La Universidad de Artes de Chiapas, a debate
Raquel Peguero, enviada/ III, San Cristóbal de las Casas, Chis. El año pasado, poco después de que Julio César Ruiz Ferro protestó como gobernador de la entidad, consideró que era un buen momento para crear una nueva universidad, la de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach) que nació el 31 de enero de ese mismo año, como fruto de la unión del Intituto de Ciencias y Artes (Icach) y del Instituto Chiapaneco de Cultura.
Su idea era recuperar ``la vieja tradición mexicana de que son las universidades las que cumplen con la función de crear y difundir la cultura''. Sin embargo, al año y medio de su nacimiento y frente a los problemas educativos y culturales que aquí se viven, algunos sectores han comenzado a cuestionar su existencia y se aprestan a discutir públicamente su viabilidad.
Con una larga tradición de escuela de educación media superior --hasta ahora dio el paso hacia la licenciatura-- el Icach había quedado prácticamente en el abandono, en su tarea educativa, cuando hace 25 años se creó la Universidad Autónoma de Chiapas. Fundado la centuria pasada y refundado en éste, en el último cuarto de siglo había estado cumpliendo un destacado papel como difusor de la cultura. A través suyo se hacía teatro, artes plásticas, danza y se publicaba literatura por medio de su revista Icach que obtuvo, incluso, algunos premios.
El Instituto Chiapaneco de Cultura, con una tradición de poco más de un cuarto de siglo, cumplía por su parte, un papel similar al del Icach, de difusión cultural (por no decir el mismo). Convertido ahora en el Centro Estatal para la Cultura y las Artes (CECA) continúa con sus funciones habituales --sólo que bajo el mando de la Unicach-- y con la consigna de manejar las Casas de Cultura, que actualmente suman 60 en toda la entidad, aunque siete de ellas son administradas por los municipios.
Es buen augurio, soñar que se va a la escuela; se tendrá mando*
La Unicach cuenta con un presupuesto anual de 25 millones 197 mil 450 pesos, que recibe directamente del gobierno estatal y que son utilizados fundamentalmente en sueldos y ``básicos''. Tiene sin embargo dos subsidios más, que le vienen de la Secretaría de Educación Pública chiapaneca, uno por un monto de 401 mil 200 pesos, destinados al Fondo para la Modernización de la Educación Superior y, el otro, por 2 millones 474 mil pesos de apoyo a proyectos especiales --cuenta con cinco a la fecha-- que salen de las arcas de la Delegación especial, que encabeza Melba Pría.
``Muy ligadas a la problemática'' chiapaneca, la Unichach cuenta con seis escuelas que integran una matrícula de mil 211 estudiantes, adscritos a las carreras de Biología (125), Odontología (166), Ingeniería topográfica (130), Psicología social (173), Nutrición (185) y Música (374). Estas dos últimas, como se ve, son las más crecidas ya que la primera cuenta con maestría y la segunda con licenciatura y está a punto de estrenar su orquesta de cámara, la primera en la historia de Chiapas. Música es, además, la única que tiene a niños como estudiantes: 141 en total. La idea del rector Andrés Fábregas Puig, es también profesionalizar las artes, ``en el mejor sentido de la palabra'' y para ello han creado ya un Centro de Experimentación Teatral, y se abrirán las licenciaturas en artes plásticas y danza. En estas tres áreas cuentan ya con 58 alumnos.
El reto de la Unicach, considera Fábregas Puig, es hacer entender a la sociedad chiapaneca el valor de la universidad pública, si bien es cierto, que aparece en momentos difíciles, ``ya camina y lo que queda es consolidarla y conseguir que la gente la tome como algo suyo''. La idea de este recinto es ``regresar al espíritu del Renacimiento de la Ilustración, que era tener a las ciencias y el arte hermanados'', asegura su rector para quien esta universidad es una ``utopía'' dificíl pero posible: la Universidad Veracruzana es la prueba y el modelo a seguir.
Algunos sectores --sobre todo en Tuxtla, donde está asentada-- aseguran que si bien la utopía es posible, lo urgente en estos momentos es resolver el problema de la educación básica que esta muy ligado a la explosión demográfica y a la diversidad religiosa, que se ha llevado entre sus salmos, la cultura de muchas comunidades de la región, dividiendo etnias que parecían indivisibles. Se habla del tiempo que se invierte en poner al día a muchachos mal preparados que ingresan a la Unicach (por lo menos un semestre) para tratar de llenar huecos enormes que vienen de muy atrás y son más complicados de lo que aparentan.
Por el lado de la profesionalización de las artes, las opiniones son encontradas, pero la pregunta latente cuestiona el futuro de los artistas: encaminarlos hacia dónde y para qué mercado no sólo de venta sino de difusión, que por estos lares no es muy amplio. Baste señalar que una de las carencias más graves de Chiapas es la falta de museos. La capital sólo cuenta con uno digno de llamarse así, el Regional de Arqueología --que todavía no abre su sala de Historia-- y una ciudad tan importante como San Cristóbal, considerada ``la Atenas del sur'', no tiene ninguno, sólo un triste remedo --de pena ajena-- en el ex convento de Santo Domingo. Comitán es la única metropóli acondicionada en ese sentido, con su Museo ``Belisario Domínguez'' y el de Arte Moderno. Este es un problema serio --sostiene Fábregas Puig--, quien considera que en Tuxtla debería existir un gran museo de Las religiones, ``es algo que hemos venido proponiendo, pero eso cuesta y después quién lo mantiene. Ahí uno se topa con la realidad económica del estado''.
Es buen augurio soñarse vestido de blanco, se tendrá paz, amistad*
Un par de museos comunitarios, levantados en la zona Chamula, son un virus que esperan se contagie a otros municipios, pues responden a la necesidad de contar con recintos que rescaten las tradiciones. Sabedores de que ese es el germen que ha propiciado la proliferación de Casas de Cultura --se levantaron 50 en seis años-- los museitos no reciben apoyo oficial. Uno, ubicado en Zinacantán es mantenido por un patronato; el otro, en San Juan Chamula, es iniciativa de una familia que lo ha visto como una oportunidad, también, de allegarse recursos.
La construcción de las Casas de Cultura no obedece a una política del gobierno estatal, sino a la presión y esfuerzo de las comunidades que, durante años, han luchado por ellas. A través de lo que denominan ``Comités de Cultura'', integrados fundamentalmente por jóvenes indígenas interesados en la revaloración de sus costumbres, trabajan de manera voluntaria, dan talleres y se han abocado a realizar, con paciencia, las gestiones que requieren para que se abra el espacio --llámese Casa de Cultura-- en donde sus tradiciones es lo más importante.
De los 17 municipios que hay en esta zona, no todos corren con la misma suerte y en sitios rebeldes, como Altamirano y San Andrés Larráinzar ni se considera hacer locales de este tipo, ``porque son regiones muy espinosas que más vale no tocarlas'', asegura el director de la Casa de la Cultura de San Cristóbal, Jorge Paniagua. Otras debieron esperar por lo menos diez años (de trabajo de Comités) y una coyuntura política favorable para ver materializada su petición. Ese fue el caso de Tenejapa que, tras dos años de gestiones sordas, la llegada del gobernador interino Javier López Moreno --oriundo de ese lugar-- hizo posible que el ``milagro'' se inaugurara en febrero del 94.
Pero esto no se da en todas partes y la lucha por las marquesinas permite ``juegos sucios'' como el que Sedetur construya un Museo Etnográfico, en los terrenos de la Casa de la Cultura de San Juan Chamula, sin que se le pida permiso a la Unicach. Ese proyecto cuya edificación --una metáfora de una vivienda indígena-- se realizó en cuatro meses y costó 6 millones de pesos, cuenta sólo con una sala de exhibición y una tienda. A unos pasos de ahí, casi a la entrada del poblado, está el Museo Oraton (Casa de piedra) inaugurado apenas el 31 de mayo pasado, por iniciativa de la familia de don Pascual Pérez. ``Esta sí es una casa antigua, verdadera'', dice el dueño con orgullo, hecha de lodo y amarrada con lazos. En el breve espacio que la compone, se muestran, rudimentariamente, un par de trajes de fiesta, un altar con flores y tres velas blancas, una especie de cocina a la que le faltan ``las ollas donde se cuece el atole''. El museo jala gente, y por cinco pesos, ``pueden ver lo que es verdad y no cosas falsas''. Sus intenciones que no su ``autenticidad'', le permitieron instalar una especie de restaurante, donde se puede degustar ``un cafecito de olla, pa'l frío''.
En Zinacantán está el museo Ik'al Ojoo, (nombre de un dignatario antiguo) formado por un patronato que no quiso ``esperar pasivamente la desaparición de los utensilios de nuestras ceremonias''. Inaugurado el 2 de abril de 1993, a sus organizadores les llevó un año recaudar, entre la comunidad, los fondos necesarios para su edificación. Con una exposición montada más en forma, ofrece también en una construcción de una casa típica, los vestuarios y utensilios que se usan en la fiesta patronal de San Ildefonso.
Cuenta con una pequeña sala para muestras fotográficas y una tienda donde ofrece, además de los souvenirs típicos para forasteros, libros bilingües, de cuentos tradicionales, para los lugareños. Con un pequeño apoyo del Intituto Nacional Indigenista (INI) sus patronos no quieren, sin embargo, saber de otras ayudas gubernamentales, ``porque cuando nos las dieron, nos las quitaron inmediatamente llevándose nuestro patrimonio''.
Este museo tiene una particularidad muy especial: no cobra la entrada. Y llama la atención porque en la mayor parte de las zonas visitadas se debe pagar por, desde entrar a la iglesia (seis pesos) hasta tomar una foto, cuando dejan (20 pesos). ``Lo que más nos importa es la difusión --explicaron-- y la gente aprecia más cuando se le pide un donativo. También suele ser más generosa''.
* Interpretación de los sueños, según los zoques de Tapalapa, * Chiapas. Tomado del Anuario I, del Centro de Estudios * Indígenas de la UNACH.