La Jornada Semanal, 8 de septiembre de 1996
Por los toneles de la noche el viento
trae su memoria de camión nocturno:
deshilachados potros de la tarde asumen
su condición de usuarios del silencio.
Sombra como retazo del olvido,
un hombre al borde de su sombra cruje;
sujétalo a su cuerpo un clavo ardiente
y una feroz manera de aferrarse
a los crujientes garfios del recuerdo.
No sabe que al caer caerá en un pozo
donde de nada le valdrá su aullido.
Una luciérnaga le alumbra la mirada
y ve su cuerpo, en el desplome, solo.
Deshilachados potros de la sombra asumen
su condición de huraños cavadores,
algo como galope de caballos
en el silencio funeral se acerca.
De los toneles de la noche llega
el grito atroz de la bestial caída.
En la tiniebla de los pozos tiembla
la luz de una velita que se apaga.
El aguaitado por su duelo viene
con su cencerro funeral sonando;
su apagada velita entre los dedos masca
para entregarla a la que en brasas mora.
Algo como segmento de hombre ahorcado
desde la lumbre de su trozo brama;
en el crepite de la llama, entonces,
puede escucharse en vela su balido.
En el brasero de su zarza el fuego
entre calderos le acalora el frío,
y a seguetazos su bramido corta
la densidad de la oquedad que no lo adopta.
Al desamparo el aguaitado vuelve
con su velita, entre los dedos, rota;
como que a tumbos su crujir lo masca todo
y hacia lo oscuro su bramar se hace balido.
El desvalido y su cencerro funeral sonando,
busca zarzal donde las manos del ahorcado puedan
en la tiniebla de lo atroz hallar morada;
en los fogones de la noche ávidamente se asarán
sus manos hasta volverse sombra de ceniza en vela,
y siendo musgo ya y helecho calcinado
en la oquedad donde la flama de la vela mora
se hundirán para siempre en su desvelo.
Sobre el callado bramadar de su silencio,
de su cencerro funeral llega la bruma
con que el ahorcado por su duelo en su balido llama.
Brumoso en su brasero, su zarzal y su vela
que se extingue, entre alaridos de su llaga masca
y desvalido,
desde la oscuridad que a seguetazos lo destaja
ladra la desvalida soledad de su bramal balido.
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Max Rojas (ciudad de México, 1940) es autor de los libros El turno del aullante y Ser en la sombra. Trilce Ediciones, en la colección Tristán Lecoq, prepara la reunión de su poesía bajo el título El turno del aullante y otros poemas.