Busco entre mis viejos libros del Fondo la colección de ``Letras Mexicanas'' y me doy de narices con Edmundo Valadés. Le pido perdón por el plagio. Creo que me perdonará.
El tema sigue siendo actual. Lo actualiza el señor Clinton con su guerra artificial en contra de Irak, otro elemento más de una campaña política. Lo pone de moda el EPR en esos ataques que aún me llenan de sospechas. ``París bien vale una misa'' y unos cuantos muertos, aunque sean propios, justifican una etapa de mayor represión. Lo dramatiza el hecho de la quema en la hoguera a que me referí antes.
Daría la impresión que en este mundo en el que sobran habitantes, al menos en los del tercer mundo como puede ser el Medio Oriente y América Latina (con notables excepciones en el Cono Sur), la moneda de la vida puede ser pagada con facilidad. Son, por lo visto, más valiosos los votos o, a su manera, la fuerza del Estado.
Esa impresión da, por lo menos, la nueva tensión en Chiapas. Cuando después del discurso presidencial, discriminador de guerrillas (o, tal vez, negando a las más recientes ese carácter), en el que reconoció las virtudes del movimiento social en Chiapas, se hacen acusaciones violentas, con tono desusado por los rumbos de Bucareli y, al menos en lo que denuncia Marcos, el Ejército asume actitudes ofensivas. Lo que da la impresión es que o el discurso fue para disimular o que las fuerzas políticas y militares actúan por su propia cuenta. Lo que quedaría confirmado por el resultado de la entrevista entre el presidente Zedillo y Felipe Calderón.
Nunca ha tenido más razón el EZLN que al negarse a continuar las pláticas. Muchos periodistas hablan de la ruptura del diálogo y yo me niego a aceptar que lo ha habido. Cuando tuve el privilegio de asistir en San Cristóbal de las Casas en mi carácter de asesor del Ejército Zapatista, a las conversaciones mediadas por Cocopa y Conai, los cordiales (en las conversaciones personales) representantes del gobierno mantuvieron un silencio ominoso. Algo así como si despreciaran, que en el fondo de eso se trataba, a quienes habíamos asumido el compromiso de participar en un bravo intento de paz. Quiero recordar que entre los asesores zapatistas se encontraba gente de tanto prestigio como Pablo González Casanova, Adolfo Gilly, Javier Flores Olea, Arturo Alcalde, Maricarmen Fernández del Real y otros muchos, y ninguno de ellos merecía la respuesta del silencio.
Ahora el gobierno, inconforme con la inconformidad del EZLN, con claras intenciones propagandísticas, clama con la voz de las palabras y las más ominosas de las balas posibles, que los zapatistas se niegan a hablar. Que es exactamente lo que el gobierno ha hecho y lo que justifica de sobra un silencio que cesará si el gobierno asume la responsabilidad de dialogar y no de oír solamente. Y entre tanto, juega irresponsablemente a la guerra. Al fin y al cabo, lo que sobra son vivos y nada pasará --remember Aguas Blancas-- con unos cuantos muertos más.
Hay otros muertos también. En particular, la libertad sindical, muerta y remuerta entre nosotros desde hace largos años, tantos como los transcurridos desde la promulgación y puesta en vigor de la primera Ley Federal del Trabajo, el 18 de agosto de 1931 que hoy, en manos de una triple alianza, está llevando al señor Enrique Aguilar Borrego a lograr el desplazamiento de quienes cometieron la osadía de pelear en contra de él la candidatura a la secretaría general de la Federación de Sindicatos Bancarios a la que hoy agrega el tal Aguilar, la vicepresidencia de la sucursal de la CTM, el Congreso del Trabajo.
El señor Aguilar disfruta de todos los apoyos necesarios, de los propios Bancos y alguno más y, además, de unos serviles y obedientes traidores en algunas de las organizaciones que se prestan, sin otro fundamento que sus notables influencias políticas, a destituir dirigentes; a convocar congresos sin facultades para hacerlo y, en general, a transformar la organización sindical bancaria en un mundo tan corrupto como el de sus socios mayores en el CT.
Los fantasmas de las tomas de nota asumen la forma de las balas mortíferas y ayudan no poco en esa ofensiva eficaz en contra de la libertad sindical.
No sería extraño que estas agresiones a los sindicatos que se negaron a aceptar las consignas del CT el pasado 1o. de mayo, sean el resultado de una especie de venganza que intenta suprimir la fuerza de las organizaciones independientes. El desaire a la firma colectiva de la curiosa colección de principios de la nueva cultura laboral, también justifica los asesinatos jurídicos.
Huele a muerte en nuestro México. Y cuando la muerte empieza, inclusive sin tener permiso, los horizontes se quiebran y se hace indispensable cambiarlos y hacer unos nuevos.