Ningún rubor turba la poesía en prosa --La batalla perdurable-- de Adolfo Castañón. Una mirada leve hace temblar las letras y por el libro palpitan las horas con entretenimiento casi imperceptible al no encontrar cuál es su origen. Su poesía en prosa se desliza lenta entre un crepúsculo de letras en blanco y negro tan suave e impreciso que no se afincan en ninguna parte. Revuelo de una luz que se prende y se enciende en movimiento de imágenes que se pierden.
La poesía en prosa de Castañón se difumina en un duermevela del que asciende una música obstinada y rota donde cantan claras cuerdas de guitarra un apagado sonido que domina un rumor inasible, enlazado a una escritura que embelesa, y de la que se escapa una voz que no es de este mundo, por qué ``la escritura no es externa, no es del autor, no es fija'', y menos tiene origen ni final.
Castañón juega a no ubicarse en ningún género literario, y caminar por los caminos del cuento, la fábula, el retrato, la parábola, la leyenda, el ensayo, el fragmento, el acto, los poemas en prosa, y se sitúa en la escritura que prescinde de los géneros y se desplaza a los límites cambiantes de la tierra de nadie, en un espacio crepuscular sacudido por voces que suenan en el silencio.
Adolfo Castañón como Jacques Derrida se sitúa en la imitación del talentoso Maurice Blanchot, entre el silencio y el mito, la ironía y la creación y juega así, y a tomarse en serio, un juego que es literatura que no tiene límites, está al margen y permite comprender algo ante lo que uno se asombra; escritura que se va, inasible.
Esa escritura que se encuentra entre la que es natural, viva, hablante, interna y otra que es artificial, muerta, externa. Ambas no pueden ser designadas más que como metáforas, una de la otra, y según Derrida ``esta red de oposiciones de predicados que relacionan una escritura con la otra, tienen en su malla a todas las oposiciones conceptuadas del platonismo'' --considerado como la estructura dominante de la historia de la metafísica-- es decir la filosofía y la literatura que se han jugado en el juego de esas dos escrituras.
Castañón en los límites de las escrituras recrea el juego del escribir y al mismo tiempo su contrario: la lógica. Juego que al advertir y dar algo, da lugar a la dialéctica. Regresión a la intimidad que da lugar al representar de las ilusiones y es efecto del mismo juego.
Escritura que es poesía en prosa, esté en otro lugar, fuera del texto y descifra e informa sobre los secretos de su discurrir y no se ajusta del metro a la medida, ni del ritmo al pentagrama.
[Castañón, Adolfo. La batalla perdurable (a veces prosa). México, CNCA-Ediciones El Equilibrista, 1996].