El Departamento de los Objetos de Arte del Louvre está asociado al Museo desde su creación en 1793 cuando se abrió la ``gran galería''; sin embargo, su nueva ubicación y reordenación se inauguró en noviembre de 1993.
Me referiré a algunos de los objetos que más me gustan de ese Departamento y que considero son de una calidad y belleza excepcionales.
Los marfiles romanos,los franceses de los siglos octavo y noveno y los bizantinos. De estos últimos destaca el ``marfil Barberini'' de la primera mitad del siglo sexto que originalmente tenía cinco paneles --uno de ellos falta--, el de enmedio y más importante se refiere a un emperador bizantino triunfante cabalgando su caballo, que se representa con movimiento y majestuosidad, parece que va a salirse del tablero. La cara del emperador refleja una profunda satisfacción, es el espejo mismo del triunfo y de la victoria, cuya estatua es llevada por uno de sus generales en el panel de la izquierda. En el de arriba se encuentra Jesucristo bendiciendo al emperador y rodeado por dos ángeles; y en el de abajo, los pueblos vencidos le presentan sus tributos al emperador.
La Virgen y el niño Jesús, escultura de marfil de 41 cm de altura que fue tallada entre los años 1250 a 1279, proviene del tesoro de la Capilla Santa. La Virgen le está dando al niño una pequeña pelota --que quizá simboliza el mundo-- la cual él acaricia. La cara del niño es de felicidad, sonriendo ampliamente. La Virgen satisfecha esboza una discreta sonrisa que ilumina sus ojos. La escena está llena de placidez y de ternura. Es como una fotografía tomada en un momento de intimidad familiar. La sonrisa de la Virgen me recuerda el famoso ángel de la Catedral del Reims. Es una escultura de marfil con una gran expresión lo cual no era muy común en aquella época. También llama la atención el drapeado del vestido de la Virgen y la naturalidad de la composición, el niño suavemente coloca su otra mano sobre el hombro de su madre.
Es una de las piezas de marfil más hermosas que conozco y quizá la más bella que queda del fabuloso tesoro de la Capilla Santa de París.
Las Cacerías de Maximiliano se denominan doce inmensos tapices --todos reunidos en una sola galería-- de Bruselas de alrededor de 1530 y que representan a uno de los cazadores más famosos de aquellos tiempos: el Emperador Maximiliano y miembros de su familia, entre ellos su nieto el futuro Carlos V. Los tapices fueron tejidos con hilos de lana, seda, plata y oro de acuerdo con los dibujos de Bernard van Orleyt. Cada tapiz corresponde a un mes del año y a un signo del zodiaco.
Los tapices se encuentran como si hubieran sido tejidos hace pocos años, conservan todo su color y más que tapices parecen pinturas renacentistas de inspiración italiana con algunos relieves; aun muy de cerca, no es fácil ver la puntada. Ellos están llenos de árboles, frutas, pájaros, animales de caza, palacios, casas, iglesias, caballos, perros. El detalle es tal que se contemplan los nervios de las hojas, las hierbas que crecen, las bridas muy trabajadas y las herraduras de los caballos, la textura de la ropa, los pelos de las barbas. Para mí, esta galería es la perla del Departamento.
El hombre cuya naturaleza corresponde en mucho --no totalmente-- a la conocida frase de Hobbes de que es el lobo del hombre, debería dedicarse más a crear y admirar objetos de tal belleza porque además del placer que proporcionan, ayudan al equilibrio interno y en algunos o muchos casos pueden atemperar nuestra naturaleza animal; aunque en otros no, porque son casos perdidos.