Si sólo vemos el corto plazo, podemos, en efecto, dejarnos llevar por la imagen de que la situación en Irak hace subir el precio del petróleo, y gracias a ello vamos a tener un ingreso, como exportadores de petróleo que somos, de muchos millones de dólares en el año. Sin embargo, si sólo fuera asunto de las últimas una o dos semanas, el peso del precio de las exportaciones petroleras tendría una influencia muy limitada en el ingreso anual, además de que incluso ese aumento debe ser evaluado en sus justas proporciones.
En conexión con una ola recesiva que afectó a los principales países importadores de petróleo, el precio de éste había tendido a la baja, en medio de fluctuaciones de corto plazo, desde mediados de 1992 hasta principios de 1994; pero desde entonces, y también en conexión con la recuperación económica y un aumento sostenido en la demanda, esos precios han subido más y más, en medio de fluctuaciones a menudo fuertes pero de corto plazo. Vamos a tomar como referencia el promedio de los precios mensuales de las variedades West Texas Intermediate y Brent, usados como precios guía en mercados de América del Norte y Europa.
De un precio promedio en junio de 1992 superior a 21 dólares por barril, se llegó a precios inferiores a 14 dólares en febrero y marzo de 1994; desde entonces, aunque hay fluctuaciones con ``picos'' y ``pozos'', por llamar de un modo abreviado a los máximos y mínimos de cada fluctuación, el conjunto sube aceleradamente. Nos explican cada pico por causas de corto plazo, y a veces en efecto lo causaron, pero sólo frente al precio de la semana o del mes anterior. Los últimos dos se relacionaron con los sucesos en Irak, en abril pasado y ahora.
Cada pico en todo este periodo es, sin embargo, más alto que el anterior: el de julio de 1994 apenas rebasó los 17 dólares por barril; el de abril de 1995, un poco más sin llegar a los 18; el de abril pasado ya rebasó los 19 dólares, y el promedio de lo que va de septiembre, los 20 dólares por barril.
Las bajas, los pozos en el precio promedio mensual, se asociaron también a explicaciones de corto plazo, en los últimos tiempos a momentos en los que se creía que estaba próximo el arreglo que permitiría a Irak reanudar limitadamente sus exportaciones bajo determinadas reglas. Pero también cada pozo era menos profundo que el anterior: frente al punto mencionado abajo de 14 dólares por barril a principios de 1994, vemos que el precio sólo baja a 15 dólares en julio y luego de nuevo en octubre de 1995, y el más reciente pozo, en junio de 1996, quedó ligeramente arriba de los 17 dólares por barril. Las causas de más largo plazo, ligadas a la reactivación de la demanda mundial de petróleo, son las que más cuentan en el hecho de que el precio promedio anual sea, efectivamente, creciente, y también lo sea el ingreso petrolero mexicano. En este caso, cuenta también un aumento, aunque relativamente moderado, en el volumen de petróleo exportado, en la cantidad de barriles enviados al exterior.
Tampoco debemos esperar milagros de esto. Las exportaciones petroleras mexicanas representan aproximadamente una quinta parte de las exportaciones totales. Si su monto aumenta, que no es poco, en un 20 por ciento, su efecto en las exportaciones totales sería del 4 ó 5 por ciento nada más. Qué bueno, pero hay que verlo con objetividad. Aún los precios de ahora, los mayores en cuatro años, no llegan, en términos reales, ni a la mitad del precio promedio anual de algunos momentos del llamado ``auge petrolero'', cuando las exportaciones petroleras mexicanas representaban hasta tres cuartas partes del total.
El grueso del aumento en el precio no va a Pemex sino al fisco, será recaudado por Hacienda, y ahí sí puede contar más el ingreso adicional. Lo que quede en Pemex debería usarse para activar la inversión y, dado que no es tanto como para nuevas obras, sí dedicarlo a mejorar el mantenimiento y la seguridad en las instalaciones, a la vista de accidentes que han ocurrido y que llaman la atención sobre la importancia de prevenir otros nuevos.