El presidente Ernesto Zedillo presentó su segundo Informe de gobierno en una coyuntura de relativa estabilidad macroeconómica, lo que le permitió ignorar las dimensiones reales de la crisis que aqueja al país. Elaboró su discurso a partir de la lógica de la recuperación --a la que subordinó los temas no económicos-- y, como resultado, relegó varios asuntos importantes de la gestión gubernamental a un segundo plano o, simplemente, los ignoró por completo. Se perdió así una oportunidad valiosa para hacer un balance profundo de la situación en México.
El principal mensaje que se desprende del Informe fue que se utilizaría ``la fuerza del Estado'' para garantizar la continuidad de la política económica. Sin embargo, las acciones armadas del Ejército Popular Revolucionario no inquietaron a los mercados financieros. El gobierno de Estados Unidos aclaró que ``por el momento no percibimos (al EPR) como una amenaza'', y en Wall Street respondieron incluso con cierto cinismo sobre los problemas políticos de México. Según dijeron algunos inversionistas: ``hemos estado recibiendo llamadas sobre la situación, pero la mayoría (de los clientes) está evaluando si todo esto deprimirá algunos precios lo suficiente para comprar (más barato) en México''.
La aparición del EPR en varios estados de la República no pone en peligro por sí misma la estabilidad macroeconómica, pero representa un nuevo desafío a la continuidad de la política económica y a las perspectivas de largo plazo del modelo. Por esto mismo se trata, inevitablemente, de un nuevo riesgo político. Para los inversionistas extranjeros, ``obviamente los guerrilleros sí son un factor'', pero aun así consideran que lo fundamental ``es la habilidad que el gobierno tenga para manejarlos''. Por ello, como el presidente Zedillo, depositan su confianza en la fuerza del Estado.
Gracias a ese poder, el gobierno mexicano ha podido ejecutar durante cerca de un año y medio una política macroeconómica restrictiva. El Ejército ha sido utilizado para resolver conflictos que antes caían dentro del ámbito estrictamente político. Se ha recurrido crecientemente al poder coercitivo para evitar que el deterioro de las condiciones de vida de la población se traduzca en mayores manifestaciones de descontento social organizadas. De este modo, el gobierno ha obtenido en el corto plazo soluciones a sus problemas, aunque ello implique crear otro tipo de desafíos para el futuro.
La sujeción del gobierno a un estricto programa fiscal y monetario le brinda ``credibilidad'' en el exterior. En poco tiempo el país ha podido retornar a los mercados de capital, y la calificación de riesgo de sus obligaciones internacionales ha mejorado. Pero esta credibilidad es muy frágil; por eso el secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, dijo que ``no es posible, ni deseable, generar un crecimiento perdurable si éste se basa en un gasto público por encima de sus posibilidades de sano financiamiento''. El gobierno tiene la intención de llevar adelante sus políticas restrictivas.
Así, el precio de la estabilidad se ha elevado. Pero en su segundo Informe el presidente Zedillo expresó que está dispuesto a pagarlo. Las perspectivas de México en los mercados financieros no son todavía lo favorables que podrían ser. De hecho la empresa calificadora de inversiones, Standard & Poor's, opina que si bien el panorama general dejó de ser ``negativo'' y es ahora ``estable'', aún no puede describírsele como ``positivo''. Para mejorar su calificación crediticia, S&P le recomienda al gobierno mexicano continuar con la misma política económica y llevar adelante reformas estructurales adicionales.
Sin apartarse demasiado de las políticas ortodoxas, el gobierno espera que un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de un tres por ciento este año y de un cuatro por ciento el próximo, se traducirá en una recuperación suficiente del nivel de vida de la población para mediados de 1997. También confía en que por medio de programas dirigidos (y selectivos) de gasto público puede ``contener'' los principales conflictos sociales y políticos del país. Si no, como lo enfatizó el presidente Zedillo, se tiene ``la fuerza del Estado'' para garantizar la estabilidad macroeconómica del país.