Kuhmo, Finlandia. Situado a unos 600 kilómetros al norte de Helsinki, Kuhmo es un pueblo de 13 mil habitantes, rodeado por un idílico paisaje de bosques y lagos, que se ha convertido al paso de los años en la sede de un importante festival de música de cámara, uno de los acontecimientos más atractivos en el panorama cultural del verano finlandés. Como todo buen festival de su tipo, el Festival de Kuhmo añade a sus numerosos conciertos una intensa labor académica que los artistas invitados realizan en favor de jóvenes músicos de Finlandia y otros países que año con año acuden en mayor número a sus aulas. Este año, el Festival de Música de Cámara de Kuhmo ofreció a su fiel y creciente público un total de 74 conciertos en los que, al lado de un numeroso y talentoso contingente de jóvenes músicos de Finlandia, se presentaron artistas como el Cuarteto Jean Sibelius, el Cuarteto Lindsay, el violinista Hagai Shaham, el guitarrista Carlos Bonell, el pianista Olli Mustonen y muchos otros.
Una revisión del programa general del festival permite detectar a las parejas Haydn-Mozart y Schumann-Brahms como ejes temáticos, así como un núcleo importante de repertorio camerístico básico, complementado con obras de muy diversos orígenes, estilos y lenguajes: de Chopin a Serocki, de Marais a VarŠse, de Bruckner a Schoenberg, de Couperin a Takemitsu, de Villa-Lobos a Berg. A la amplia oferta de barrocos, clásicos, románticos, modernos y contemporáneos se sumó un buen número de obras finlandesas, de compositores como Almila, Tiensuu, Pohjola, Madetoja, Kilpinen, Kuula, Melartin, Merikanto, Ikonen, y la indispensable presencia de Jean Sibelius. Si el repertorio fue amplio y variado, la oferta instrumental no lo fue menos. Con el repertorio para cuarteto de cuerdas como base, el festival de Música de Cámara de Kuhmo ofreció, como en años anteriores, una muy amplia gama de expresiones instrumentales con combinaciones de todo tipo, y una buena presencia de la voz humana. También resultó importante el hecho de que muchos de los conciertos fueron ofrecidos bajo el formato de concierto didáctico, con los artistas llevando de la mano al público a través de la música y, en algunos casos, con la presencia de musicólogos especialistas, como el caso de Marc Vignal, quien se encargó de comentar varios de los conciertos dedicados a Haydn y Mozart. No faltaron tampoco las sesiones musicales protagonizadas por los estudiantes de los diversos cursos de música de cámara. Es decir, un festival muy completo y de gran alcance en lo que se refiere al entrenamiento, enseñanza y promoción de nuevas generaciones de músicos, sobre todo finlandeses. Todo ello, realizado en un ambiente inmejorable para el goce musical, con una envidiable combinación de rigor y ligereza: rigor en la calidad de la música y los músicos, ligereza y desenfado en los rituales del quehacer musical, con mucho sentido del humor y mucha mezclilla, muchas camisetas y pocas corbatas, y un ambiente general más dedicado a la sustancia que a las formalidades.
El concierto número 72 del Festival de Música de Cámara de Kuhmo consistió en un notable maratón sonoro realizado entre las 8 de la noche y las 2 de la mañana, a cargo de un gran contingente de músicos invitados, que se realizó en el gimnasio de la escuela local. Asistí intermitentemente al maratón camerístico, y entre la música que alcancé a escuchar esa noche-madrugada, me encontré con algunas cosas de muy buen nivel. Por ejemplo, una interpretación muy redonda del Quinteto Op. 44 de Schumann, ejecutado con muy buen sentido del balance y con actuaciones especialmente destacadas del violoncellista Andrés Díaz y el pianista Per Tengstrand. En otro momento importante, el joven y talentoso violinista finlandés Jaakko Kuusisto hizo una efervescente interpretación de las Danzas rumanas de Bela Bartók, con una técnica y una energía poco comunes a su edad, un sabroso sentido de la dinámica y el rubato y una gran atención a los detalles de color instrumental. Más tarde, el Trío Díaz realizó una cálida ejecución del Trío de cuerdas Op. 9 No. 3 de Beethoven, expresando con claridad y sencillez las ideas fundamentales de una obra en la que, evidentemente, los demonios de Beethoven estaban momentáneamente aplacados. Y ya pasada la medianoche, el pianista Henri Sigfridsson se presentó para tocar el acompañamiento de un lied de Oskar Merikanto... y cantarlo él mismo con una voz de barítono de registro, afinación y cuerpo muy estimables para un pianista.
En los intervalos de este singular maratón, hice algunos viajes a la sala de conciertos de Kuhmo para escuchar partes de un muy buen recital de jazz a cargo del Cuarteto Danielsson-Liebman. Jazz sobrio y austero, de la vertiente cool del jazz contemporáneo y, sobre todo, jazz acústico, que es un auténtico regalo para los oídos en estos tiempos de numerosos decibeles groseramente amplificados y distorsionados. Repertorio: una combinación de piezas originales de David Liebman con algunos standards de autores diversos, entre los que destacó la presencia siempre grata de Bill Evans. Entre las cosas notables de este concierto de jazz: algunos experimentos de técnica instrumental contemporánea a cargo del sax alto de Liebman; Jon Christensen combinando la batería con el performance, utilizando su banquillo, las butacas, el piso y las paredes de la sala como una gran colección de tambores; y las excelentes intervenciones de Lars Danielsson en el contrabajo, de gran profundidad técnica y expresiva.