Después de escuchar puntual, íntegramente el II Informe de Gobierno del presidente Ernesto Zedillo, y conocer los comentarios que sobre su contenido y alcance virtió el resto de la clase gobernante del país --con sus componentes públicos y privados--, surge una primera interrogante.
¿Habrá sido 1994 --en especial el mes de noviembre-- el más esplendoroso de los tiempos (políticos, económicos, sociales) que ha vivido esta gloriosa nación?
La duda brota, puesto que el eje central del II Informe y el de dichas reacciones gira en torno al supuesto de que la política económica sustentada a lo largo de la presente administración gubernamental ha sido tan adecuada --con resultados positivos más allá de lo estimado--, que los mexicanos estarían a un milímetro de retomar los niveles de bienestar observados en ese periodo de la historia mexicana reciente.
Así pues, esa hoja del calendario ¿fue la panacea?. ¿Por qué toda referencia a la recuperación y a las legítimas aspiraciones de mejoría se remiten a esa fecha? ¿Cuál era el nivel de bienestar de la población mexicana al 30 de noviembre de 1994?
Se pregunta, porque --hasta donde se tiene documentado-- el país está en crisis desde hace 20 años, y en ese lapso el deterioro de los niveles de bienestar, la concentración de la riqueza y la cancelación de oportunidades para la población han sido permanentes.
Pero, a una sola voz, líderes empresariales, funcionarios públicos, dirigentes obreros, --urbi et orbi, pues-- del gremio oficial, han dicho que México --los mexicanos-- está cerca, ahora sí, de retomar los niveles de bienestar de noviembre de 1994.
Si las cosas van en serio, el objetivo de la política económica no puede ser recuperar esos niveles, si se considera que de por medio hay dos décadas de pérdidas constantes por efectos de la crisis.
Desde el estallido de su nueva fase, en diciembre de 1994 --20 meses transcurridos-- no sólo se ha perdido empleo, sino que no se pudieron generar alrededor del millón 600 mil plazas laborales para mexicanos que se incorporaron a la PEA en ese plazo y que lo demandaron. De hecho, esa ha sido la constante en los últimos 20 años.
Es decir, independientemente de las personas que perdieron su trabajo (bien a bien no se conoce la magnitud de cancelación de plazas laborales, pues se dan cifras que van de los 800 mil a los 2 millones 250 mil, desde diciembre de 1994), hay que considerar que en cada uno de los meses de esta nueva etapa de la crisis, alrededor de 80 mil mexicanos buscaron un empleo fijo y remunerado y no lo encontraron, porque el aparato económico simple y sencillamente no lo generó.
Así, tanto el II Informe como las reacciones de la dirigencia política del gremio oficial, dejan una sensación de vacío, clásica en las comidas de trabajo.
Hasta eso, el presidente Ernesto Zedillo lo reconoció en su II Informe de Gobierno: ``... el inicio y la consolidación de la recuperación no serán suficientes para reparar de inmediato los daños que causó la crisis en el nivel de vida de la población, y menos aún para remediar los rezagos que históricamente se han acumulado...''.
Pero un recuento mínimo de la situación económica en 1994 nos lleva a recordar, entre otras cosas, que en noviembre de ese año los bancos ya estaban en quiebra (técnica o maquillada), el tipo de cambio del peso era extraordinariamente ficticio desde dos años atrás --cuando menos--, el poder adquisitivo de la población refrendaba su histórico deterioro, los mexicanos que por primera vez demandaban un empleo se toparon con un palmo de narices --como lo hicieron las 20 generaciones de solicitantes anteriores y las dos posteriores--, y que la planta productiva se encontraba trabajando al 60-70 por ciento de su capacidad.
Como referencia, de diciembre de 1982 a mayo de 1996, la relación entre demanda y generación de empleo ha sido de casi cuatro por uno, el número de asegurados en el IMSS --permanentes y eventuales-- creció cerca de 4 millones 200 mil personas (un 60 por ciento), mientras la población económicamente activa lo hizo en aproximadamente 15 millones de personas; el salario mínimo actual tiene un poder adquisitivo inferior al de 1934, cuando este indicador se incorporó a los derechos de los trabajadores mexicanos, y la devaluación del peso frente al dólar supera el 37 mil 500 por ciento.
Entonces, ¿en serio hay qué regresar a los niveles de 1994 --especialmente los de noviembre-- si llevamos 20 años de permanente deterioro?
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