Pareciera que los tercos hechos conspiraron en contra del Informe presidencial y su mensaje de que ``México está otra vez de pie'', como se pone en el cintillo de La Jornada del día 2, cintillo en el que ya esos hechos asoman su intransigencia, cuando se reconoce que ``la amenaza surge''.
Lo que sucede es que no se pueden confundir buenos deseos e intenciones, con realidades. La intención en el informe es encontrar en Chiapas salida mediante el diálogo y atención a la miseria; la atención a la miseria no deja de ser la repetición de una promesa de cumplimiento siempre postergado, y el diálogo se rompe porque el EZLN juzga que no existen condiciones que garanticen el compromiso del gobierno a una salida seria, política e incluyente. La falta de ese compromiso la han podido constatar quienes han visto la forma muda de dialogar de los representantes gubernamentales en las mesas de San Cristóbal de las Casas.
En el Informe se habló del terrorismo como la amenaza que se cierne sobre este ``México en pie'', pero no se puede decir que sea terrorismo, estrictamente hablando, el ataque del EPR a fuerzas armadas. Esperamos todos que esta lucha provocada por los errores, las corruptelas y los a-busos de poder, en efecto no desemboque en terrorismo por parte de los rebeldes, pero tampoco en guerra sucia y persecución indiscriminada por parte de las fuerzas armadas.
Los hechos contradijeron al informe prácticamente desde su mismo desarrollo, y a partir de los incidentes provocados por la crítica dura, chocarrera pero no injustificada, que hizo Marco Rascón.
Por un lado, los carteles que exhibía se referían sin duda a temas que tienen descontenta a la parte del pueblo de México que ha tomado conciencia del drama político que vivimos en estos tiempos; gritaban esas letras lo que muchos mexicanos hubieran querido gritar, en defensa de la soberanía nacional comprometida, en contra de la protección a gobernadores acusados de delitos, señalando el continuismo de la política económica de Carlos Salinas, o destacando el riesgo de un golpe militar, o bien advirtiendo de la exoneración del hermano incómodo, Raúl Salinas.
Por otro lado, la ironía extrema, chocarrera de Marco Rascón, nos mostró tal como son varios personajes de nuestra política; el único que llegó hasta él y le quitó la máscara, no pudo expresar nada coherente y sólo alcanzó a espetar, como un adolescente indignado en un pleito callejero o un chofer de Combi discutiendo con otro, una mentada de madre, que de algún modo pone a nuestros ojos otros hechos: la cultura de los dirigentes sindicales, sus modales, el nivel de sus reacciones.
También se pudo constatar la unanimidad de PRI-PAN-PT ante la audacia de Rascón; la intransigencia y la violencia de la actitud de los dirigentes, en especial la de Diego a quien, por lo que se ve, le importa mucho más la forma que el fondo.
Las lecciones se seguirán repitiendo si lo que se dice y hace en las altas esferas del poder no encuentra apoyo en la realidad cotidiana del pueblo, si no es expresión de la angustia y las inquietudes de la gente, si se piensa construir un sistema que más que democrático, se parece cada vez más a una partidocracia, que deja fuera y aun excluye a los ciudadanos que pudieran actuar individualmente, y con más saña y desprecio a los que desde grupos organizados no partidistas han logrado avances significativos, avances a los que se les quita filo, se les mediatiza o simplemente se les ignora, como sucedió en el Informe.
Debemos agradecer a Rascón que con su actitud extrema, chocante, radical, haya llamado la atención sobre el abismo que hay entre intenciones, palabras y cruda realidad. Me recordó a Francisco Bulnes, quien en plena euforia porfirista lanzaba sus certeros dardos de ironía y crítica mordaz, y decía a sus amigos que había nacido para echar moscas en el champaña de los que gozan. Quizá nos sentiríamos peor si no hubiera pasado nada. Si el diputado González Luna no hubiera increpado a su antiguo compañero Fernández de Cevallos, acusándolo de salinista, si el Pino y la Tigresa no hubieran recuperado el trofeo de manos del líder ferrocarrilero, que mientras Diego, el del PAN, amagaba y distraía, él, el del PRI obtenía en rápida acción.
Qué bueno habría sido un Informe tranquilo, veraz, creíble, sin incidentes; qué buena sería una realidad acorde a ese Informe.