El Instituto Mexicano del Seguro Social por fin da una respuesta a las inquietudes expresadas por muchos miembros de la comunidad teatral acerca de los espacios con que cuenta, inquietud plenamente justificada ya que todo hacía suponer que se ``desincorporarían'', según el término eufemístico para hablar de privatizaciones. En los últimos tiempos los teatros del IMSS se habían concesionado a productores muy comerciales --destacadamente Televisa-- que violaban la gran tradición de calidad que en definitiva es su herencia, al grado de que las escenificaciones de la última convocatoria de coinversiones --excepto un caso-- se hicieron en las sedes alternas del INBA y la UNAM, también convocantes. Si se toma en cuenta que la convocatoria para coinversión no apareció el año pasado y los meses transcurridos del presente, la preocupación se acentuaba porque, amén de los teatros, existe un Fideicomiso del Teatro de la Nación, es decir que existe un dinero, que no parecía estarse ejerciendo.
A la distancia, y en el momento en que aparece esta Convocatoria de Teatros para la Comunidad Teatral, se entiende, aunque no se justifique del todo, el hermetismo con el que las instancias convocantes --el propio IMSS y el CNCA-- manejaron el asunto. Me imagino que hubieron de diseñar un plan, acordar entrambas, buscar a los miembros de la Comisión Consultiva que cubrieran las diferentes formas del quehacer teatral para poder asentar bases firmes del proyecto. Algunos, muy pocos, pudimos saber que algo se estaba planeando, aun sin conocer los detalles, y hubiera sido deseable que la comunidad teatral supiera que se estaba cocinando aunque no se le diera la receta del guiso: muchas desazones para todas las partes pudieron ser evitadas si a los abiertos reclamos de los teatristas se hubiera dado algún tipo de respuesta. Pero, en fin, es este un asunto en el que es difícil opinar sin tener todos los datos y hay, en cambio, mucho de que regocijarse con el nuevo planteamiento.
La historia de los teatros del IMSS todos la conocemos, desde el espléndido proyecto de Benito Coquet, es decir, desde que fueron fundados. Luego, en el sexenio lopezportillista, el Teatro de la Nación, cuyo fideicomiso permanece hasta la fecha, que tuvo muchos altibajos en la calidad de las escenificaciones y una muy discutible conformación de sus ciclos, pero que intentó dar a cada edificio teatral un perfil propio. Entre ambos modelos y después, los teatros se alquilaban con la asesoría de personas muy solventes, hasta el nuevo impulso que devino con las coinversiones; por desgracia, y como queda dicho, a este último proyecto se le superpuso el arrendamiento poco eficaz a productores comerciales. La espera de que se terminaran estas concesiones explica también que hasta ahora no se haya dado a conocer el nuevo, ambicioso e interesante proyecto.
Algunos teatros en la capital y en los estados se darán en arrendamiento, pero ahora con convocatoria abierta y sujeta a bases muy precisas. De igual manera, espacios en todo el país se darán en comodato con apoyo económico. Antes de seguir adelante, me gustaría hacer un par de reflexiones. Una, que la composición misma de la Comisión Consultiva, con teatristas de diferentes entidades, generaciones y propuestas teatrales resulta garante de la pluralidad de opciones que se ofrecen; la presencia de Rafael Sánchez Navarro, cuya familia y él mismo tienen la tradición de un teatro que se entiende comercial, pero de calidad, confirma esta aseveración. La otra reflexión se refiere a las quejas escuchadas a teatristas de diversas entidades respecto a la falta de mantenimiento de los teatros del IMSS (mal endémico en nuestro país y no sólo con estos teatros). Ojalá sea cierto lo que se me dijo alguna vez, que el presupuesto del Fideicomiso no ejercido en las convocatorias de este par de años se destina a mejorar esas instalaciones.
De las dos modalidades del proyecto, quizás la más interesante sea la del comodato con apoyo económico. Ya en años anteriores el Isabela Corona fue ocupado por tres años con un excelente planteamiento de Germán Castillo y Mario Ficachi para hacer teatro de barrio, que naufragó por razones que desconozco. Es un hecho que podría propiciarse lo que la misma convocatoria asienta: ``Estimular la continuidad de proyectos teatrales de mediano y largo plazos generados por la comunidad artística del país como forma de aspirar a un lenguaje propio, a un público fiel y a espacios escénicos con fisonomía propia''. Viejo sueño recurrente de muchos profesionales del teatro; recuerdo una idea semejante que hace varios sexenios intentó hacer llegar a un presidente electo un grupo de teatristas encabezados por Manuel Montoro --quien diseñó el proyecto con base a lo que se hace en otros países-- y Rafael López Miarnau y quedó en mero intento.
La convocatoria actual es generosa, aunque a algunos les parezca arriesgada. Confiemos en la imaginación y el arrojo de nuestros teatristas para que en un año más podamos hablar de buen éxito.