Hemos expresado otras veces la necesidad del enriquecimiento programático de la izquierda. Por eso resulta fundamental --en momentos de tanta confusión y contradicciones-- el documento que publicó hace unos días el PRD, que en efecto recoge sintéticamente las exigencias básicas de la nación en este tiempo. Y no sólo para este tiempo sino, como afirma el documento, ``hacia el siglo XXI''.
No es una glosa la que nos interesa, sino poner de relieve algunos elementos esenciales de esos ``nuevos sentimientos de la Nación''. Diría que el hilo rojo del documento subraya el necesario vínculo entre el poder y la sociedad, para que de verdad aquél sea legítimo. La crítica a la evolución real de nuestra política última --que abarca decenios-- es la del divorcio entre poder y sociedad, la de la separación abismal entre pueblo y gobierno, entre gobernados y gobernantes.
Más allá de los análisis de ocasión, éste es el núcleo de la crisis que vivimos: los intereses del poder político y de los poderes económicos siguiendo su propia lógica, profundamente contradictoria con los intereses, necesidades, carencias insatisfechas de la gran mayoría de mexicanos.
De este núcleo analítico se desprende un importante número de corolarios: la necesidad del efectivo control ciudadano sobre las acciones del gobierno, la responsabilidad concreta de los funcionarios ante la representación popular, las posibilidades de una mayor iniciativa ciudadana en materia legislativa y por lo que hace a decisiones de carácter político fundamental, que afectan a la colectividad entera. Por supuesto, la plena vigencia del Estado de derecho, la independencia de los poderes Judicial y Legislativo respecto al Ejecutivo, la valoración de lo regional como fundamento genuino de la organización federal, constituyen, con variantes y agregados, capítulo fundamental de estos ``nuevos sentimientos de la Nación''.
El control de la nación sobre sus recursos básicos y una línea económica que privilegie la producción, la creación de empleos y el incremento de los salarios componen también elementos sustantivos de este documento.
En el momento en que el PRI prepara su asamblea general, el documento del PRD le pone varios cascabeles al gato. La presión de los dinosaurios está volcada evidentemente a evitar cualquier modificación ``aperturista'' de ese partido, es decir, en definitiva, no solamente a mantener el statu quo del poder, sino a reforzarlo en un sentido regresivo: el poder pertenece a quienes ya lo tienen (es su ``derecho natural'') y resulta inadmisible ``compartirlo'', someterlo a control, rendir cuentas ante esa masa amorfa de mexicanos que se autodenomina ``pueblo''. Apenas exagero, créanme los lectores: la profunda crisis del sistema tiene su raíz en esa separación insalvable, en ese corte y divorcio histórico, sin remedio, entre quienes actualmente ejercen el poder y la sociedad.
Ernesto Zedillo, en su discurso de ``unidad revolucionaria'' ante el PRI, olvidó que era el presidente de la República y volvió a sacar sus credenciales de militante. El desplante, por supuesto, ha desatado los entusiasmos del ala más envejecida de ese partido, de quienes ven en el futuro la simple confirmación de un poder que no se modifica ni se mueve, que ha de seguir idéntico a sí mismo como imperturbable garantía del estado de cosas actual. Pidió a los priístas que dirijan la mirada a Madero.
Pero yo me preguntaría: ¿Madero regresaría la mirada a este PRI? ¿Y qué cara pondría? Alguien dijo, con razón, que sería también fundamental que se volviera la mirada a Cárdenas. Pero también me pregunto: ¿con qué mirada vería Cárdenas a este PRI?
Oportunidad excepcional de ``los nuevos sentimientos de la Nación'' del PRD en un momento en que se refuerza la ``línea dura'' del régimen. Y no sólo la ``línea dura'', sino en que se multiplican los desaciertos políticos que envían la inequívoca señal de ese endurecimiento, como si en el país no hubiera ocurrido nada importante en los últimos tres años. ¿Por qué la inútil violencia escrita en contra del EZLN, en un momento en que a todos interesa continuar y culminar la negociación? ¿Por qué ese despliegue de violencia pública armada para la aprehensión del director de El Universal? ¿Por qué la destemplada violencia verbal del secretario de Gobernación en contra del diputado Adolfo Aguilar Zinser?
Ante tamaños dislates últimos de nuestra vida pública, sobre los que podría abundarse, el escrito programático del PRD hace el efecto de una bocanada de aire fresco y de esfuerzo consistente de racionalidad, de ejercicio de razón y de inteligencia política. De real propuesta de modernización del sistema político de un país que se debate todavía entre prácticas arcaicas y una maraña de intereses inconfesables que se han apoderado de la sociedad mexicana.
Esos ``nuevos sentimientos de la Nación'' que ha formulado el PRD --haciendo apropiado eco a los de Morelos en su tiempo-- significan renovación para nuestra Política (con mayúscula), y nos traen también vientos de liberación respecto a los intereses que nos humillan y someten. Ojalá la ciudadanía los valore y asuma en todo su alcance.