Un paso igual al anterior igual al venidero. En esencia es la misma geometría de fémures, tibias y peronés, astrágalos y calcáneos, pero cada quien tiene su propio andar de acuerdo a lo que hace y el horizonte que comanda.
Muy reconocida por todos es la forma de andar de los célebres marchistas que ha tenido México. Medallas que presumir, aunque esta vez los jueces como siempre nos perjudicaron. ``Flotar'' es lo que descalifica, es decir el punto preciso en que el movimiento pasa de caminata a carrera, algo que de cualquier modo ``todos hacen'', como comprueba la repetición en cámara lenta. Fuertes vastos y un gastrocnemio imponente, basculación de la cadera. Bernardo Segura, personaje del momento con su presea olímpica al pecho, es una celebridad porque puede caminar kilómetros y kilómetros sin reposo sobre el horizonte de una precisa meta en el estadio.
También de actualidad son los movimientos del combatiente, la manera de caminar que prescribe el Curso básico de guerra con que el EPR adiestra a sus elementos (La Jornada, 25/08/96): ``avance pecho a tierra, avance a gatas, avance en pato de ganso, avance de patito, patito modificado, avance de costado, avance a saltos luego de tenderse pecho a tierra.'' Distintas circunstancias, formas diferentes de marcha. Un horizonte que refulge de utopía y en consecuencia un tortuoso sendero sólo caminable de los modos prescritos.
El horizonte de una mujer embarazada es más inmediato, parir, y camina hacia él con lo que los libros de medicina llaman marcha de pato. Abre los pies, inclina hacia atrás el esqueleto para contrarrestar la ya gigantesca panza y camina como calzando aletas en una trayectoria de los pasos divergente más que paralela. Marcha del segador en el paciente hemiplégico, marcha claudicante, marcha prototípica, persiguiendo sin alcanzar nunca el centro de gravedad, cada vez más hacia adelante hasta por fin caerse, la marcha del Parkinson.
Ese es el dominio de la fisiología, pero también en lo social existen formas precisas de andar lo que ha de andarse. Manuel Antonio Carreño, autor del longevo Manual de urbanidad y buenas maneras, prescribe: ``Nuestro paso no debe ser ordinariamente ni muy lento, ni muy precipitado; pero es lícito a los hombres de negocios acelerarlo un poco en las horas de trabajo [...] Sólo las personas ordinarias asientan fuertemente los pies en el suelo, y forman grandes trancos para caminar. Respecto del paso demasiado corto, esta es una ridícula afectación, tan sólo propia de personas poco juiciosas.'' Por vuestros pasos os conocerán.
Cuando un alto diplomático desea visitar la Basílica de Guadalupe, ya conoce los pasos prescritos por el ceremonial mexicano, vigente desde los años sesenta. Si se traslada en limusina, si debe saludar al abad, si es preciso concertar una misa privada. Saber cuándo detenerse y dejar el paso o cuándo tomar la acera o el pódium, saber entrar a un salón lleno de personas distinguidas, saber los gestos y reverencias que se estilan donde se fuere. Al doctor Ernesto Zedillo lo traicionaron precisamente eso, sus pasos, en la ceremonia protocolaria en que asumió la primera magistratura. Los pies simplemente jalaron a la izquierda en ese caso y hubo de desandar lo andado.
Pero lo cierto es que se camina cada vez menos o en todo caso ese es uno de los resultados de la vida moderna. Los horizontes se vuelven verticales e inmediatos y entonces sólo hay que caminar de la puerta al coche, del coche a la oficina, de la oficina al coche, del coche a la cantina, etcétera, unos cuantos pasos al día semana tras semana. Acaso otra definición de los grandísimos contrastes en la vida nacional, pensando que tal vez hay un tepehuano que tiene que caminar tres días para llegar de su casa al poblado más cercano o que todos los huicholes caminan semanas y semanas para ir y venir de la tierra sagrada donde moran los dioses. El sedentarismo es causa tipificada de infarto y en general padecimiento coronario en las ciudades.
Si la vista y el alma están fijos en el horizonte, los pies sólo atienden el piso, se mueven sobre el presagio del hoyo que se abrirá y ``no tiene, que no tendrá consuelo''.