Julio Boltvinik
Quimera: recuperar el nivel de vida

Ahora que lo que lee el Presidente de la República ante el Congreso de la Unión no es el Informe que estipula la Constitución, pues éste es el que se entrega por escrito, sino sólo un mensaje, mientras no conozca aquél me limitaré a comentar éste. El mensaje señala que el grave problema económico que se enfrentó al principio del actual gobierno ha causado ``un severo daño en los niveles de vida de la población''. Sin embargo, el Presidente afirmó: ``estoy seguro de que ese daño habría sido más grave y prolongado si hubiéramos actuado de manera distinta para enfrentar la emergencia''. Argumento contrafactual muy usual entre cierto tipo de economistas que, sin embargo, es sólo un recurso retórico sin validez probatoria alguna.

Lo que dice el argumento es que la política económica adoptada fue la mejor de todas las posibles, que cualquier otra hubiese tenido mayores costos. Por tanto, sostiene que el costo social de las políticas adoptadas es cero, que toda la baja observada en los niveles de vida de los mexicanos se debe a la crisis y no al programa económico. Que los miniaumentos salariales, que los aumentos al IVA, que las restricciones al crédito y al gasto público, no han provocado disminuciones en el nivel de vida de los mexicanos. Ciertamente un argumento tan difícil de tragar como aquel que sostiene que para bajar la inflación es necesario aumentar, entre otros, los precios de las gasolinas y de la electricidad.

El argumento presenta el crecimiento de ``poco más del 3 por ciento'' en el PIB en el primer semestre de este año respecto al mismo semestre de 1995 como prueba de lo correcto de la política económica adoptada. Reconoce, sin embargo, que ``el inicio y la consolidación de la recuperación no serán suficientes para reparar de inmediato los daños que causó la crisis en el nivel de vida de la población, y menos aún para remediar los rezagos que históricamente se han acumulado. Para lograr esto, es preciso transformar la recuperación... en un proceso prolongado y sostenido en que, año tras año, la economía nacional crezca a tasas considerablemente mayores que la población''. En pocas palabras, se transmite el alentador mensaje de que lo que la mayoría de los mexicanos perdimos en unos pocos meses, tardaremos, en el mejor de los casos, muchos años en recuperarlo, lo cual implica que ``perseveremos en tres quehaceres esenciales'', el primero de los cuales es, naturalmente, seguir aplicando el mismo programa económico.

Si se requieren varios años para recuperar el nivel de vida perdido en los meses de la crisis, la pregunta inevitable es ¿cuántos años se requerirán para recuperar el nivel de vida que hemos venido perdiendo sistemáticamente desde 1983, año a partir del cual el ``actual programa económico'' empezó sus primeros balbuceos? Otra pregunta obligada es, si todo el costo social se le atribuye a la crisis de 1994, ¿no fue básicamente el mismo equipo de política económica el que instrumentó la política económica de los años 89-94 que nos condujo a la crisis?

Ante el optimismo presidencial, según el cual alcanzar ese crecimiento sostenido ``es no sólo necesario sino posible'', cabe preguntarse ¿por qué esta vez sí será sostenible la recuperación? ¿Hay algún cambio esencial que evite que el crecimiento sostenido se traduzca nuevamente en un déficit en las balanzas comercial y corriente que vuelva a hacer absolutamente dependiente la economía de los flujos financieros del exterior? El mensaje no ofrece ninguna respuesta a esta pregunta. Es decir, no hay bases para afirmar que el crecimiento prolongado y sostenido es ahora posible. Pero peor aún es el supuesto, implícito en el mensaje, que entre crecimiento y recuperación del nivel de vida hay una relación directa. Esto, lamentablemente, es falso con el programa económico actual, que se apoya centralmente en un modelo exportador basado en bajos salarios. Para muestra baste un botón: el índice (base 1993 =100) de las remuneraciones medias reales por hora hombre trabajada en el sector manufacturero (el sector estrella de la recuperación), según boletín por fax número 71 del INEGI, en junio de 1996 es de 79.5 contra 87.4 en junio de 1995, una baja de más del 9 por ciento, en este año de recuperación. Por tanto, la idea de que algún día el crecimiento recuperará los niveles de vida perdidos, es sólo una quimera si no se cambia el programa económico.