Antonio Gershenson
El diálogo económico

A partir de la reunión entre el Presidente y los principales dirigentes del PRD, se establece un proceso de diálogo sobre la política económica. Para quienes hemos insistido en la necesidad de discutir sobre esa política económica y el sentido de los cambios que se necesitan --en mi caso, la ocasión más reciente fue la semana pasada en este mismo espacio, en el párrafo final--, sería incongruente que, cuando se abre un proceso de discusión al respecto con la participación del gobierno y un partido de oposición, no le diéramos toda su importancia.

En diferentes momentos hemos presentado y discutido propuestas específicas al respecto. Ahora voy a hacer una reflexión más general.

Es importante que no nos limitemos a la discusión de medidas económicas específicas. Si queremos soluciones reales y duraderas, estas medidas deben inscribirse en una estrategia económica de conjunto. En los hechos unas medidas tienen efectos adicionales al que motiva su adopción. Un ejemplo muy actual lo vemos en la campaña electoral en Estados Unidos. El Partido Republicano ofrece reducir sustancialmente los impuestos. Su discurso es adverso también al aumento del déficit gubernamental. Eso implica que se reduzca sustancialmente el gasto público. ¿Se implica con ello que ese partido se propone una reducción del gasto social, como sucedió con los gobiernos republicanos de Reagan y Bush?

Esto último, claro, no lo dicen porque no reditúa votos; pero otros se encargan de decirlo, y el resultado final es negativo. Las relaciones entre una medida y su contexto no son sólo las de este ejemplo, relativamente sencillo, en el que el dinero que se gasta debe haberse obtenido también. Las relaciones económicas son múltiples, y también lo son las implicaciones de la política económica en los planos político, social, cultural, educativo, etcétera.

Esto no quiere decir que un proceso de cambio económico tenga que darse en un día, al sustituirse una política económica en términos globales por otra que, como Minerva naciendo de la cabeza de Júpiter en la mitología griega y latina, nace ya adulta y hasta con armadura y casco. De ninguna manera sería raro que este proceso se inicie con una medida o un paquete de medidas que representen sólo un primer paso. Esto es lo más común en los procesos de cambio. Pero si no tenemos conciencia de la necesidad de congruencia en la política económica, ese primer paso puede ser el último, puede fracasar por falta de continuidad o de congruencia con medidas tomadas en ámbitos colindantes.

Esto también conlleva que se vean todas las implicaciones de las demandas de sectores de la población. No en todos los casos es posible que se les dé gusto a todos en todo. Y es mucho más deseable que se inserten las medidas de cambio en un contexto, y se prevean en lo posible todas sus implicaciones, a que luego el resultado sea una marcha atrás o un descalabro.

La tarea no es fácil. Las inercias y los intereses inerciales siempre ofrecerán resistencia al cambio. Pero, además, la definición del sentido de los cambios es una tarea complicada y con diferentes aspectos y vertientes. Por lo mismo, es importante que el diálogo no se estanque en una simple contraposición de una posible medida contra otra, y menos de un calificativo o descripción genérica contra otra. Si para impulsar un simple proyecto productivo se requieren estudios cuidadosos y fundamentados, con mayor razón los necesita el cambio en el rumbo económico del país.