El Museo de Cultura Populares tiene en exhibición una obra extraordinaria: el Mural Huichol (quizá podría llamarse más bien retablo), inmenso tablero de 2.40 por 3.00 metros, formado a su vez por un gran número de recuadros: ``Misterio y viaje de los Espíritus Sagrados''.
Cada recuadro está formado en su superficie por diminutas chaquiras de colores, adheridas al soporte de madera con cera de campeche, según la técnica tradicional de la comunidad Huichol en la conformación de algunos de sus objetos rituales. Los recuadros tienen relación entre sí, lo que lleva a la unidad del gran objeto, pero mantiene su autonomía formal y significativa. En algunos casos varios recuadros, pueden ser dos o cuatro, o seis, conforman una unidad más cerrada. Cuatro ``caminos'' simétricos, con alguna interrupción establecen otra suerte de relación entre significados diversos en la superficie del retablo.
El mural realizado entre 1994 y 1995, con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, fue concebido y ejecutado por una serie de artistas-sabios de la comunidad huichol, ligados entre sí por lazos familiares. Su iconografía (su ``misterio'') es extraordinariamente compleja y se refiere a una visión cosmogónica que comprende los cuatro elementos: el día y la noche, los tiempos calendáricos y las diversas fuerzas contrastantes y armónicas de los espíritus sagrados que actúan sobre el mundo.
Sería por demás el esfuerzo de intentar aquí un esbozo de explicación. Pero el museo ofrece una sala que el espectador puede consultar para acceder a un mejor nivel de lectura; aunque sin duda todavía quedarán cosas fuera de su comprensión, pues para ello se requeriría estar inmerso en la cultura huichol. Sí diré, no sólo por ser de justicia, sino porque tiene que ver con lo que trataré después, los nombres de los artistas-sabios de este portento: Aurelia Santiago Carrillo, Ofelia de la Torre Carrillo, Celia de la Torre Carrillo, Máximo Ortiz y Guadalupe Carrillo de la Cruz, cuatro mujeres y un hombre.
Lo que el espectador tiene enfrente es una especie de joya magnífica, en su brillo, en la cantidad de sabio trabajo acumulado por un conocimiento secular, en la cantidad de formas que se aglomeran y se organizan, procedentes del mundo natural, animal, humano y sobrehumano; formas que se establecen a partir de modos de representación ajenos a la cultura occidental casi en su totalidad (el águila bicéfala ¿es coincidencia o un préstamo temprano del águila de los Habsburgo?). De los insectos a los más pequeños reptiles, a aves, águilas o tigres, a humanos presentes en gran variedad de modos, lluvia, astros y muchos más. Frente al que se tiene de entrada un movimiento de admiración, y simultáneamente una dificultad de lectura. Y no me refiero ahora a la comprensión de los significados mágicos y cosmogónicos, sino a la dificultad de conceptualizar el sentido, para nosotros, de una obra como ésta.
Una pieza como el retablo ``Misterio y viaje de los Espíritus Sagrados'' nos lleva necesariamente a reflexionar sobre la condición de lo artístico.
Nos encontramos frente a un objeto que no tenemos de entrada dificultad (aparente) para calificarlo de obra de arte. Nos sorprende, nos atrae, admiramos sin reserva la cantidad de trabajo invertido, la calidad de la hechura y el hecho de que contiene significados profundos aunque no seamos capaces de desenterrarlos en una primera lectura.
Pero desde luego es un objeto que, no siendo partícipes de la cultura huichol, vemos necesariamente ``desde fuera'', aun si hacemos el esfuerzo de acercarnos a sus significados. Lo vemos desde fuera formal y sobre todo conceptualmente. Un no cristiano no tiene ninguna dificultad en aceptar como obra de arte una madonna de Rafael, y no nos hace falta creer en los dioses de la antigua Grecia para llamar artísticas las obras de Fidias o de Praxíteles. La cuestión no está ahí. Estas piezas están en la base de nuestro concepto de artisticidad. La sucesión continuada de las formas de lo que llamamos artístico han cambiado, y nuestra capacidad de extender el concepto a los objetos más diversos se ha extendido. La vanguardia y aun la posmodernidad pueden entrar en lo artístico. Mas todavía: llegó un momento en que la Coatlicue pudo ser llamada máximo objeto artístico. Pocas cosas pueden dar razón de la ampliación de un concepto que nació como referencia a lo que en los siglos XV y XVI se llamó ``bellas artes''.
Valdría decir que basta extender un poco más el concepto para que abarque también el mural huichol. De alguna manera esta operación ya ha sido efectuada. Consideramos hace tiempo los objetos huicholes como ``arte''; para siempre asociándoles un incómodo adjetivo: ``arte popular''. Que ambivalentemente los asimila a lo artístico y los distingue en una categoría específica, que evita que se mezclen con aquello otro para lo que reservamos la simple palabra de ``arte''.
Algo tan refinado y tan rico como este mural huichol ¿es arte popular?, para sus autores ¿es objeto de culto?, ¿es un objeto artístico? ¿Qué sería para ellos lo artístico? ¿Existe en la lengua huichol una palabra que denote algo cercano a nuestro concepto de arte?
No parece haber ninguna duda sobre lo que llamaría la ``legitimidad'' del mural huichol. El pensamiento cosmogónico, los misterios y viaje de los Espíritus Sagrados son legítimos y pertenecen a una cultura secular. Otro tanto se puede decir de las formas tradicionales ahí realizadas. Pero ese objeto, llevado a cabo con el apoyo del Fondo nacional para la Cultura y las Artes (y me apresuro a decir que pocas veces he visto dinero mejor empleado) ¿se convierte por eso mismo en otra cosa?
El hecho de que sea exhibido en el Museo de Culturas Populares ¿le da otro sentido? Seguimos estando frente a un objeto de ``arte popular'' o estamos, pura y simplemente, frente a un objeto de ``arte''.
No tengo respuestas, hago simplemente preguntas que inviten a la reflexión.