Jean Meyer
Europa, México y el siglo XXI

Cuando uno regresa a México, después de una breve estancia en Europa, en Francia, se marea con muchas impresiones, sensaciones, reflexiones. Son muchos los problemas comunes que enfrentan los dos mundos y al mismo tiempo, lo hacen en condiciones muy diferentes: el joven México no termina de resolver tareas históricas, cuando la vieja Europa se topa con enigmas futuristas.

En este instante México se encuentra bajo el impacto de la ofensiva del EPR; Francia está sacudida por la ola de atentados realizados por los nacionalistas corsos. La sequía causó la muerte de varios cientos de miles de reses en México; en Francia el enigma de la ``vaca loca'', al provocar el derrumbe del consumo, llevará al matadero a unos 300 mil jóvenes animales. En ambos países los ganaderos se quejan de la competencia de la carne extranjera barata. En Francia la cesantía alcanza la tasa muy alta de 12.6 por ciento; acá, sabemos que flagela a la nación; nuestros emigrantes entran por millones a Estados Unidos, que endurece cada día más su postura frente a los ilegales, como Francia, que cuenta con cerca de un millón de aquéllos entre sus 5 millones de inmigrados.

Francia reduce el presupuesto de su defensa y desmantela regimientos, bases y barcos; México moderniza y aumenta sus Fuerzas Armadas. Los franceses se preguntan cómo financiar el enorme déficit del seguro social, agravado por la crisis, y no saben quién pagará después del año 2010 las pensiones de los que trabajan hoy y cotizan. México desmantela en parte su sistema de protección social y aún no tiene un verdadero régimen de pensiones.

En México las familias son numerosas y se hacen cargo tanto de los ancianos, como de la gente sin trabajo; en Francia las familias son de 1 a 2 hijos, nada más. Los franceses eran 36 millones a la hora de su intervención en un México que apenas alcanzaba 7 millones de habitantes. En tiempos de López Mateos y de De Gaulle, ambas naciones empataron en 50 millones; Hoy la primera está en 55, la segunda en 90. Por lo mismo, Francia tiene los problemas de un país viejo, por su demografía, que no por su historia; México los de un país demográficamente joven, lo que no deja de ser una gran ventaja.

México todavía debe terminar con los problemas de su pasado y resolver los de su presente: falta cubrir las necesidades físicas fundamentales de la tercera parte de la población. Pero, pensando en un futuro próximo, México debe fijarse en lo que está pasando en Europa, en ciertos campos.

En el verano de 1996 el gobierno francés proclamó la nocividad del asbesto y el Presidente ordenó el (irrealizable) desalojo de una de las más grandes universidades parisinas, debido al empleo masivo de asbesto en su construcción. Se ``descubre'' ahora que dicho material es cancerígeno, cuando en 1906 un médico francés lo había comprobado y documentado. Por cierto, en 1916, cuando se usaron los gases de combate en la guerra mundial, se elaboró la máscara antigas con... asbesto. ¿Qué pasó entre 1906 y 1996? La economía, los negocios, la ganancia demasiado alta, mantuvieron el uso de un producto que provoca actualmente 2 mil defunciones anuales entre los trabajadores del gremio.

La ``vaca loca'': otro caso, otra hermosa parábola. Hace mucho que se conoce la ``temblorina'' del borrego. Hace años que la revolución tecnológica en la alimentación del ganado juega con el fuego; entre otras ocurrencias, se le dio de comer al ganado vacuno harina elaborada con los borregos enfermos. Ahora se sabe que la enfermedad brinca alegremente la barrera entre las especies, que la vaca la puede transmitir a su becerro y que existe la posibilidad de una transmisión a la especie humana. Hace 10 años, o más, que se consume carne de los animales enfermos; hace años que algunos conocían la realidad de la amenaza pero, como en el caso del asbesto, los intereses económicos eran muy grandes. Ese tipo de alimentación reduce en casi 30 por ciento los costos. Sabremos dentro de 10 ó 20 años si no está en marcha una formidable epidemia tipo sida.

La razón pierde el equilibrio frente a los abismos vertiginosos que entrevé. El historiador se pregunta de repente si el tabú de la carne de puerco entre los judíos no es el resultado de una catástrofe históricamente olvidada, provocada por algún ``puerco loco'', 3 mil años antes de Cristo. Los italianos y los portugueses que han disminuido en 50 por ciento su consumo de carne parecen muy razonables. Muy razonable también la religión que proclama la vaca ``sagrada'', muy razonable Francisco de Asís que habla de su hermana la vaca... Tendremos que aceptar la intervención de la ética razonable tanto en la economía como en la biología, ya que todo va junto. Usamos ya huesos y tendones de becerros y de puercos para injertos; técnicamente el transplante sobre el hombre de un corazón de puerco, está listo. No tardaremos en realizarlo, si es que no se ha hecho ya.

La fábula del aprendiz de brujo ha cobrado de repente demasiada actualidad.