La Jornada 5 de septiembre de 1996

Con la muerte de Guillermina Rico terminaron cuatro décadas de
liderazgo del comercio informal en la capital, de alianzas y
enfrentamiento con regentes, de activismo político en favor del PRI;
se especula sobre un relevo hereditario

Víctor Ballinas y Alonso Urrutia Perseguida por Ernesto P. Uruchurtu; encumbrada por Ramón Aguirre; expulsada de las calles por Manuel Camacho; solapada en su retorno por Manuel Aguilera, y reprimida por Oscar Espinoza, la principal lideresa de los vendedores ambulantes, Guillermina Rico, terminó ayer (con su muerte) cuatro décadas de liderazgo forjado en la disputa por las calles.

En permanente y constante fricción para mantener su hegemonía en el Centro Histórico, Guillermina Rico fue soporte de la escenografía de campañas políticas y actos oficiales y también inagotable abastecedora de acarreados. A contracorriente de sus desaveniencias cíclicas con el gobierno en turno, monopolizó las primeras filas en los actos de proselitismo.

Sus oficinas exponen las imágenes de los priístas a los que contribuyó a encumbrar: Colosio, Camacho, Zedillo. Están todos. Las fotos de María de los Angeles Moreno y Fernando Solana, los más recientes aspirantes priístas que utilizaron a doña Guillermina para llegar donde llegaron.

En su despacho hay candidatos, hay regentes, hay legisladores, hay delegados. Todos sonrientes, algunos casi a carcajadas. Están los mítines, las porras... la historia del acarreo en gráficas, su propia historia: la de los leales y los traidores.

Guillermina Rico fue el prototipo del cacicazgo urbano cobijado desde las redes del poder. Sin embargo, sus inicios fueron difíciles, como lo fueron también sus últimos días:

Perseguida por Uruchurtu, el regente de hierro, quien la marginó de su proyecto de modernización de mercados, fue reprimida por el regente Oscar Espinosa Villarreal, empeñado en obligarla a retornar a las plazas comerciales, versión contemporánea de los mercados.

Días después de ese violento desalojo en la madrugada del 25 de agosto, Guillermina Rico lamentaba: ``Nunca pensé que me trataran como me trataron, que me sacaran como me sacaron; que hasta los calzones se me vieron...''

Con la crisis de los ochenta, vino su auge. Arrojados al desempleo, miles de personas se incorporaron a su organización. De la violencia de las autoridades a la connivencia.

Lentamente, Guillermina Rico fue consolidando el más importante liderazgo de comerciantes ambulantes hasta virtualmente adueñarse de las calles más rentables del Centro Histórico. Un poder de facto en el corazón de la ciudad, donde por años se hizo tierra de nadie. Lejos estaba ya de sus inicios como vendedora en las calles de La Merced.

Entre la corrupción, donativos al gobierno de la ciudad, férreo control de sus huestes y su fidelidad priísta llevada hasta la ignominia, transcurrió su liderazgo, cuyos mejores años fueron entre 1985 y 1991.

Lo que la fuerza pública no logró, lo consiguió el protocolo de una concertación forzada. En agosto de 1993, acorralada por el gobierno de Manuel Camacho Solís, que ya había sometido al resto de los líderes de ambulantes del perímetro A del Centro Histórico, Guillermina Rico firma lo que marcó el principio de su decadencia: el acuerdo por el cual aceptaban retirarse del Centro Histórico de la ciudad e incorporarse a las plazas comerciales construidas para los ambulantes.

En 1994, ya bajo el contexto político-electoral y la tolerancia del entonces regente Manuel Aguilera, lentamente los ambulantes comienzan la recuperación de las calles. Carteras vencidas, vicios de construcción, nulas ventas, son los argumentos esgrimidos.

La crisis de 1994-1996 representó un efímero retorno del liderazgo de Guillermina Rico. Las calles volvieron a ser suyas por algunos meses. En el verano de 1995, el gobierno de la ciudad dispone un fuerte dispositivo, el denominado Operativo Amanecer que violentamente les arrebató las calles y Guillermina Rico fue exhibida en toda su humanidad.

Sus últimos días fueron testigos también de una nueva arremetida del regente, Oscar Espinosa Villarreal. En agosto de 1996, elementos de Vía Pública y grupos de choque enfrentan por enésima vez el desafío de los ambulantes. Nuevos zafarranchos se escenifican en el Centro Histórico.

Su muerte sobreviene sin que el gobierno alcance acuerdo alguno con el conjunto de líderes de ambulantes y las viejas disputas con sus correligionarias, Alejandra Barrios y Benita Chavarría, podrían amenazar la herencia de su liderazgo.


Un nuevo conflicto asoma en las calles del Centro Histórico de la ciudad de México y Alejandra Barrios, la segunda lideresa más importante después de la fallecida Guillermina Rico, lo explica: ``No permitiremos la aparición de nuevos líderes; la muerte de Guillermina Rico no provocará una guerra por las calles y espacios entre dirigentes del Centro Histórico''.

La presidenta de la Asociación Legítima Cívica Comercial, que aglutina a 25 dirigentes de comerciantes ambulantes, aseguró que la lucha de Guillermina Rico ``no será botín de nadie ahora que ha muerto; sus espacios serán respetados''.

Agregó que ``la Guille fue una gran mujer que luchó para que miles tuvieran qué comer, ganó las calles a pulso, siempre buscó que sus seguidores se beneficiaran y no sería justo que alguien quisiera aprovecharse''.

Aseguró que los 25 líderes, entre los que encuentra Benita Chavarría --quien complementa la triada de mujeres que domina el Centro Histórico de la ciudad--, no permitirán el surgimiento de personas que promuevan la división y la discordia por la calles.

Mencionó que las negociaciones entre las autoridades y los dirigentes de ambulantes deberán continuar en un marco de respeto y, por ello, ``quien suceda a la Guille tendrá que ser incluido''.

Consideró que la sucesora de Guillermina Rico al frente de la Unión Cívica de Comerciantes de la Antigua Merced podría ser su hija Silvia, ``ya que ha sido quien la ha acompañado en toda su lucha; estaremos a su lado y defenderemos su liderazgo''.

Por su parte, el consejero ciudadano en la delegación Cuauhtémoc, Alfonso Hernández, mencionó que el deceso de Guillermina Rico pondrá a prueba la red de compadrazgos que durante su vida ``amarró'' para que su organización sobreviva.

Consideró que ``tanto las autoridades como la propia Guillermina no supieron aprovechar sus relaciones para mejorar las condiciones de venta de los ambulantes, porque a la muerte de la líder queda una organización con un andamiaje comercial muy primitivo''. El representante vecinal del área de Tepito agregó que su deceso es triste ``porque ella era la de mayor experiencia, la que hizo mayor gala de negociación para que un gran número de personas ocuparan espacios en las calles''.

(Gustavo Castillo)