Sergio Aguayo Quezada
¿Unidos?

La parte más débil del segundo Informe presidencial tiene que ver con la aparición de la guerrilla, con el sainete que se dio durante el acto, y con la Primera Jornada Nacional de Condena a la Política Económica del Gobierno, que están organizando Alianza Cívica y El Barzón, entre otras organizaciones, para el domingo próximo.

Visitar Informes del pasado en bibliotecas, permite observar las múltiples formas en que los presidentes conciben a México. En la lista de palabras claves, hay pocas tan favorecidas como la ``unidad'' a la cual invocan, y en la cual se regodean. En medio de la crisis de 1976, Luis Echeverría exaltó a los mexicanos que, pese a todo, manteníamos la ``unidad esencial en la democracia''. De acuerdo a un análisis de contenido hecho por Fabiola Valor para el periódico Reforma (2 de septiembre), la ``unidad'' fue el concepto que más utilizó Ernesto Zedillo durante su Informe.

Desafortunadamente, el sentido que dan al término encierra un gran problema. En los primeros párrafos de su alocución, Ernesto Zedillo recordó que en el inicio de su gobierno dijo que "unidos venceremos la emergencia económica". Completó el círculo de su argumentación al decir que estaba "absolutamente convencido de que con nuestra unidad y nuestro esfuerzo iniciaremos una nueva etapa``. Con la "unidad'' garantizada nos avisó, sin inmutarse, que "continuaremos con la aplicación rigurosa de los criterios de política económica". El Presidente sabe, todos sabemos, que en ese tema los mexicanos no estados unidos. De hecho, el Presidente y su partido nos han impuesto una política económica; la unidad sólo existe en la frecuentada galaxia de los buenos deseos.

En 1994 la oposición recibió cerca del 50 por ciento de los votos, y todos ellos criticaron el día del Informe la política económica. El desacuerdo no es grave; forma parte de la democracia. Lo preocupante es lo insuficiente o lo inadecuado de los canales para transmitir, y la falta de voluntad para atender las diferencias.

La secuencia del acto lo demuestra; primero hablaron los opositores a una sala medio vacía. Cuando terminaron, llega el Presidente que presenta su visión de México sin que nadie lo pueda contradecir. Entonces surge, espontánea, la protesta de Marco Rascón, que es silenciada por la televisión, y luego viene un enojo bastante generalizado por la falta de respeto.

Puede uno estar en desacuerdo con ese tipo de protestas, y puede uno preguntarse sobre su utilidad. Aun así, es necesario reconocer que ese tipo de protestas encuentra razón de ser, y justificación, en la forma en que funcionan nuestras instituciones políticas. El dilema lo tienen todos los inconformes con algún punto de la gestión gubernamental: ¿cómo practicar la democrática protesta? ¿cómo hacerse oír para que el gobierno responda? ¿cómo desmantelar el autoritarismo y combatir la corrupción?

Algunos ya decidieron que la única vía existente es la armada, aunque es obvio que las dos guerrillas conocidas han elegido, cada una, formas diferentes de lucha. Muchos más seguimos empecinados insistiendo en la vía pacífica, por considerar que todavía no está agotada.

En esta búsqueda de alternativas pacíficas hay que ubicar la jornada del próximo domingo que está siendo organizada por Alianza Cívica y El Barzón, entre muchas otras organizaciones. El propósito es hacer un inventario sobre el efecto de la crisis en la gente, y encontrar una forma de protesta pacífica. El método es artesanal y corresponde a los recursos disponibles: dentro de reglas generales, todo ciudadano que lo desee pondrá su mesa en lugares públicos y se pasará el día pidiéndole a los transeúntes el llenado de un cuestionario. En estos momentos todavía es difícil decir cuántas mesas se instalarán, porque siempre viene, al final, una oleada de entusiasmo.

Aun tomando en cuenta esta posibilidad, a estas alturas resulta obvio que en comparación con las consultas organizadas por la Alianza Cívica en 1995, la jornada del domingo es la que está teniendo mayores problemas de coordinación, recursos y difusión. Es previsible que los resultados no correspondan a las expectativas y que tengan que discutirse, después del hecho, los mecanismos para hacer más eficaces y exitosas las consultas, y que tenga que replantearse la definición del éxito.

Hay, es obvio, motivos para un optimismo moderado. Pese a las resistencias, el Informe y el país siguen modificándose, y la jornada ciudadana del próximo domingo es otro síntoma de una sociedad en transformación que explora nuevas formas de participación con avances y retrocesos. De lo vivido hasta ahora, una lección se desprende bien clara: la unidad que no respeta o atiende a los diferentes se convierte en un camino directo al conflicto.