La Jornada Semanal, 15 de septiembre de 1996
Mitad y mitad. Después de todo, "tranquila" se deriva de "trancazos", o no? Además, a estas alturas, hablar de la corrupción del gremio ya resulta tan ocioso como hablar de la corrupción de la clase gobernante...
Vadillo, Abel Quezada y tú empezaron a abrir espacios en la prensa a la caricatura crítica, en una época en que la caricatura que aparecía en los periódicos era muy light, demasiado apolítica.
Yo le echo la culpa a Quezada. Él fue realmente quien rompió con esa tradición del cartón mexicano, copia del cartón gringo, lleno de simbologías del siglo pasado y con letreros por todas partes. Además, la mayoría de los cartones que se publicaban en los pocos periódicos que había, trataban temas internacionales. Quezada empezó a chotear ese tipo de cartones poniéndoles letreros de burla a todos los personajes. Además, empezó a ridiculizar a las personalidades de nuestra vida política. Recuerdo alborozado un cartón donde ridiculizaba con mucho humor al Arzobispo de México, monseñor Luis María Martínez. Eso era inconcebible en la prensa mexicana. Por si fuera poco, sus cartones estaban muy mal dibujados, si los comparábamos con el dibujo formal y anatómico que se estilaba en esa época.
Me imagino que no fue fácil publicar ese tipo de cartones, cuando los periódicos estaban copados por los ya consagrados (Cabral, Arias Bernal, Audiffred o Freyre), que además no eran políticamente nada agresivos y sí muy conservadores. Por qué escogiste ese difícil camino? Por la influencia de Quezada?
Más que Quezada, lo que nos influyó a Vadillo y a mí fue la Revolución cubana. Porque hasta 1960 nunca se había publicado en la gran prensa mexicana una caricatura que pudiera considerarse "de izquierda", de apoyo a las ideas socialistas. Toda la caricatura mexicana era ferozmente anticomunista, aunque los autores no tenían la menor idea de lo que era el comunismo. Fa-Cha, por ejemplo, gran cuate y paisano mío, me confesó que él no sabía nada de comunismo. Claro, no necesitaba defender su trabajo como lo tuvimos que hacerlo nosotros, que para eso hemos tenido que "estudiar y tal", como dicen los gallegos. En ese tiempo, no se concebía que un monero fuera culto o leyera libros. El caricaturista era un bohemio y hacía los cartones que le pedía su periódico. Para qué meterse en líos? Por otra parte, no había dónde publicar cartones "de izquierda". Como no había forma de publicar en los periódicos, en 1960 decidimos abrir una tribuna en Siempre!, que era la revista más leída e influyente de México, con los mejores periodistas y escritores del mundo. Y creo que nos admitieron a Vadillo y a mí porque hicimos un tipo de cartón diferente a todo lo acostumbrado en la prensa mexicana, una página (y después dos, una cada uno) que tuvo un éxito increíble.
Tuviste influencia del Taller de la Gráfica Popular, o del periodismo crítico de principios de siglo?
Cuando supe de su existencia, el Taller estaba ya en franca decadencia; en realidad, ellos manejaron poco la caricatura, aunque cuando lo hicieron, lo hicieron estupendamente.
Hay gente que critica esta forma muy tuya de hacer caricatura, en la que planteas y discutes temas en una forma muy didáctica y expositiva. Crees que aún tiene vigencia ese tipo de cartones?
Sí. La idea de hacer ese tipo de cartón, que yo llamaría "informativo" más que didáctico, tiene que ver con la influencia de Quezada, que manejó siempre más el texto que el dibujo. Era fácil darse cuenta de que ese tipo de cartones tenía muchos más lectores y éxito que el cartoncito tradicional. Cuando empecé a hacer monos, me di cuenta de que muchos de los temas que yo quería tratar eran incomprensibles para el lector común y corriente, porque el nivel de educación política era bajísimo, mucho más que el de ahora. Entonces traté de hacer cartones dirigidos, antes que a atacar a los poderosos, como era lo usual en ese tiempo (aunque en forma un tanto abstracta y simbólica), a que el lector se fuera politizando. No trato de hacer menos al cartón tradicional, que critica al funcionario lo más ferozmente posible, pero siento que es menos efectivo, tomando en cuenta que el cinismo de los funcionarios en México ha llegado a extremos inimaginables. De Zedillo para abajo, no les importa si los atacas o no los atacas o cómo los atacas. En ese aspecto, siento que ya no se puede lograr casi nada. En cambio, el cartón dirigido a politizar al lector más que a ridiculizar al funcionario da mejores resultados. Por eso pasé del cartón editorial a la tira cómica y de ahí a la historieta, y acabé haciendo libros de 150 páginas. Es una forma de lograr una comunicación más directa con el lector y, sobre todo, más participativa. Ahora bien, si no hay humor, el trabajo se vuelve panfletario y pierde efectividad...
Algunos critican ese tipo de trabajo con el argumento de que tratas al lector como menor de edad, y que a estas alturas la gente ya está suficientemente preparada.
Sí, he oído esa crítica de algunos que tienen problemas para llegarle al público, sobre todo de intelectuales. La gente nunca está suficientemente informada y preparada. Muchas personas se han politizado con ese estilo de trabajo, sobre todo con los libros y las historietas, que si a veces no son tan cómicas como uno quisiera los temas no siempre te dejan echar tanto relajo, en cambio te dan toda una información que de otra manera no tendrías. "Finalmentemadremente", ese tipo de humor gráfico es el que me sale mejor y el que más me gusta. Yo quisiera hacer cartones tan padres como Helio o Naranjo o Helguera (o sea tú), pero soy incapaz...
Pero, tú no pretendes convencer al lector?
Uta, sería un éxito... No, lo que trato de hacer es presentarle una serie de argumentos e informaciones que lo hagan reflexionar. La caricatura que trata de imponer una ideología no es buena, pero si tú estás dando argumentos a favor de esa ideología para que el lector los discuta y analice críticamente, y saque sus propias conclusiones, entonces no hay problema. Hay una diferencia entre esto y la propaganda.
Pero, en qué género te sientes mejor?
Yo me siento bien en cualquier género, pero el que más me gusta es la historieta. Siento que la mayoría de los cartones que hice en Proceso, por ejemplo, eran buenos, pero no obtuvieron la misma aceptación que los libros o las historietas. Todo depende del medio en el tengas que hacer tu trabajo: no es lo mismo hacer cartones para el órgano informativo del Partido Comunista que hacerlos para Proceso o El Chamuco.
En el género de la historieta, después de lo tuyo, la siguiente novedad es el trabajo de Jis y Trino, tan conocidos como polémicos. La gente los adora o los odia a muerte. Cuál es tu opinión de su trabajo?
Curiosamente, yo fui el descubridor de Jis y Trino cuando todavía ni les salía el bigote...
Ni pelos en la mano...
Ni en la lengua, ni en ningún lado. Tenían como 14 años y trabajaban con Betini. Formaban la trinca infernale de tapatíos. A mí me gusta muchísimo el trabajo de estos jalisquillos, aunque a veces reconozco que se les pasa un poco la mano y acaban en el mal gusto se los he dicho en su cara, que conste. Su trabajo es importantísimo en la lucha por la libertad de expresión; sus monos han abierto unas ventanas enormes en la caricatura, imponiendo un lenguaje que no se había intentado en México. No tienen por qué estar ausentes de los medios de comunicación lenguajes y comportamientos que tenemos todos en la vida privada y en los centros de trabajo. Quién no dice "malas palabras"? Además, lo saben hacer con gracia, con humor. Si los comparamos con sus pares en El Jueves de España o el Harikiri de Francia, Jis y Trino se los llevan de calle. Es natural que a mucha gente no le guste su trabajo...
De hecho, podría parecer que está pensado para eso...
Sí, es un trabajo provocador, y a muchos eso les cae de la patada, porque les dice indirectamente que no sean hipócritas. A mí me encanta su humor, aunque ya no estoy tan joven como la mayoría de sus admiradores...
En el gremio hay quienes intentan descalificar tu trabajo porque, dicen, manejas ideas que se parecen demasiado a las de algún partido político.
A lo mejor se enojan porque ellos no tienen ideas que reflejar en su trabajo y se concretan a hacer propaganda para un partido que tampoco tiene ideas. Eso sí es peligroso: usar la caricatura para hacer propaganda. Si tú has hecho trabajos de propaganda política para sindicatos o partidos políticos, sabrás lo difícil que es realizarlos sin que se note que te los están encargando (y no digo "pagando" porque esas chambas no las cobro). Yo pienso que es lo más difícil de hacer y trato de no hacerlo muy seguido. El otro riesgo es que se te pegue el desprestigio del partido político. Yo milité algunos años en el Partido Comunista, y parte de la militancia era hacer propaganda. Actualmente ya no existen los criterios que se manejaban en el Partido Comunista. Yo hice historieta a pesar de las opiniones que había en el Partido, porque ahí estaba totalmente satanizada la historieta (la acusaban de ser un órgano de propaganda imperialista), pero mis argumentos eran que todo eso se podía voltear y utilizarse bien.
En lo ideológico, en lo político, aparte claro de Carlitos Marx, me ayudaron mucho a definirme gente como Renato Leduc, José Mancisidor, José Revueltas, Magdalena Mondragón y otros periodistas comprometidos con las causas populares. Creo que en el terreno del periodismo crítico, Leduc y Quezada fueron mis maestros.
Dónde empiezas a hacer cartón político?
Yo empecé a hacer monos, babosísimos por cierto, en el Ja-já.
Había uno muy bueno en donde aparece un tipo tirándose de un puente con un yunque amarrado al cuello, mientras que un pescado sale del agua con un globo amarrado al cuello.
Era un tipo de humor que quería parecerse a lo que llegaba de Francia, de Chaval, Bosc, André François, Sempé o el mismo Steinberg. Era un humor intelectual, mudo, por eso llamaban al Ja-já la revista del "piense y sonría". Al año y medio, me enteré que Abel había dejado el Ovaciones. Y se me hizo fácil irlo a ver para que me recomendara y tomar su espacio para hacer cartón político. Yo no lo conocía, pero aún así vio mi trabajo con mucha atención y me hizo una carta de recomendación para Fernando González Díaz Lombardo, que era el dueño del periódico. Quezada era muy sencillo y accesible, no como otros de los monstruos que se creían la divina garza envuelta en huevo y te veían como un pinche escuincle latoso que iba a quitarles el tiempo. Ya con la carta, fui al periódico y don Fernando me pidió inmediatamente un cartón para el día siguiente. Lo hice a duras penas mi ignorancia política era enciclopédica y así cumplí mi sueño de publicar en un periódico. Duré como dos años, durante los cuales me rechazaron más cartones de los que me publicaron, con el agravante de que si no aparecía el cartón, no te lo pagaban.
El trabajo del caricaturista es muy solitario, pero cuando se consigue trabajar en equipo se potencia mucho y se aprende mucho, no crees?
Depende con quién trabajes. A mí me cuesta hacerlo así, porque finalmente terminas haciendo tu chamba en tu casa. Un buen equipo facilita mucho la planeación del trabajo, pero tu trabajo personal lo acabas haciendo solo, como debe ser. Es una labor muy solitaria, pero así son todos los trabajos de creación: tú y tu musa. Lo que sí creo es que no hay que pasarse la vida en esa soledad, como Carreño, que no salía de su casa ni a comprar cigarros. Creo que necesitamos darnos baños de pueblo lo más seguido posible, viajar a la provincia, enterarnos en vivo y en directo del descontento o las inquietudes de la gente, viajar en metro, frecuentar los lugares públicos...
Cuando trabajas en periódico, discutes tus cartones en la redacción?
No, porque me tocó una época en que los directores no eran periodistas, con sus excepciones, claro. No podías discutir tu trabajo con los directores: eran unos patanes, interesados únicamente en los ingresos, que te veían como un enemigo que podía echarles abajo varias planas de publicidad o darle al periódico la imagen de rojillos que no querían tener. Entonces yo prefería, casi siempre, dejarles dos o tres cartones para que escogieran el más publicable.
Ni con Pagés se podía discutir?
Uh, era con el que menos se podía discutir. Era muy autoritario y llegaba al extremo de mentarnos la madre, rompernos los cartones y echarlos a la basura. Vadillo y yo acabamos por hacer medio kilo de cartones y dejárselos a Pagés para que escogiera tres, y a veces ni así lográbamos que nos publicara algo. Era muy celoso de sus ingresos publicitarios, que eran gubernamentales en un ochenta por ciento.
Y con Buendía?
Que me perdonen sus admiradores, pero Manuel Buendía era también un poco autoritario y a veces se le pasaba la mano. Era su papel como Director. Pero cuando trabajé con él en equipo, haciendo un suplemento dominical junto con Fausto Zapata Loredo y otros cuates, más o menos se podía uno entender con él.
Y con Scherer?
No, don Julio es otra clase de gente. Con él siempre hubo muy buena comunicación y la posibilidad de discutir si un cartón le parecía "fuerte". Con Naranjo ha mostrado un respeto casi absoluto a su trabajo. Por mi parte, sólo recuerdo dos cartones que no quiso publicar, y me lo avisó: uno contra Fidel Castro y otro contra De la Madrid, en el que ligaba al poder con el narcotráfico. Ahorita se podría publicar tranquilamente.
Ahora se vería sospechoso no hacerlo...