a la carta, acompañada de música viva, y en la planta baja, en originales gabinetes, se come de tocho morocho, ya que todos los días hay menús especiales muy apetitosos.
Sus especialidades: ``jampelitos'', que son ricos taquitos en tortilla de harina, con queso, jamón y una salsa italiana; más elegantón el filete de pescado al perejil; de postre un suculento strudel de manzana, igualito que en Viena; todo esto es supervisado personalmente por don Daniel Loeza Treviño, quien forma un pareja inigualable con el fundador don Aurelio, quien sigue presente todas las mañanas.