Jorge Alberto Manrique
Alfonso Michel recuperado

Alfonso Michel fue un artista que, mientras vivió, no se notó mucho en su tierra. Su familia, familia de pro, muy conocida en Colima, con antepasados ilustres en las guerras de Reforma, tenía un sitio destacado en la sociedad colimota. El lo tenía, en todo caso, como vástago de esa familia, pero no precisamente como pintor. De hecho muy pocos de sus coterráneos se enteraron que pintara, y muy pocos reconocieron y admiraron su obra en vida. Entre ellos el artista Chávez Carrillo, que siendo joven lo conoció, lo trató y aprendió de él, y después recogería y trasmitiría sus recuerdos.

``Cosas son del tiempo''. Por una parte, la propia familia Michel-Martínez fue viniendo a menos y sufrió con los cambios de la Revolución, con su desmembramiento interno. Alfonso Michel viajaba mucho, poco iba a su tierra, y cuando lo hacía solía hacer su estancia en la costa, por Tecomán, en sus tierras más que en la capital del estado. El mar: ese llamado constante en su vida y presente en su obra.

Por otra parte, no olvidemos que Michel fue un pintor "a contracorriente", es decir, de aquellos que hacían un arte ajeno a la entonces predominante, dominadora y triunfalista ``escuela mexicana'', cuyos papás eran Siqueiros y Diego Rivera. Pintores como él, persistentes riesgosamente en su manera de hacer las cosas, al precio de ser marginados y menospreciados, como el propio Tamayo, como Germán Cueto, como Carlos Mérida, como Wolfgang Paalen y otros, vivían un poco al soslayo de la pintura oficial. Apenas alguna galería, como en su caso la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, después la de Antonio Souza, exponía su obra.

También vale recordar que Michel es un artista tardío en su vida. Con alguna excepción, su obra temprana no es conocida, quizá fue destruida por él mismo o quedó perdida por algunos intersticios de su azarosa vida. La continuidad de su trabajo pictórico no se hace presente sino a fines de la década de los 30, y se afirma a partir de sus exposiciones en la Galería de Inés Amor en los años 40. Si en el propio México era mirado con desconfianza y de alguna manera marginado, ¿cómo podría ser apreciado en su natal, amada pero al fin y al cabo remota Colima?

Alfonso Michel tuvo la posibilidad de viajar y nutrirse de lo que pasaba en ultramar (Estados Unidos todavía no contaba). Su gusto, su interés, su propio carácter y quizá un orgullo de su vieja familia lo mantuvieron a distancia de la triunfante ``escuela mexicana''. Tomó elementos de un Picasso y un Braque poscubistas, miró y aprendió del neoclasicismo francés e italiano de los años de entreguerras, no es ajeno a cierto De Chirico, se arrimó ciertas ideas del surrealismo, aunque estuvo alejado de las diversas maneras canónicas de ejercerlo. Con todo eso, refinadamente digerido, realizó, despacio pero firme, su propia pintura.

No es pintor de bruscos cambios. El proceso de su estilo es pausado. Se desgrana entre las naturalezas muertas frente al mar, donde objetos extraños e inexplicables o aparentemente fuera de contexto establecen una relación virtual con el espectador, a visiones sintéticas de la vida de pescadores o de bañistas al drama reconcentrado de Fiesta... Casi siempre el agua presente por alguna parte.

Estrafalario en su modo de vestir y de ser, trabajaba sus cuadros con una entrega formidable. Ahí no había juego, sino el único, inevitable compromiso con la superficie del cuadro.

Muerto no precisamente joven, pero cuando apenas se hacía sentir en el ámbito mexicano, Michel pasó a un relativo olvido después de su muerte en 1957. Algunas exposiciones de recuerdo permitieron que su obra fuera vista. Pero recuperarlo como una pieza clave en el espectro del arte mexicano ha sido lento. Lento pero firme. Los coleccionistas, y entre ellos hay que destacar a Andrés Blaisten, emprendieron el rescate de su obra dispersa. Una importante exposición en el Museo de Arte Moderno, así como la publicación de un libro sobre Michel por Olivier Debroise, reafirmaron su importancia.

Después ha sido su propia tierra, Colima, que ha iniciado el rescate del hijo pródigo. Crecientemente los colimotas han ido haciendo cada vez más suyo al más significativo de los artistas nacidos en su suelo.

En ese proceso ha sido clave la actividad de la Universidad de Colima: comprando obra de Michel para su propia colección, auspiciando la edición de obras como la de Chávez Carrillo y, ahora, realizando una memorable exposición que conjunta obras de colecciones oficiales con obras de la colección Blaisten, de la Galería de Arte Mexicano y otras, y realizando un importante libro con 73 reproducciones a color y textos de Alberto Híjar, Jorge Alberto Manrique y Luis Rius Caso, el cual acaba de ser presentado, con los autores, el rector Fernando Moreno Peña y Teresa del Conde en el Museo de Arte Moderno.