La Jornada 2 de septiembre de 1996

``Fue un paseo por las nubes'': Fox

Mireya Cuéllar e Ismael Romero -¿Cómo evalúa la actuación del presidente Zedillo?

-Hace lo que puede -respondió lacónico el nuncio apostólico Girolamo Prigione. Y como él, hubo otros opinadores tempraneros.

``¡Allá viene Vicente Fox!'', gritó un reportero. ``¡Córrele! ¡Córrele!''

En la entrada principal de San Lázaro, frente al enorme escudo del águila y la serpiente, talla del maestro Chávez Morado, una gran mancha de periodistas permanecía a la caza de políticos, empresarios, curas, diplomáticos y todo ente entrevistable.

Incómodo en su saco azul, su corbata verde subido y su pantalón caquí, Vicente Fox respondía la misma pregunta hecha al nuncio apostólico.

-¿Su balance del segundo año de gobierno?

-El Presidente anda de apagafuegos.

De su ajuar cotidiano, el gobernador de Guanajuato sólo traía las botas vaqueras, puntiagudas, negras. Dispuesto, opinador, Fox habló del modelo económico: ``Hay que hacer muchos cambios y ajustes''. También del Presidente: ``Anda tapando hoyos''. Y del país: ``En franco deterioro.''

Otro panista, Francisco Barrio Terrazas, fue menos crítico.

-¿Qué opina del liderazgo del Presidente?

-Se ha ido afirmando.

Héctor Terán Terán, de Baja California, no difirió: ``Se va consolidando a medida que pasa el tiempo''.

Por la puerta principal entraban los invitados especiales. Mercedes, Cherokee, Gran Marquís, Spirits, las marcas preferidas de quienes tienen algo que ver con la política, y de sus guaruras. Todavía los autos y las camionetas no se detenían del todo y los guardaespaldas ya tenían sus puertas semiabiertas. Recorrían el último tramo en el estribo, prestos a cubrir al jefe.

A esa parte de Congreso de la Unión sólo se llegaba con gafete especial o con invitación. Así lo hicieron Manuel Bartlett, Enrique Burgos, Otho Granados, Manuel Alvarez Lima, Patricio Chirinos y no más de 10 seguidoras de Guillermina Rico, instruidas para gritar vivas desde un enrejado a los titulares de las delegaciones políticas donde tienen instalados sus puestos de comercio ambulante.

Desde la esquina de Fray Servando y Congreso de la Unión no había paso. De saco y pantalón oscuros, cientos de hombres de cabello bien recortado estaban apostados a los costados del carril que lleva hasta la Cámara de Diputados.

En los estacionamientos, en las puertas, en las bocacalles que dan al recinto donde el Presidente daría su segundo Informe de gobierno, cientos de ojos lo vigilaban todo.

``Unidad sospechosa''.

Corrió el mensaje vía radios portátiles. Un destartalado auto amarillo, con tres tripulantes a bordo, circulaba sobre Congreso sin que nadie (del equipo de seguridad que lo detecta) se explicara su presencia. Pasó de largo y salió de la zona restringida, sin más.

Seguían llegando: Madrazo, sí, Roberto, el de Tabasco. Marco Antonio Bernal, que no quiso hacer comentarios. Pablo Chapa Bezanilla, que no respondió a la broma que le juega un reportero: ``¿Qué opina del nuevo fiscal?'' También arribó Fernando Gutiérrez Barrios, a quien todos, reporteros incluidos, le dan el trato de don.

Pero los más desmañanados fueron los miembros del equipo de porras de la enferma Guillermina Rico, que desde el otro lado de la calle, frente a los reporteros, separados por una malla y la veloz oruga llamada Metro, gritaban desde la siete y media de la mañana: ``¡Piña, limón y papaya/ Guille nunca falla!''

Era un grupo compacto, instalado a los pies de la estatua ecuestre de Guadalupe Victoria, que cansado de gritar ``porras'' al Presidente y a su lideresa -que está hospitalizada por un derrame cerebral- terminó a las dos de la tarde vitoreando al Estado Mayor Presidencial.

Diego Fernández de Cevallos sacó a los reporteros de su tedio. La lectura del informe se había iniciado media hora antes, nadie podía desde entonces entrar, moverse del lugar, cuando él ya iba de salida.

Furibundo, mostraba su enojo a todo lo que daba: ``No me siento representado en un Congreso donde las cámaras (de televisión) no enfocaron a un cerdo con máscara de cerdo. Hay cosas que dan asco... que un individuo denigre de esa forma la República''.

Los reporteros de la explanada sabían que algo pasaba. En el reproductor del sonido colocado en la calle la voz del Presidente se apagó de repente y dio paso a un murmullo. Marco Rascón se puso una máscara de cerdo, que por lo visto no necesitaba, medio informó el ex candidato a la Presidencia de la República. ``Les ruego que me dejen salir. No quiero hacer más comentarios''. Y se alejó.

``¿Qué hubiera hecho si él fuera el Presidente?'', se preguntaban los reporteros, sorprendidos con su actitud. No faltó periodista que aventurara una respuesta. La orden habría sido: ``Fusílese (a Rascón) al amanecer''. Así se pasó el rato.

Más de una hora después el Presidente y su gabinete salieron a toda prisa. Tras ellos, otra vez la marejada de entrevistables. La mayoría de los secretarios de Estado eludieron a la prensa. Carlos Rojas volvía el rostro para el lado opuesto por donde lo bombardeaban los reporteros, hasta que alcanzó el camión con la leyenda ``gabinete legal''.

Entre empujones, Emilio Chuayfett precisó que para el caso del EPR se persigue a individuos en concreto, y no a todos los miembros de las organizaciones que han sido señaladas como afines a esa guerrilla.

``Yo nunca dije que los mercados no iban a reaccionar ante hechos como los que tuvimos en días pasados (la reaparición del EPR)'', aclaraba el titular de Hacienda, Guillermo Ortiz Martínez.

Más allá, Alfonso Molina Ruibal, presidente de la Comisión Colosio de la Cámara de Diputados, asentaba: ``La designación del nuevo fiscal la recibimos con relativo escepticismo y esperamos que cumpla su responsabilidad. Independientemente del lugar de donde haya salido (la CNDH), la responsabilidad es del procurador general de la República''.

Los reporteros parecían jugar al ratón loco. Otras grabadoras registraban la sentencia de Antonio Lozano Gracia: ``Los diputados tuvieron la opción de hacer propuestas (de fiscal), así que si no les gusta, que ahora no se quejen''.

A unos pasos, Jesús Ortega, secretario general del PRD, recriminaba a título personal la actuación de Rascón. ``Comparto que hay indignación por las mentiras y rabia contra la demagogia, pero no comparto que se manifieste con actos grotescos''. Se analizará la posibilidad de hacerle un ``extrañamiento'' a Marco Rascón y algún tipo de llamado de atención a Víctor Flores, el presidente del Congreso del Trabajo, que le arrancó la máscara de cerdo.

Y no faltaron los ``qué opina del informe''. Vicente Fox aportó una definición cinematográfica: ``Fue un paseo por las nubes''. Serio, Jesús Ortega: ``El Presidente no cumplió con su obligación constitucional de informar''. Del PT, el diputado Joaquín Vela dijo que fue muy genérico, ``con lagunas''.

Y como en estas ocasiones nunca faltan los que ``coinciden en señalar'', pues para el líder priísta Roberto Campa Cifrián; el secretario de Comercio, Herminio Blanco; el gobernador de Sinaloa, Renato Vega Alvarado; el canciller José Angel Gurría; el procurador capitalino, José Antonio González Fernández y el empresario Carlos Abascal, el informe fue ``muy completo, franco, objetivo, realista, interesante y cumplió con las expectativas''