La Jornada Semanal, 1o. de septiembre de 1996


Entrevista con Mauricio Achar

Diversificar o morir

Morelos Torres

Mauricio Achar ha logrado el milagro de vender libros en un país que tiene menos librerías que Barcelona y, proporcionalmente, menos lectores que Haití. La librería Gandhi acaba de cumplir veinticinco años. Si el fundador de la India moderna ganó la guerra con el pacifismo, la librería que se ampara en su nombre ha logrado la no menos ardua hazaña de hacer negocio con los libros.



"Creo que todos los países parten de la educación", dice Mauricio Achar, director general y fundador de la librería Gandhi."Don Jesús Reyes Heroles, que hizo la reforma educativa, decía: educar a un mexicano cuesta mucho dinero; pero no educarlo cuesta más. Y es cierto. Todo parte de la educación: si tu padre no te enseñó el hábito de la lectura, es más difícil, adquirirlo a los veinticinco años. Una vez tuvimos la idea de sacar en una lista, en lugar de los libros más vendidos, los menos vendidos, para que se comenzaran a leer. Es que hay autores desconocidos que son magníficos, que hay que ponerlos para que la gente los lea. Pero era difícil establecer cuál se vendía menos, así que no lo pudimos hacer".

Cómo nació Gandhi, de dónde viene el nombre?

Gandhi nace en 1971, a instancias de mi mujer. Ambos íbamos a clases a la UNAM, y en esos momentos se nos ocurrió que podríamos hacer una librería. Y que ésta tuviera alguna diferencia con las demás: una galería y también cafetería. El nombre tiene un sentido muy simple: en ese momento de mucha violencia, nos dimos cuenta de que había un tipo que era no-violento, el Mahatma Gandhi, del cual nos enamoramos, cada uno a su manera.

En ese tiempo no había librerías que fueran galerías al mismo tiempo...

No. Ni cafeterías. En realidad, en ese momento la librería de vanguardia era la nuestra. Además, era una librería que no tenía mostrador. Tomábamos riesgos muy altos, porque robar libros es muy fácil.

Pronto vino una ampliación.

Tres años después, cuando pusimos una sección de discos. En ese momento estaba muy de moda la canción de protesta, la nueva trova, el folclor latinoamericano. Esta librería fue ampliada dos veces. Antes, había aquí una tintorería y una escuela de karate. En 1974 la tintorería quebró, así que ampliamos al doble. Y en 1980, negociamos con el del karate para que se fuera, y así pudimos reunir los tres locales.

De entonces a la fecha, muchas librerías han cerrado.

Sí. Por ejemplo, el Conacyt cerró veintitrés librerías.

Y otra más la iniciativa privada...

Claro. No sé cómo nos hubiera ido si nos quedamos con la librería solamente. A nosotros nos ayudó mucho que comenzamos a vender discos compactos, videos, backgammons, agendas y plumas. Ahora estamos vendiendo todo lo que se relacione con libros, discos o videos.

Aparte de esta estrategia, innovadora en su tiempo, de agrupar una librería, una cafetería y una galería, qué otras cosas hicieron para fomentar la lectura?

Yo soy actor de teatro. Íbamos a representar entonces La importancia de llamarse Ernesto. Pero en el último momento, nos dijeron que siempre no nos prestaban el teatro que habíamos convenido, en Coyoacán. Así que Germán Dehesa, que es mi director de teatro, mi maestro, me dijo: "No le hace, aquí en la cafetería podemos poner un templete." Y así comenzó el foro, con un templete, y así funcionó de 1972 a 1974. La cafetería servía como camerino. En la segunda etapa, se hizo un foro más convencional. Por aquí han pasado muchísimas gentes. Aunque era un foro experimental, había muchísima gente marginal que no tenía dónde actuar, como siempre. Teatro, música, obras infantiles... por ejemplo, toda la trova cubana comenzó aquí.

Es un sitio estratégico.

Claro, porque finalmente la zona cultural de la ciudad es el sur. Es por eso que ahora proliferan las librerías alrededor de la Universidad: encontrar librerías en otro lado es muy difícil.

Cómo surgieron El Parnaso y la sucursal de Bellas Artes?

La librería El Ágora era también de nuestro grupo, y por alguna razón necesaria tuvimos que venderla. En cuanto vendimos El Ágora, fundamos el Monte Parnaso. Cuando nos ofrecieron el local (que había sido un Banco y luego una librería de best sellers), a mí se me hizo un sitio maravilloso, en pleno centro de Coyoacán. Lo de Gandhi- Bellas Artes fue una cosa más romántica, porque le iban a vender el local a un restaurante, cuando había sido una de las primeras librerías de México, la de don Alberto Misrachi. Comenzó en 1928, y al principio no era librería, vendían revistas. Don Alberto cuenta historias maravillosas del sitio: por esa librería pasaron Diego Rivera, Siqueiros, Frida Kahlo, Remedios Varo, Leonora Carrington. Era como un centro de reunión de los intelectuales y artistas más destacados del país, sobre todo pintores. Don Alberto le dio una gran fuerza a la librería, pero estaba cansado; me parece que sus hijos no quisieron seguir, y nosotros la tomamos, para que no desapareciera. Además, era una manera de retornar al centro. Yo creo que es una librería muy bonita.

Cuál era la situación del libro cuando ustedes fundaron Gandhi? Se vendía mucho? Había posibilidades de importar, por ejemplo?

Había una efervescencia en torno a Marx, Engels y Lenin.

La editorial Siglo XXI dependía mucho de eso...

Ah, claro. Era la editorial. El Fondo de Cultura Económica y la editorial Era también estaban en su apogeo. Gandhi estaba en ese entonces y creo que sigue estando entre las librerías de ciencias sociales más importantes. Claro, ya existe mucha literatura, libros de arte. Pero iniciamos con libros de ciencias sociales, que se vendían de manera impresionante. Todo mundo tenía que leer a Marx y a Engels. Recuerdo que tuvimos una promoción muy grande con el FCE, recién nacida la librería, en 1972, un arreglo que nos permitió vender con el 50% de descuento. El Capital valía 225 pesos en ese tiempo; y era impresionante ver la gran cantidad de estudiantes que venían con sus ahorros, con las monedas que habían sacado del cochinito, a comprar sus ejemplares a $112.50, porque era como la Biblia de las ciencias sociales. Creo que en mes y medio vendimos quinientos ejemplares de las obras completas de Marx. Si no hubiéramos hecho esta promoción, hubiéramos tardado cinco años en venderlas.

Durante todos los setenta se dio este fenómeno.

Sí. Y el fenómeno de las peñas, de donde viene todo lo del folclor latinoamericano: es precisamente cuando nosotros decidimos que también había que vender discos.

Desde un principio vendían también libros de importación?

Sólo a partir 1973. Al principio todo era de aquí. Luego comenzamos a traer libros de Argentina, porque en España, antes de la muerte de Franco, casi no se editaba nada. Y fíjese que cuando Franco murió, el libro español comenzó a tener un incremento impresionante. Un volumen que se ha mantenido: ellos producen alrededor de 45 mil libros nuevos al año; México produce como ocho o nueve mil; Argentina, dos o tres mil. Entre todos los países de América, no llegamos ni a la cuarta parte de lo que se edita en España.

Cuándo se frenó la producción en Argentina? Con la dictadura?

Sí. Precisamente ahí muere la industria del libro argentina, y comienza a renacer en España. Se voltean los papeles. Lo que pasa es que las dictaduras queman libros, no les interesan, como a la caída de Allende, en Chile. Allí quemaban no sólo a Marx, sino hasta a Freud.

Ya no se recuperó la producción editorial argentina?

No. Ellos editan muchas cosas, pero producen pocos libros nuevos: nosotros editamos más que ellos. El caso impresionante, en cambio, es el de España. En ese país se dictan las pautas a seguir. Creo que ningún país europeo produce tal cantidad de novedades al año.

Era factible importar libros en ese tiempo? La gente los compraba?

Sí. La industria argentina estaba muy fuerte. Por cada diez pesos argentinos que usted compraba, compraba un peso de España. Ahora es al revés.

Qué enemigos tiene la lectura?

Creo que fundamentalmente la televisión, que se ha usado de una manera muy arbitraria: el tiempo que antes dábamos a los libros, ahora se lo damos a la televisión. Tiempo que le robamos a la lectura. Y aunque debería ser un placer, ahora leer se ha convertido para muchos estudiantes en un castigo: "tienes que leer tal libro". Aunque se ha roto el mito de que los libros son caros, porque ahora por el precio de un periódico se puede uno comprar excelente literatura. No se lee porque nos hemos vuelto flojos, negligentes, y porque creemos que lo mejor es llegar a casa, apretar un botón y ver la televisión.

Volvamos un poco a la historia. En los años ochenta ya España dominaba el mercado editorial?

Sí. En 1976 comienza a descender el mercado argentino. Se intenta reconstruirlo en 1984, pero ya era demasiado tarde. Por otra parte, aquí en México tenemos la ventaja de que la UNAM produce cerca de mil libros de los ocho mil que se producen anualmente. También es importante el papel del Fondo de Cultura y de la Universidad de Guadalajara. Esto se dejó de hacer en España: cuando ellos entraron al Mercomún, ya no les permitieron editar libros subsidiados, porque se generaba una competencia desleal. Así es como desaparece en España la Editora Nacional, que era el equivalente de lo que es aquí el Fondo.

Y hasta cuándo se mantuvieron fuertes editoriales como Siglo XXI y el Fondo?

Hasta mediados de los ochenta, creo, cuando cae el muro de Berlín y Rusia deja de ser comunista. Con el descenso de las ventas de los libros de ciencias sociales, nosotros tuvimos que dirigirnos a otras áreas de la lectura. La literatura empieza a tomar mucho más fuerza. Hay un nuevo boom latinoamericano de escritores jóvenes, que son apreciados en Europa, por ejemplo. Porque Europa deja de aportar a la literatura, y en América Latina hay un repunte: escritores chilenos, colombianos, peruanos y mexicanos. Un boom que todavía no muere, según creo, porque son muy pocas las aportaciones europeas. Kundera, por ejemplo, salva una editorial española que estaba totalmente quebrada ¡Una editorial salvada por un autor! Pero el hecho de que Kundera haya dado ese "alzón" porque estaba "dormido" antes de comenzar a vender muchos ejemplares no quiere decir que es la literatura europea la que repunta; lo que pasa es que cobran fuerza dos o tres autores: Duras, Yourcenar, etcétera.

En los ochenta empiezan a nacer pequeñas editoriales.

Yo creo que siempre han existido, son marginales. Hay también ediciones de autor, muy interesantes. Cuando nadie quiere editar un libro, el autor lo edita de su propio peculio. Pero esto no debe extrañarnos: sé que Cien años de soledad fue rechazado por muchas editoriales antes de que alguien lo quisiera editar: los editores a veces se equivocan.

Hubo algún año excepcional de venta de libros en Gandhi?

No. Ni creo que lo haya en el futuro. Creo que no hay muchos más lectores. Se mantienen los que hay. Lo que pasa es que nosotros comenzamos a suplir mucha venta de libros por discos, por videos. Hay momentos en que las ventas son casi el 50% de libros y el 50% de discos. Claro, también el disco tiene una función importantísima: la música clásica, el jazz, el blues, la música latinoamericana. Lo mismo pasa con el video.

Cuándo empezaron a vender libros de arte, que son las más caros?

En ese tiempo, los libros de arte sólo se veían en las vitrinas. Nosotros rompimos el mito de la vitrina, porque fuimos a Estados Unidos, compramos una gran cantidad de libros de arte, y los pusimos por pila. Claro, así bajaba muy considerablemente el precio. Comenzamos a hacer el arte un poco menos elitista; la idea era que llegara a más gente.

Han sido comprensivas las editoriales a la hora de venderles a usted?

Sí. Creo que una parte del éxito de esta librería se debe a la comprensión de las compañías que producen los libros. Creo que somos buenos seductores, y gracias a ello podemos tener cosas muy baratas. Promociones continuas, que son la base de una política bastante agresiva, como la nuestra. Eso de tener los libros afuera, por ejemplo, en la banqueta, ha sido una experiencia maravillosa. Hay personas que compran los libros afuera y que jamás han entrado a la librería; ni van a entrar. Eso es bueno porque se desacraliza la librería. Los libros están ahí, no muerden, los puedes tocar, y además si no los quieres comprar no tienes ninguna obligación, lo puedes hojear media hora si quieres. Creo que eso es importante: que los libros estén en la calle, sin ningún problema.

Tienen que estar creando nuevas estrategias constantemente.

Claro. Hay muchas cosas que se tienen que triangular para que resulte de todo esto lo que nosotros queremos. Y para que la gente esté contenta. Es una manera de decir: "bueno, yo tengo que defender a mis clientes, para que ellos paguen lo menos que se pueda por un libro; yo tengo que ganar una cantidad razonable, pero todos los beneficios que consiga con un proveedor tienen que llegar al que está comprando, porque él es quien hace el éxito de un libro".

Ha cambiado mucho el panorama de la competencia?

No surge muchas más librerías de las que hay. Las que existen, sólo se mantienen. Por ejemplo, el golpe de haber cerrado veintitrés librerías del Conacyt en un año fue terrible. Seguramente las cerraron porque no eran costeables: las crisis obligaron a retirarle los subsidios. La competencia no ha crecido.

Nosotros diversificamos la venta, ofrecemos un lugar de reunión. No es un lugar de reunión de escritores propiamente. Pero una cosa muy bonita de esta cafetería es que, si viene usted en la mañana, la gente está trabajando. Hay quien diseña, quien escribe, quien saca sus cuentas. Mucha gente considera esto una extensión de su casa. Por la tarde, hay gente que sale a las cinco o a las seis, y no sabe a dónde ir, así que vienen aquí a ver si encuentran un cuate con el cual jugar ajedrez, a charlar, a ver una mujer bonita.

Cómo han resentido la crisis?

Ha sido terrible. Dejamos de importar muchos libros, y además nos agarró con una deuda muy fuerte que todavía seguimos pagando. Sólo gracias a que teníamos tantos años aquí no quebramos. Finalmente, el 75% de lo que hay aquí es importado. Proviene de Argentina, de Colombia, de Estados Unidos, de España. Son divisas. Yo no creo que hayamos recuperado ese trecho. Por ejemplo, de una novedad española antes traíamos cien ejemplares y ahora traemos treinta. No hay poder adquisitivo. Pero por esta causa, nosotros estamos presionando para que los libros se editen aquí, porque así el precio baja a la mitad. La muestra es La historia de Sofía, que es un libro que ha vendido de manera impresionante, y que fue hecho aquí, con una calidad igual a la del libro importado, sólo que 50% más barato. Creo que este país está en su mejor momentopara exportar, porque tenemos bajos costos en relación a España, a Argentina, a Chile, donde los libros son carísimos. Lo que pasa es que no sabemos exportar. No existe alguna organización que se dedique a reunir a todas las universidades del país, por ejemplo, y salga a vender a todo Centro y Sudamérica, incluso a España, porque allá se les tiene mucho respeto a las universidades mexicanas.

Cómo les ha ido en las ferias?

Mal. Las ferias que se hacen dentro de una instalación encarecen los libros. Los organizadores cobran mucho por un stand. Nosotros estamos tratando de boicotear las ferias de este tipo. Queremos irnos a la calle; es preferible hacer ambulantaje con los libros que meterse a una feria. Ferias en plazas públicas. De esta manera no se tienen tantos gastos. Porque en las otras ferias hay que enviar los libros, pagar transporte, pagarle hotel a tus enviados, regresar libros que se maltratan y que no se pueden vender. Es muy complejo. Ahora bien, la Feria del Libro de Guadalajara es importantísima, pero tiene otro sentido, que es el de cerrar tratos. Es la feria de su género más importante en Latinoamérica: vienen escritores y editores de Perú, de Chile, de Brasil, de Argentina. Pero no trata de promover la lectura, de llegar a la gente.

Cuál es el panorama actual del libro desde el punto de vista de Gandhi? Qué hay por hacer?

Queremos hacer muchas cosas. Queremos hacer unas ferias delegacionales, al aire libre, porque hay delegaciones que tienen más habitantes que un país centroamericano. Y queremos hacer ferias en portales, en explanadas, para que la gente no tenga que entrar a un recinto ferial. Este proyecto les gustó mucho a las autoridades del CNCA. Si esto funciona, si se hacen ferias donde se ofrezcan libros, discos, videos, juguete educativos, si se les enriquece y funcionan, esto se puede trasladar a nivel nacional y creo que podríamos llegar a tener mil ferias al año. Pero que los libros estén en la calle, para que la gente se tropiece con ellos. Si este proyecto se llega a lograr, creo que ya me puedo morir tranquilo:mil ferias del libro al año.