(Segunda y última)
Los anhelos modernizadores para erradicar el comercio ambulante en el Centro han fracasado históricamente, en gran medida, por carecer de una visión más realista y por atender más los efectos y menos sus causas. He aquí algunas propuestas que no buscan su erradicación, sino su ordenación.
La dominante función comercial del área central de la ciudad es resultado de las políticas concentradoras del transporte. Por el Centro Histórico pasan casi todas las líneas del Metro y ahí confluyen las nuevas, como la 8, las metropolitanas A y B y hasta el proyectyo del Tren Elevado. Los estudios de origen y destino realizados recientemente por el INEGI muestran al Centro como una zona altamente concentradora de viajes a nivel regional. Decir ``vamos a comprar a México es decir vamos al Centro''. El traslado al centro de la ciudad de miles y hasta de millones de usuarios de menores ingresos ha generado obviamente una fuerte concentración de comercio, precisamente para dichos sectores populares. De los 5 millones de pasajeros que transporta diariamente el Metro, 3.8 pasan por alguna estación del Centro Histórico.
La insoluble asociación entre el comercio y el transporte es común en cualquier gran ciudad del mundo. En los últimos años, los ejes, cruces y terminales del transporte público han concentrado funciones comerciales, debido en gran parte a los cada vez más alargados tiempos consumidos en la transportación.
Así, la opción de comprar durante el tiempo en que se transportan, es para millones de usuarios una necesidad real. Esta y su creciente demanda explica la proliferación de un mercado ambulante, que ante falta de espacios adecuados, se ha instalado de una manera desordenada en las zonas aledañas a las estaciones del transporte; o bien en los corredores viales entre un medio de transporte y otro. Es por tanto, una actividad generada por las lógicas de su demanda, no por su oferta; mucho menos por la corrupción. Para ser más precisos, la corrupción la han generado el gobierno y los propios legisladores al intentar prohibir una necesidad desagradable para pocos, pero real para muchos.
Para suprimir el caos, la insalubridad, los obstáculos viales y otros males sociales de los que se culpa al comercio ambulante, simplemente hay que edificar sus espacios junto a los del transporte. El fracaso de algunas plazas comerciales fue precisamente su inadecuada ubicación respecto a estaciones del Metro; deben contar con espacios suficientes y adecuados para que el comercio ambulante deje de provocas tales males y se conviertan en una lícita actividad comercial. Algunas estaciones podrían desde ahora readecuarse para convertirse en grandes plazas para el pequeño comercio.
Otra propuesta es convertir algunas calles poco transitadas en peatonales y comerciales, así se rescataría lo que fueron los pasajes comerciales. Eso se ha experimentado con éxito en ciudades como Boston y Tokio. Hace falta un proyecto integral para hacer peatonal parte del Centro Histórico, de tal manera que se limite el predominio del automóvil y de paso se transforme el comercio ambulante en establecido.
Un último aspecto. El establecimiento fijo del comercio ambulante podría eliminar algunos males como las ventas ilícitas de mercancía presumiblemente robada, lo cual es sin duda benéfico. Pero aún así, no se lograría desaparecer la supuesta ``competencia desleal'' que alegan sectores de comerciantes establecidos, principalmente los agrupados a las poderosas cámaras de comercio. En cualquier ciudad del mundo un mismo producto tiene distintos precios, que dependen de sus diversas condiciones del mercado. Aquí mismo en la ciudad de México, las tiendas del ISSSTE, el IMSS, la UNAM y mucha más, expenden un mismo producto a menor precio que otros almacenes más cómodos para un comprador que prefiere así pagarlos. La misma situación en otra dimensión prevalece con los productos que venden los comerciantes ambulantes.
Frente a la experiencia histórica y los hechos, de nada sirve hoy hacer cumplir el bando para impedir su ubicación en el perímetro ``A'', si el problema persistirá en toda la ciudad. Para aminorar la irritación y el conflicto social sobre los ambulantes, no hay otro camino que transformarlos dignamente en comerciantes edificando sus espacios adecuados. Eso sería simplemente transitar de su ilegalidad a la legalidad. Ahí está su solución ¿querrá eso el gobierno