Horacio Labastida
La crisis y el Informe

Harta razón asiste a Alianza Cívica en su convocatoria para que los ciudadanos expresen sus sentimientos sobre el reciente Informe presidencial, pues se trata de una encuesta --se recogerá el próximo 8 de septiembre en los parques y plazas de todo el país-- que develará la certeza o el error de la palabra oficial respecto de la realidad objetiva tal y como está dada en nuestra sociedad, independientemente de parcialidades o inducciones propagandísticas. Vale entonces adelantar un juicio sujeto, desde luego, a las estimaciones que pudieran hacer los lectores.

No, insistimos, la crisis que nos afecta no es económica ni política: estos aspectos son meras manifestaciones o exteriorizaciones de la verdadera crisis, que se halla en el fondo de nuestro ser nacional, es decir, la crisis del hombre mexicano de la posrevolución, acentuada brutalmente en los últimos dos lustros; y si se trata de crisis del hombre mexicano se habla por supuesto de la crisis de la libertad porque ésta, la libertad, es la esencia de lo humano por cuanto únicamente el hombre libre es capaz de enlazar la vida con sus máximos ideales, a fin de concretarlos en la historia. Aclaremos. Libertad es la aptitud del hombre para hacer cristalizar en el mundo los altos valores que lo guían hacia su propio perfeccionamiento; la libertad, por esto, se concibe como la enhebración que permite convertir sus raíces y energías animales en instancias espirituales, o sea, la naturaleza en cultura salvadora. En consecuencia, todos los obstáculos, miserias o taponamientos que tropiecen, turben o inclusive aniquilen esas posibilidades de plena realización de lo humano, son los enemigos de la libertad, en cuya existencia refléjanse poderes interesados en ocluir la marcha de la historia como ascenso del hombre hacia el reino de su propia espiritualidad. Ahora bien, estas ideas del hombre y la libertad en el significado de superación de la decadencia que lo amenaza, han incidido siempre en los momentos estelares de México. El Grito de Dolores y los Sentimientos de la Nación son la negación de la opresión externa y el derecho a la autodeterminación; la federación de 1824 limpió el riesgo del desmembramiento del país planteado por los caciques de entonces; el liberalismo de 1857 y 1859 purgó la injerencia dogmática en la libertad de creencias y pensamiento; y el constituyente de 1917 logró una salida armónica y coherente al establecer que libertad verdadera es tanto el mantenimiento cabal de la soberanía en las relaciones materiales y no materiales con los demás pueblos, como el desarrollo al interior de una sociedad justa y civilizada.

¿Cómo podría el hombre mexicano liberarse si se ve oprimido por metrópolis externas y privado de justicia, libertad y soberanía? Esos momentos estelares ejemplifican las rutas a seguir, pero ¿acaso las hemos seguido luego de la sanción de la Carta Magna, en Querétaro?

Volvemos a repetirlo. Nada dice el Informe sobre las causas de la crisis de la libertad histórica y actual del hombre mexicano, nada sobre cómo despejar el hambre, la ignorancia, las inseguridades y las graves dependencias de los superricos de dentro y de fuera, y de la Casa Blanca, que asfixian nuestra propia soberanía, y casi nada se agrega de las tinieblas donde se vinculan la autoridad y el crimen, así como el monstruoso peculado que encubre fortunas personales hechas con el patrimonio público, nada de esto se dice ni muchos menos de modos, maneras, mecanismos que empeñecen, amagan e intimidan la libertad. Es decir, en el Informe no hay un planteamiento abierto, franco, sereno y claro sobre la terrible crisis de la libertad del hombre mexicano.

Esperemos los resultados de la encuesta convocada por Alianza Cívica; quizá en las opiniones, afirmaciones y explicaciones que se recojan, puedan advertirse los síntomas de la crisis que ha impedido el florecimiento de una nueva grandeza. Recordemos por último que los resultados estadísticos, la cuantificación de los hechos o la descripción de curvas en alza y baja, que caracterizan los análisis macroeconómicos, mientras sean incapaces de convertir la cantidad en apreciaciones cualitativas jamás penetrarán en las intimidades de las estructuras históricas, donde el principio fundamental es el principio de la libertad.