LOS RIESGOS DE LA SOBRIEDAD

El presidente Ernesto Zedillo sujetó su segundo informe a la línea de parquedad de sus declaraciones cotidianas. Resumen de lo actuado y reiteración de principios y propuestas, el acto ceremonial de San Lázaro fue desprovisto de la vocación retórica y las pretensiones analíticas que en otras fechas habían convertido tales mensajes en falsos parteaguas históricos.

Desafecto a imprimir acentos especiales a sus palabras para satisfacer expectativas de circunstancia o de calendario, Zedillo ha preferido correr los riesgos de que su sobriedad sea entendida como falta de contenido o ausencia de pasión política. Momentos como el de ayer, tensados por la violencia reciente del Ejército Popular Revolucionario, y por la agresión sostenida de la miseria, la corrupción, la desigualdad y la inseguridad, parecían construir un escenario ideal para escuchar un mensaje presidencial distinto, con una construcción discursiva más alentadora y con una propuesta de futuro que concitara más apoyo en su derredor.

También parecía la de ayer una fecha propicia para establecer una forma de deslinde con el fantasma del salinismo, cuyos perfiles en ocasiones parecen materializarse y cuya exorcización es una creciente demanda popular.

Pero Zedillo prefirió ser fiel consigo mismo y desechó la tentación de la frase de ocasión y del aplauso fácil. Con rigor, enumeró hechos y logros, reiteró líneas de gobierno, insistió en las dificultades que restan por superar, y contrajo su informe a la difícil realidad del presente.

Las reacciones a ese estilo de gobernar fueron diversas, y pasaron desde los tradicionales aplausos y puestas de pie en el Palacio de San Lázaro -haya dicho lo que haya dicho ``el Señor Presidente''-, hasta las críticas de quienes entendieron la actitud presidencial como desangelada y alicaída.

Remarcada la continuidad, sin cambio a la vista de la línea económica, el presidente Zedillo abrió mínimamente el cofre de la esperanza en el terreno político, primero al reconocer que con la reforma electoral recientemente aprobada por consenso ``no se marca el fin del camino, sino apenas el inicio de una nueva época'', y segundo, al convocar a todas las fuerzas políticas a realizar unas elecciones ejemplares el año venidero.

Quienes esperaban anuncios llamativos y arranques espectaculares de nuevas etapas en el actuar presidencial deberán esperar a otra fecha. Por ahora, el presidente Zedillo informó, con sobriedad extrema, de lo hecho en su segundo año de ejercicio, reiteró los conceptos maestros que lo guían, y virtualmente comenzó a escribir las primeras líneas de su tercer informe con una caligrafía estable, sin arrebatos, sobre un papel cada vez más agitado