La Jornada 2 de septiembre de 1996

En Garibaldi el hampa sentó otra vez sus reales; 60 delitos diarios

Raúl Llanos Samaniego Sólo dos meses reinó la seguridad en la zona de Garibaldi: los meses previos a la reinauguración que hiciera a fines del año pasado el regente Oscar Espinosa Villarreal. Hoy es, a decir de músicos y comerciantes, refugio de drogadictos, indigentes y grupos de delincuentes, quienes participan en los cerca de 60 delitos diarios que se cometen en este punto de la ciudad, y que en su mayoría no se denuncian.

En un recorrido por esa zona se constató que el reclamo es general: mayor seguridad y vigilancia, más elementos policiacos, pero también rotación de los que están asignados actualmente allí, ya que se han vuelto cómplices del hampa organizada. Lamentan, además, que los niveles de inseguridad hayan ocasionado una drástica baja de turistas extranjeros y nacionales.

No hay hora ni lugar en que se esté a salvo. Riñas, robos, agresiones, asaltos, violaciones o extorsiones por parte de elementos policiacos se han vuelto parte del acontecer diario. La situación es tal que quienes lo denuncian piden el anonimato. La represión y la venganza también son una constante.

Apenas la noche de ayer un turista argentino filmaba con su cámara de video el cantar de los mariachis. En eso estaba cuando tres jóvenes drogadictos lo rodearon y lo despojaron de su equipo. Más tarde, una mujer en estado de ebriedad destrozó los cristales de un vehículo.

Los integrantes de un grupo de mariachis aseguran que los delincuentes, tras cometer su fechoría, se esconden en un edificio cercano al restaurante Tenampa. ``Ahí entran y ni quién los saque ni quién se arriesgue siquiera a asomarse'', afirman.

Un trío conocido en Garibaldi resume así la situación: ``El problema aquí son los rateros, los chavos que todas las noches deambulan por la plaza inhalando thíner o cemento, o que se esconden en los portales, y ya bien pasados se dedican a robar a medio mundo.

``La policía los ve y no hace nada. Se hacen de la vista gorda, pero no fuera una persona con traje porque apenas los ven salir con unas copas encima de algún restaurante o algún bar y luego luego van tras él y lo extorsionan y le sacan su lana. A quienes deberían de llevarse son a los drogadictos'', expresan.

De acuerdo con comerciantes de esta zona, hay jovenes que ya están afectados de sus capacidades mentales por tanta droga que consumen; son personas que ``luego andan corriendo por ahí en paños menores, y eso es un espectáculo denigrante tanto para Garibaldi como para los turistas. Y ante eso nadie hace nada''.

Juan Manuel, quien toca el acordeón en un grupo de música norteña, asegura que tienen ya aquí cerca de 10 años de trabajar, de contratarse al mejor postor. Recuerda que el año pasado ya se había terminado, de alguna manera, el problema de la delincuencia.

``Fue precisamente cuando el regente (re) inauguró aquí, pero el gusto nos duró poco, porque de nuevo la delincuencia sentó sus reales, y no me equivoco en decirle que diario se registran como 60 delitos, y antes no eran tantos. Si no es la riña en algún bar, es el robo o el asalto en la plaza o la violación en las calles cercanas, que están bien oscuras''. Lo malo, indica el músico, es que muchos no se quejan ante la policía, prefieren irse y nunca regresar. ``Mire, si los denunciaran, yo creo que ya se hubieran tomado cartas en el asunto, pero están dejando caer a Garibaldi''.

Hoy la queja de muchos mariachis, comerciantes, trovadores y visitantes es hacer de esta zona un espacio de recreación, un lugar limpio y seguro, ``porque por eso --el hecho de la inseguridad-- la gente ya no quiere venir''.

Coinciden en señalar que ya se ha hecho patente la situación al delegado en Cuauhtémoc, Alejandro Carrillo Castro, sin embargo, no se ven soluciones.

Ahora sus posibilidades de contratarse se ven cada día más reducidas en la plaza de Garibaldi. Mariachis, trovadores y grupos norteños se apostan cada vez en mayor número a las orillas del Eje Central Lázaro Cárdenas en espera de que alguna persona contrate sus servicios, porque adentro ``ya somos muchos y luego ya nadie quiere entrar''