Un hombre llega a su casa y luego de unos minutos arremete a golpes contra su esposa e hijos; la primera no sólo gana un ojo morado sino que pierde un diente de un puñetazo certero. Al día siguiente llega la trabajadora social y descubre que el tipo no tiene chamba desde hace seis meses, que sus pocos ahorros se han esfumado; además, los vecinos declaran que la señora es insoportable y los niños unas auténticas ladillas. Pregunto, ¿la situación justifica la agresión?
Un grupo de personas atrapa a un presunto violador que en su intento asesina a una mujer; deciden entonces lincharlo, convertirlo en una pira humana. Al día siguiente llega un sociólogo y descubre que la comunidad se encuentra harta por la impunidad de los maleantes que merodean por esos rumbos, irritada por la ineficiencia de la justicia, dolida por el acto del criminal; además la mujer asesinada era una persona querida, trabajadora, buena. Pregunto, ¿la situación justifica el linchamiento?
Unos señores se encapuchan y, cansados de miseria y autoritarismo, de exclusión y opresión, deciden tornar las armas y disparar contrar policías y militares y si cae algún civil, pues ni modo, es el costo de la ``causa''. Al día siguiente llega un antropólogo y, en efecto, constata la enorme desigualdad que cruza al país, los conductos atrofiados del quehacer político, la polarización social creciente y las mecánicas que tienden a edificar un país ``dual''. Pregunto, ¿la situación justifica los asesinatos?
Preguntas elementales, básicas, sencillas, pero por desgracia de actualidad. Hace unos meses no me hubiese atrevido a hacerlas por (para mí) transparentes. Creía que la inmensa mayoría de las personas contestaría que no. Ahora no sé.
Adrede he puesto la palabra ``justificar'', es decir, aquella que hace alusión a un necesario juicio de valor en contraposición a la noción sobria y fría de ``explicar'' que intenta sólo comprender los sucesos, porque en esa confusión más de uno está perdiendo una diferencia que resulta indispensable para no acabar en el infierno que supone que todo lo que sucede por el solo hecho de tener nutrientes está disculpado.
Vayamos por partes. He utilizado tres ejemplos de acciones violentas, y los casos podrían multiplicarse. En todas y cada una de ellas seguramente pueden establecerse correlaciones entre el contexto y la situación de los agresores y sus acciones. Me parece inmejorable que se indague sobre dichos nutrientes, que se traten de encontrar las causas de lo que sucede, la explicación más racional a hechos diversos, la aclaración de lo que pasa, y que se realicen las descripciones más acuciosas en la búsqueda de correlaciones. Es decir, es un signo promisorio que deseemos entender lo que pasa sin recurrir a pensar a los hombres y las mujeres como entidades sin contexto, sin condicionantes.
Pero luego de ``entender'' o de pensar que se entiende (porque hay que subrayar que esas supuestas explicaciones en sí mismas suelen ser limitadas, insuficientes, chatas) falta otra operación, el juicio de valor que nos merecen esas acciones. Salvo que alguien comparta la estúpida conseja que afirma que ``comprenderlo todo es perdonarlo todo'', como si la vida social fuese un laboratorio en donde no caben las valoraciones sobre las conductas propias y ajenas. Pero además esa pretensión de ``explicación estructural'' olvida que no somos marionetas de las ``condiciones objetivas'' ni zombis sin voluntad movidos por los hilos invisibles de correlaciones establecidas en la academia.
Es decir, no existen correlaciones lineales ni mecánicas ni simples entre condiciones sociales y conductas. Ni todos los desempleados golpean a sus familias ni todas las comunidades agredidas linchan a los presuntos responsables ni todos los pobres se ponen a disparar contra los policías. Es decir, a esas supuestas explicaciones (que por omitir esta dimensión resultan incompletas e inexactas) se les escapa una ``esfera'' central de la vida, una ``mediación'' imprescindible, aquélla que transcurre entre las ``condiciones objetivas'', las ``condicionantes estructurales'', y los actos de los individuos y las agrupaciones, aquélla que tiene que ver con las ideas, los valores, las expectativas, las imágenes, etcétera, que se tienen de uno y los demás, y que es de donde se desprenden los actos y la responsabilidad de los ``actores sociales''.
Porque, como lo escribió Carlos Monsiváis luego de la aparición del EPR, no empecemos, por favor, con ``justificaciones de lo injustificable''.