Muy estimado compañero: Cuando vi su efigie y su nombre reproducidos en la prensa de todo el país, con motivo de su designación como nuevo fiscal especial (el cuarto de la serie), recordé con cordialidad los años en que nos tocó convivir en las aulas de la Facultad de Derecho, usted como brillante, serio y prometedor estudiante, y yo como ya experimentado y obstinado expositor de los temas del derecho administrativo.
Confieso que admiré su valor de aceptar una comisión que no tiene mucho de apetecible y sí mucho de peligrosa.
Quiero aprovechar nuestra antigua relación de las aulas, reforzada con la amable atención que dio usted a los casos de violación de derechos humanos que tuve ocasión de plantearle en su función de la CNDH, para expresarle directamente dos cuestiones.
Cuando el licenciado Miguel Montes, primer designado por Carlos Salinas para desempeñar el cargo que hoy se le confía a usted, declaró que se trataba de un crimen cometido por un solo y aislado delincuente, me permití señalar que el llamado fiscal o procurador especial no era otra cosa que un ``encubridor general'', carácter que se explicaba por su relación con Carlos Salinas, quien le había recompensado presidir la Cámara de Diputados que en septiembre de 1988 proclamó la validez de la elección presidencial, con un sitial en la Suprema Corte, mismo que tuvo que abandonar rápidamente para cumplir el nuevo encargo de Salinas de actuar como fiscal especial y encubridor general en el caso Colosio.
Dije también que en el expediente investigatorio faltaban dos piezas esenciales que ponían de manifiesto una clara pista de necesaria investigación: el discurso de aceptación de la candidatura pronunciada por Luis Donaldo Colosio, y el distinto discurso por el mismo Colosio del 6 de marzo de 1994 (17 días antes de su asesinato). La lectura comparativa de ambos discursos demostraba, afirmé, que se había abierto un claro enfrentamiento entre dos facciones gubernamentales, que imponía la necesidad de averiguar si ese rompimiento no entrañaba una huella o vestigio cuya investigación debía iniciarse.
Muchos acontecimientos posteriores han venido a poner en evidencia que mi hipótesis de investigación no tenía nada de descabellado para esclarecer si la raíz intelectual del asesinato de Colosio se encontraba en la pugna mencionada.
Por supuesto, ninguno de los tres antecesores suyos se consagró, en serio, a hurgar sobre la autoría intelectual del asesinato de Lomas Taurinas y hasta ahora, la opinión pública no ha sido veraz y cabalmente informada de la posible responsabilidad intelectual.
No me atrevo a afirmar una conclusión, pero sí a insistir, mi estimado compañero, en que se investigue la pista que resulta de la comparación de los dos discursos del victimado, para encontrar alguna luz sobre la responsabilidad intelectual del asesinato Colosio.
Será muy interesante saber si Aburto tuvo o no cómplices materiales, pero lo que espera la opinión pública es saber quién indujo, promovió o ayudó, física e intelectualmente, al o a los asesinos materiales.
Y al asunto le ha surgido otra arista que tendrá usted que limar. ¿Cuál fue la responsabilidad que corresponde al procurador Montes, designado por Salinas, por mantener un velo de misterio y de silencio sobre la autoría intelectual? ¿No será la estrecha vinculación entre el susodicho Montes y Carlos Salinas un indicio más para encontrar las responsabilidades que a cada uno de ellos corresponden?
No tengo elementos suficientes para sustentar conclusiones ni es mi tarea investigar y menos juzgar, pero creo que sí es un derecho que me asiste, como simple ciudadano, pedirle a usted ordene investigar las pistas o indicios respecto a la autoría intelectual y al encubrimiento del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Creo, mi estimado Luis Raúl González, que la vida le está brindando una brillante oportunidad de contribuir a la ya indispensable limpieza de nuestro México. Muy fundadas esperanzas abrigo, por su juventud aún impoluta, de que no defraude usted a la sociedad y encuentre y dé a conocer públicamente a los autores intelectuales del crimen que toca a usted desentrañar.
Un abrazo por su valor, y mis mejores deseos para su pleno triunfo, que ayudará a México.