Francisco Vidargas
Caras de una polémica

Hasta hoy lleva 22 días la polémica suscitada por la propuesta de la Comisión Asesora de los Monumentos del Paseo de la Reforma, para el traslado de la Diana Cazadora al bosque de Chapultepec y de la palmera de la glorieta de Niza al Jardín Botánico de la UNAM. Y faltan 10 más para que la Asamblea de Representantes y la regencia dictaminen sobre el caso.

Como corresponde a una consulta de esta naturaleza, las diverencias se suscitaron inmediatamente y múltiples voces se han expresado --casi unánimemente-- en contra del proyecto que pretende instalar un ``Monumento a la mexicanidad'' del escultor Sebastián y otro ``a los valores culturales del virreinato'' de los artistas Jorge Martín Cadena y Antonio Castellanos.

El propósito del proyecto es el de dar una ``real significación histórica'' al Paseo de la Reforma, recobrando ``el respeto a sus monumentos'', pero la intención no es nueva, por lo que resulta útil recordar sus antecedentes, a partir de los primeros intentos de remoción del triángulo de Ródano.

Habiendo sido colocada la Diana ahí en septiembre de 1976 permaneció tranquila hasta que, entre septiembre y diciembre de 1987, las autoridades capitalinas realizaron una consulta pública para ver si era trasladada a la glorieta de Niza. En ella participaron 61 especialistas, entre otros Fernando Benítez, Enrique Florescano, Teodoro González de León, Luis González, José Luis Martínez e Iván Restrepo. Las conclusiones dadas a conocer el 3 de febrero de 1988, señalaban que ``por la estética del monumento'', debía estar situado en un jardín para poder ser observado peatonalmente y que, en virtud de la crítica economía del país, no se justificaba un gasto de esa naturaleza por lo que no sería removida.

Más tarde, en 1992 el doctor Silvio Zavala publicó el texto titulado ``Una palmera y una idea en el Paseo de la Reforma'' (El Búho, 29/III/92), donde por primera vez hablaba del proyecto de edificación de ``una pirámide trunca.. que recordaría la base idiomática y cultural de los pueblos precolombinos''. A esa nota siguieron otras cuatro que abordaron de manera directa el caso de la escultura de Juan Francisco Olaguíbel, ya que el gobierno capitalino había anunciado su traslado, junto con la fuente de Vicente Mendiola, a la glorieta de Mississippi.

Por la falta de ``carácter histórico'' y para no ``quebrantar la serie de monumentos históricos existentes en el Paseo'', el historiador se manifestó entonces por la colocación de dos monumentos, uno ``que recuerde los aspectos valiosos de la historia de la cultura mexicana entre 1521 y 1821'' y otro que ``rememore la era liberal'' que llevó a las constituciones de 1857 y 1917. Después de una agria discusión con las autoridades --y cuya respuesta más directa la dio Alejandra Moreno Toscano señalando que la ``Reforma no tiene porqué ser el paseo de la racionalidad intelectual última'' (La Jornada, 25/VI/92)--, el DDF acordó el 24 de junio de 1992 la creación de una comisión asesora ``que estudie y proponga las acciones que aseguren la conservación del carácter histórico'' de la avenida, además de la instalación temporal de la Diana en donde ahora se encuentra, ``en tanto se defina su ubicación óptima''.

Con las declaraciones del pasado 20 de agosto nuevamente se encendió la controversia, pero ahora distorsionada con acusaciones sobre ``mojigatería y resentimiento'', o bien de política revanchista ante las decisiones del anterior regente. En realidad, poco de lo dicho hasta ahora contribuye con la intención de la consulta pública; por ejemplo, no se ha discutido el valor artístico de las obras propuestas y si ameritan estar en el paseo. Personalmente las considero inadecuadas para la zona.

Días atrás el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM hizo público su desacuerdo con la remoción, señalando que palmera y Cazadora ``son parte de la semblanza de nuestra ciudad'' y sugiriendo la colocación de los nuevos trabajos en ``innumerables colonias'' que carecen de monumentos (Reforma, 6/IX/96). Otros proponen mejor dedicarse al rescate de las esculturas existentes, ``por el deplorable estado que presentan'' (Boletín mexicano de La Crisis, 7/IX/96).

Más que pensar en remover a la palmera y la Diana Cazadora, la Comisión y las autoridades capitalinas deberían trabajar, con el INBA, en la pronta declaratoria del Paseo de la Reforma --como lo propuso don Silvio ante los diputados (La Jornada, 9/II/96)-- y así conjurar los recurrentes intentos destructivos de sus monumentos y entorno urbano.