Eduardo R. Huchim
Perder el alma

Monocorde, apenas alterada su exposición por el incidente protagonizado por Marco Rascón, Diego Fernández de Cevallos, Víctor Flores e Irma Serrano, el Segundo Inforne de Gobierno del presidente Ernesto Zedillo ofreció cifras y datos alentadores en el ámbito macroeconómico, a pesar de que --ya se sabe-- mientras éstos no se reflejen en la mesa y el bolsillo populares, su importancia será necesariamente menor.

El Informe fue en su mayor parte la reiteración de conocidas tesis presidenciales. Transcurrió sin grandes novedades, quizá con la excepción del anuncio sobre las iniciativas de reformas que enviará el mandatario al Poder Legislativo. Por momentos pareciera que el Presidente intenta afrontar y resolver muchos problemas nacionales con la sola reforma de leyes, olvidando que lo más importante no es la presencia de éstas sino su aplicación y soslayando la existencia de actos de gobierno, y suyos personales, que no ayudan a la cultura de la ley.

Veamos un ejemplo: la reforma electoral es el mayor logro político del sexenio zedillista hasta ahora, y por ello mereció el aplauso que ayer se le dio en la Cámara de Diputados. Pero en el mismo recinto estaba como invitado un personaje, Roberto Madrazo, cuya permanencia en el gobierno de Tabasco contradice el espíritu de la reforma y pone en duda su consolidación futura en el terreno de los hechos. En tanto la impunidad persista en delitos relacionados con las elecciones --recuérdense las pruebas que en decenas de cajas de documentos aportó Andrés Manuel López Obrador contra Madrazo--, se estarán enviando mensajes negativos sobre la vigencia efectiva de la reforma comicial, más aún si el infractor tabasqueño recibe literalmente el abrazo presidencial.

Por supuesto, las reformas legales son importantes, pero no suficientes para hacer avanzar al país. Las leyes son cimientos, pero no edificio. ¿De qué sirven por ejemplo leyes más punitivas --en las cuales puso énfasis Zedillo-- si la policía no captura a los delincuentes?

Cifrar las metas gubernamentales en la macroeconomía y en la proliferación de reformas legales, descuidando su aplicación, corresponde a un ejercicio tecnocrático, sin alma, del poder. Para poner énfasis en la vida sobrenatural, los cristianos suelen enunciar una pregunta de inspiración bíblica: ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? En lenguaje laico, se podría preguntar: ¿de qué le sirve al gobierno mexicano ganar las estadísticas, la macroeconomía completa y lograr un marco jurídico perfecto si pierde lo esencial? Es en esta esencia nacional donde el gobierno de Ernesto Zedillo tiene un déficit sustantivo que puede resumirse en tres grandes rubros: la deuda social, la violencia con sus variadas vertientes y los crímenes políticos.

La deuda social ha crecido, como lo acredita el hecho de que respecto a 1992 hay ahora 18.5 por ciento más de población en pobreza extrema, 16.1 millones de personas. (El Financiero, sábado 31 de agosto de 1996, p. 6.) Acreedores de este débito son también los millones de mexicanos agobiados por las deudas y las amenazas de embargo y quienes han sido lanzados al subempleo que muy frecuentemente es desempleo disfrazado. La violencia también ha crecido e introducido un fuerte ingrediente de angustia a la población. La violencia delincuencial victima todos los días y en forma creciente a la sociedad, y en algunas ciudades --Tijuana, Guadalajara, Ciudad Juárez, Distrito Federal-- casi la ha desestabilizado. Y la violencia del Ejército Popular Revolucionario, confusa y condenada por casi todos, ha generado un foco múltiple de inestabilidad. Esta violencia será combatida --dijo el Presidente-- ``con toda la fuerza del Estado'', una reacción lógica después de los ataques del EPR, pero será importante el estricto cumplimiento del compromiso presidencial de hacerlo con apego total a los derechos humanos.

Ante la explosión de violencia delincuencial y política, el gobierno se ha visto ineficiente y, en muchos casos, impotente. Y esto --importa señalarlo y reiterarlo-- desnaturaliza una función esencial del Estado: procurar seguridad.

Los crímenes políticos ofrecen aún zonas de penumbra. El cometido contra Luis Donaldo Colosio sigue sin resolverse, y las terribles sospechas sobre la autoría intelectual permanecen y se agrandan, mientras la Procuraduría General de la República no se atreve a citar a quien tarde o temprano tendrá que declarar, el ex presidente Carlos Salinas de Gortari. La gravedad de esta irresolución no se atenúa porque el Presidente la omita en su Informe.

Estos asuntos constituyen el núcleo de lo que el gobierno debe atender prioritaria y exitosamente porque forman la esencia del interés nacional. En tanto no lo haga, seguirá con el alma perdida.