La semana pasada se rindieron homenajes a algunos de los consejeros ciudadanos del IFE. He sido uno de los homenajeados. Al contestar los reconocimientos que se nos hicieron, Santiago Creel, Jaime González Graf y yo enfatizamos que los demás consejeros ciudadanos habían cumplido su encargo con fidelidad y lealtad. Yo dije que se logró un equilibrio interno semejante al que le pediríamos a un buen sexteto de cuerdas. Sin falsa modestia, creo que trabajamos bien.
En la reunión del Grupo San Angel del pasado martes 27, Javier Livas lanzó un ataque muy duro contra quienes se han opuesto a la reforma política. No creo que pueda interpretarse que se refería a los demás consejeros ciudadanos como ``traidores a la Patria''. Muchos de los que estaban presentes me han confirmado mi propio criterio en el sentido de que no hubo tal injuria. El tono general del convivio fue absolutamente cordial y respetuoso.
Estoy preparando una remembranza de mi trabajo como consejero del IFE. En él y en otras entregas me voy a referir al estilo y méritos de cada uno de mis compañeros consejeros, pero hoy quiero adelantar algo sobre José Woldenberg, con quien tuve mis diferencias y a quien impacienté varias veces. Este es, a mi juicio, el perfil de su trabajo en el Consejo General:
1) Puso al servicio del proceso electoral, y por lo tanto del país, el profundo conocimiento que tiene de las cuestiones electorales, materia a cuyo estudio ha dedicado buena parte de su vida. Por tal razón, sus intervenciones en el Consejo y sus labores diarias como consejero siempre fueron doctas y oportunas. Yo en lo personal aprendí mucho de él.
2) Se dedicó con verdadera devoción a su tarea de consejero ciudadano. Mientras algunos otros consejeros combinábamos nuestras labores en el IFE con actividades cívicas, académicas, periodísticas o profesionales (como nos lo permitía la ley), José, sin abandonar sus inquietudes académicas, consagró la mayor parte de su tiempo, su creatividad y energías a sus tareas como consejero.
3) Promovió muchas iniciativas importantes dentro del IFE, como fue la creación de centros de votación que permitieran la mayor vigilancia de las elecciones de 1994, la realización de los Foros para discutir la agenda de la reforma electoral celebrados en el IFE el año pasado, así como múltiples propuestas en aspectos tan importantes como la revisión del padrón electoral, la organización electoral de 1994, la redistribución, etcétera.
4) Muchos de los mejores anteproyectos de los informes, acuerdos y dictámenes que presentamos conjuntamente los seis consejeros ciudadanos del IFE durante nuestro encargo, fueron elaborados por iniciativa de Woldenberg. El, con modestia, nunca reclamó los créditos para sí.
5) Después de las elecciones de 1994 supo detectar los cuatro grandes ejes de la nueva reforma política: 1) autonomía e independencia de los órganos electorales, 2) equidad en la contienda, 3) fortalecimiento del sistema de partidos, y 4) democratización de la representación. Su esquema fue base para las propuestas de reforma política que hicimos los consejeros ciudadanos en noviembre de 1994 y que luego fueron retomados en otras iniciativas como la del Castillo de Chapultepec y en las propias negociaciones oficiales de la reforma.
6) Siempre mostró sensibilidad y tacto para realizar sus labores con toda imparcialidad y objetividad, y para mantenerse alejado de los reflectores y de los escándalos.
7) Además, Woldenberg trabajó en forma incansable en el desarrollo de su actividad intelectual. Sin descuidar sus trabajos en servicio del Instituto Federal Electoral, produjo cuatro libros excelentes (Violencia y política, Así se vota en los estados, Una reforma electoral para la democracia, y una Antología de Francisco Zarco), así como múltiples artículos y ensayos en el corto periodo de dos años y dos meses de su consejería.
Sin menospreciar el trabajo de mis compañeros y el mío propio, yo diría que Pepe Woldenberg merece un reconocimiento público por su desempeño ejemplar como consejero ciudadano.