Teresa del Conde
Gabriel Figueroa en el Carrillo Gil

Para mejor disfrutar la muestra de fotogramas digitalizados, seleccionados de películas cuyo camarógrafo es don Gabriel Figueroa que se exhiben con un conjunto de pinturas, grabados y tintas en el Museo Carrillo Gil, los que no somos muy entendidos en cine-fotogramas tenemos que tener en cuenta en primer término que las hermosas tomas ahora inmovilizadas no son stills, es decir, no son fotos fijas como varias que hemos visto, muy difundidas, por ejemplo de escenas de filmes de Buñuel. Las stills son las fotos que se hacen durante la filmación y que sirven para difundir la película. Varios de los más afamados fotógrafos del mundo, Manuel Alvarez Bravo entre otros, realizaron ese tipo de tomas. Las escenas que ahora vemos fueron en cambio extraídas de las cintas, suponen por tanto acaso una fracción de segundo dentro de determinada secuencia, misma que puede tener duración de menos de medio minuto (de acuerdo a lo que determinemos entender por secuencia fílmica). Las tomas se lograron con ayuda de procesos digitales. Como la selección estuvo fundamentalmente a cargo de Gabriel Figueroa Flores, hijo del eximio camarógrafo, él resulta ser coautor de la muestra. En lo personal a mí me causaron fascinación todas las tomas que se exhiben. Lo que no me queda tan claro en detalle (salvo algunas notables excepciones) es la relación explícita que guardan con pinturas, dibujos o grabados.

Como camarógrafo, Don Gabriel Figueroa indudablemente se vio influido por la iconografía de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, más por José Clemente Orozco (afinidad electiva) y en ciertos casos por David Alfaro Siqueiros que por otros de sus representantes conspicuos. Pero no sólo hay eso: una de las tomas podría provenir, por ejemplo, de esculturas de Francisco Zúñiga, ¿o será al revés? al menos eso es lo que sugiere, con fuerza, la imagen de las dos mujeres de espaldas, casi totalmente cubiertas por unos largos mantos (no son propiamente rebozos) extraída de la película La perla, que dirigió Emilio Fernández en 1945. Hay una toma de Don Gabriel que sí está literalmente inspirada en José Clemente Orozco y que puede considerarse glosa-homenaje propositiva. Con ella se abre la exposición. Deriva de una tinta sobre papel del jalisciense titulada El requiem, después litografiada (y la litografía dedicada a Genaro Estrada que también se exhibe, es esplendorosa), ambas piezas son de 1928 y fueron realizadas en Nueva York, donde Orozco se encontraba oficialmente pensionado por el gobierno. Ese fue el año en que empezó a trabajar litografías y grabados, ``para mañana tengo la primera prueba de mi primera litografía'', le comenta a su esposa Margarita en una carta fechada el 18 de marzo. Como quiera que sea, Figueroa, aquí sí, rindió en una escena de la película Flor silvestre inolvidable homenaje a José Clemente Orozco, el más venerado por las recientes generaciones de todos los muralistas mexicanos. Quizá lo sea porque Orozco resulta intemporal.

En cambio el pelotón de fusilamiento --con las líneas de fuga aceleradas-- también de la película Flor silvestre nada tiene que ver con la obra que le está adjunta, aunque también se trate de un fusilamiento. Me refiero al grabado de José Guadalupe Posada ``El fusilamiento del capitán Clodomiro Cota'', que es más bien frontal. La asociación tiene que ver únicamente con el significado de la palabra ``fusilamiento'', no con imagen alguna por prestigiada que sea, ya puede tratarse de Goya con Los fusilamiento del 2 de mayo o de Manet en sus versiones del Fusilamiento de Maximiliano. Todo eso puede estar allí, Don Gabriel ama la pintura y aprendió de ella, pero esa escena tiene otro tipo de ``efectividad'' más cercano, quizá a Las lanzas de Velázquez. Sin embargo no es necesario pensar que la fotografía en movimiento, ni aun en el caso de Don Gabriel, esté derivando de imágenes plásticas, salvo cuando la cosa parece ser explícita, como acontece con la toma en la que ¿Pedro Armendariz? extiende el brazo derecho en la película El rebozo de Soledad de Roberto Gavaldón (1952) adelantando, debido al escorzo fílmico, una enorme mano que sin lugar a dudas recuerda el autorretrato de Siqueiros titulado El coronelazo (1945).

Muchas otras asociaciones no están sino en el ojo de quien las ve. ¿Y qué hay de más legítimo que eso? Resulta grato ver analogías formales: la toma de Pueblerina (1948) con el volcán al fondo junto a una Paricutín del Dr. Atl o el hermoso rostro de María Félix circundado por rebozo oscuro en Río Escondido (1947) también de ``El Indio'', junto a la magistral Soldadera litografiada por Orozco en 1929. Una preciosa exposición que produce en quien la ve mil disparaderos. El nacionalismo cinematográfico, sin embargo, antecede al nacionalismo en pintura como con creces lo ha demostrado Aurelio de los Reyes en sus estudios sobre el cine mudo. Lo que no quiere decir que la pintura no haya influido en el cine ¡y mucho!.