Imposible callar ante lo que parece un escenario por demás ominoso para México: la instauración de una dizque democracia asentada en bayonetas y, peor aún, con la intervención de Estados Unidos. Es decir, una democracia sostenida en las dos muletas más antidemocráticas posibles: la muleta de la dictadura y la del intervencionismo extranjero.
¿Absurdo? ¿Irracional? Desde luego que sí. Primero, porque si algo necesita México para salir de su pesadilla actual es justamente democracia. Todos lo sabemos y lo decimos de diversas maneras: transición a la democracia, perfeccionamiento democrático, superación de la democracia formal. Y, segundo, porque si algo enseñan la historia y la cultura de México, es que nuestro país no está para dictaduras, mucho menos made in USA.
En otras palabras, y a propósito del terrorismo en boga, hay dos bombas inmejorables, si de hacer estallar a México se trata. Una es la bomba de la militarización; tanto más explosiva por cuanto que la sociedad mexicana no podría sumar la falta absoluta de libertades a su ya larguísimo expediente de agravios. Y la otra es la bomba de un pleno intervencionismo estadunidense, también en lo militar, lo que sin duda sería la gota que derrama el vaso. Realmente es difícil imaginar a un México estable, y a un EU tranquilo, ante una ``democracia'' totalitaria y, todavía peor, intervenida por la potencia vecina.
Pues bien, comienza a multiplicarse el manoseo de ambas bombas. Parece que comienza a cuajar eso que bien podría denominarse terrorismo binacional de Estado. Y que si llega a cuajar, tarde o temprano incluiría entre los aterrados, a las élites de México y EU. Que nadie se engañe.
Ya desde principios de 1994 --año que hoy parece un siglo--, EU jugaba con la idea de invadir a México. Gracias a un informe del Pentágono divulgado por La Jornada, pero no suficientemente atendido por los especialistas, nos enteramos de que, en la óptica militar de EU, ``es concebible que un eventual despliegue de tropas estadunidenses en México sea recibido favorablemente, si el gobierno de México enfrentara la amenaza de ser derrocado como resultado del caos económico y social generalizado'' (31/VIII/96). ¿Será? ¿Tanto ha sido vapuleado el nacionalismo mexicano? ¿O es más bien que los aplausos no irían más allá de Palacio (entonces no tan) Nacional y de la Bolsa de Valores?
Aun si sólo se tratara de un mariguanazo de quien hizo el informe, lo cierto es que EU acrecienta su influencia (también llamada ``cooperación'') sobre México. Ya no sólo en cuestiones de política económica, petróleo, cultura y demás. Ahora también en el renglón de lo militar. Esto último, tanto por vías directas (acuerdos expresamente militares) como indirectas, notablemente a través de la lucha ``conjunta'' contra el narcotráfico. Cuestión que, como se sabe, juega ya a manera de bisagra para el intervencionismo y la militarización. Casualmente, además, juega ya como el gran tema (anti)mexicano en la actual campaña electoral de EU. Insolente, pero significativamente, un diputado de allá ha llegado al punto de reclamar, en una reciente audiencia legislativa sobre drogas: ``¿Vamos a poner los pies de México al fuego, o no?'' (La Jornada, 6/IX/96).
O de plano quiere chicharrón, o este diputado no se ha enterado que México (y no sólo sus pies) ya está bajo fuego; y que por cierto ello obedece, en una de sus pinzas, al intervencionismo de su país. La otra pinza pareciera cerrarla el gobierno de México al impulsar una militarización cada vez más indiscriminada. Ayer, so pretexto de la inseguridad pública, hoy a causa del EPR, mañana... cualquier cosa. Y, a manera de remache, acaso el mensaje clave del último informe presidencial: gobernar ``con toda la fuerza del Estado''.
Todavía es tiempo de frenar tanta irracionalidad. A final de cuentas, sólo se exige un poco de sensatez y de patriotismo. Lo que México quiere --y necesita, como el oxígeno mismo-- es una democracia genuina, en definitiva, no una democracia maquillada con los enjuagues del militarismo y de la desnacionalización total. Si EU realmente quiere ayudar, hay formas sensatas y muchos renglones no sensibles para hacerlo. Mientras tanto, mejor decirle: No, thank you.
¿Podremos al menos hacer eso, o es que en verdad ya tenemos listo el confeti para vitorear marines en el Zócalo?