La Jornada Semanal, 1o. de septiembre de 1996


Dos poemas

Ricardo E. Molinari

Hace unas semanas murió Ricardo E. Molinari (1898-1996). A pesar de que el poeta argentino es una de las mayores voces del idioma, en México no ha tenido los lectores que sin duda merece. Gracias a José Emilio Pacheco, quien recientemente obtuvo el Premio Internacional de Poesía José Asunción Silva por su libro El silencio de la luna, disponemos de una semblanza y dos poemas del autor de Las sombras del pájaro tostado.





El esplendor de su narrativa hace perder de vista que Argentina es también un país de grandes poetas. Uno de ellos, Ricardo E. Molinari, acaba de morir el 2 de agosto, a los 98 años que había cumplido el 20 de mayo. Molinari proporciona un sólido argumento a la hipótesis de que la gran generación poética del siglo XX es la que abarca las dos orillas del idioma e incluye a los nacidos de 1891 a 1906: los poetas españoles del 27 lo mismo que Vallejo, Neruda y Borges y el grupo mexicano de "Contemporáneos".

El imaginero, primer libro de Molinari, es simbólicamente de 1927. Aquel mismo año, Rafael Cansinos Assens lo elogió en su Panorama de la nueva literatura. Participó en las publicaciones ultraístas animadas por Borges y con Alfonso Reyes hizo los Cuadernos del plata. A la muerte de Reyes en 1959 publicó una "Elegía". El otro poema mexicano en la obra de Molinari es "Acolman", de 1967, dedicado a Pellicer. En 1933 viajó a España y conoció a Alberti, Altolaguirre, Diego y Moreno Villa. Con casi todos ellos Molinari comparte el gusto por las formas que generalizó la vanguardia y el dominio de la versificación del Siglo de Oro y la lírica de los Cancioneros medievales. Molinari se apropió de la tradición peninsular y la convirtió en habla argentina. Acaso sus mejores poemas son aquellos escritos en los versículos inventados por San Jerónimo para dar en latín la amplia respiración del verso hebreo. En ellos Molinari parece muy próximo a libros como Sermones y moradas de Alberti, La destrucción o el amor de Aleixandre y Poeta en Nueva York de García Lorca.

Molinari no tiene biografía. Se empeñó en no ser conocido más que como una voz poética, como un hombre que escribió sólo para su dicha y su placer. Empleado hasta su jubilación en la Biblioteca del Congreso argentino, publicó más de cincuenta cuadernos o plaquettes, parcialmente difundidas gracias a selecciones como Mundos de la madrugada (1963), El cielo de las alondras y las gaviotas (1963) y Las sombras del pájaro tostado (1973). Todas las antologías importantes lo incluyen, de Laurel a la de José Olivio Jiménez. J. M. Cohen habla de él en Poesía de nuestro tiempo. Sin embargo, Molinari sigue siendo un gran poeta aún por descubrir. Los dos poemas aquí reproducidos son apenas una invitación a su lectura.