La Jornada 18 de septiembre de 1996

La comparecencia se tornó pugna prelectoral PRI-AN

Alonso Urrutia y Víctor Ballinas A un lado quedaron los protocolos de la relación entre poderes. Despojados de formalismos republicanos, la comparecencia de Oscar Espinosa Villarreal se convirtió en arena de la disputa electoral, presagio de la lucha abierta entre el PRI y el PAN en 1997.

Esta vez no hubo condescendencia panista. Ni diplomacia gubernamental. El regente devolvió golpe tras golpe a un panismo que exhibió un discurso inusualmente radical, revanchista, definieron algunos priístas.

Su dirigente, Gonzalo Altamirano Dimas, arremetió contra la figura del jefe del Departamento del Distrito Federal: ``Durante su gobierno se ha dedicado a ejercer la política, no a sacar a la ciudad de la crisis que vive, sino a garantizar que su partido mantenga el monopolio del poder''.

Uno a uno, el panista fue desgranando los conflictos de la urbe. Sin tregua dibujó una visión apocalíptica del régimen de Espinosa Villarreal, a quien le impugnó su gestión militante y su ``intolerancia'' a la oposición.

``Hoy en día no podemos hablar del nuevo arreglo social que plantea cuando la política del gobierno ha sido anteponer la fuerza de las macanas a la fuerza del diálogo, la razón y el Estado de derecho... La violencia física, que para muchos representa la ley Espinosa, para otros ha representado ser víctimas de calumnias, de violencia verbal por el simple hecho de ser oposición política y porque sabe (el regente) que su partido puede perder las elecciones de 1997''.

Inquieto en su curul, sonrojado por el embate del panismo, Espinosa no cesaba de apuntar todas las imputaciones de Altamirano Dimas para preparar su respuesta, en la que no dejó pasar una sola.

De entrada justificó, a partir de la ley, su militancia: ``En ningún lado prohíbe que los funcionarios gubernamentales militen en su partido. Ni me lo prohíbe a mí, ni se lo prohíbe, por cierto, a los gobernadores y presidentes municipales de su partido (el PAN) que tienen una activa participación en política''.

Su exhortación a que ``me abstenga de militar y participar en un partido político resulta absurda'' porque en el país prácticamente todos los gobernantes son impulsados por los partidos, postura por lo demás defendida por el PAN, respondió a Altamirano Dimas.

Recurrente en reivindicar su militancia, criticó los argumentos del PAN: ``Para ustedes, sólo es uno priísta para las cosas que pueden atacar o criticar, pero uno no es priísta para los logros que uno puede argumentar en favor de un partido''.

Resabios del maridaje

Entre los pasillos, los funcionarios y hasta el general Enrique Salgado se unían al coro de palmas con que el priísmo festinaba las respuestas de Espinosa. Sólo la delegada panista Esperanza Gómez Montt se mantenía imperturbable, expresión de los resabios del maridaje de antaño.

Sumergido en sus pugnas intestinas, el PRD naufragó en la comparecencia, ahogado en su propio debate por la preminencia de los grupos en disputa.

Esta vez la crítica la llevó el PAN. Para Altamirano no hubo punto de reposo en su acre intervención: le habló de la prepotencia con que se trató al magisterio y a la disidencia sindical de los trabajadores de salud; acusó de pretender amordazar a los medios de comunicación con el Reglamento de Protección Civil y le impugnó sus giras proselitistas y el privilegio que tienen las organizaciones priístas.

El panista le increpó el fracaso en materia de inseguridad pública, la cual definió como flagelo social alentado por políticas erráticas permeadas por la corrupción.``La ciudad de México es la más insegura y violenta del país'' y el problema se enfrenta sólo con una visión policiaca ajena al origen social de la delincuencia.

Altamirano descalificó el rumbo económico: las políticas neoliberales sólo han alentado el desempleo más elevado en el país; ha provocado mayor ambulantaje y prostitución. ``Ese es el resultado de la experiencia económica de la que ha hecho gala''.

En el mismo tono que su coordinador, Francisco José Paoli le increpó los ``insultantes aguinaldos'' y los ``francos retrocesos'' en programas prioritarios.

``Lo que ustedes pretenden --respondió Espinosa-- es exhibir a un mal gobierno de un mal partido. Para salir de la trampa es preciso señalar que la ley sólo permite contender para posiciones públicas a través de los partidos, y eso lo reivindica el PAN''.

Acusó al panismo de tener interpetaciones amañadas sobre el índice delictivo y el rumbo económico. ``Sí tenemos el desempleo más alto del país, pero también ha evolucionada de manera positiva y se ha reducido'', agregó. Luego lanzó una vorágine de cifras. Las cifras del gobierno, en duelo de intepretaciones con los números de la oposición.

Citó la reversión de las tasas del desempleo y refirió que los niveles de bienestar social son los más elevados del país; aludió a las inversiones económicas del gobierno para revertir el desempleo, y señaló que la recuperación económica no sólo es resultado de la acción gubernamental.

Sobre la inseguridad, afirmó que el PAN hace una crítica parcial que omite la contención de los índices delictivos, ``que siguen muy altos y que debemos combatir'', pero se ha iniciado el proceso para revertirlos.

--No se irrite ni personalice sus respuestas --le increpó el panista Víctor Orduña--. A nosotros no nos preocupa su militancia, qué bueno que la tenga y no la oculte. Nos preocupa que no haya un sano equilibrio entre militancia y obras públicas.

--No me enojo, es más bien a la inversa. Soy el primero en criticar la hipersensibilidd a la hora de debatir'', repuso Espinosa en su respuesta final al panismo.

El priísta Amado Treviño terciaría casi al final en el debate sostenido con el PAN: En la pluralidad de la ciudad hay divergencias que se acrecentan en tiempos difíciles como los que hoy vivimos, pero no podemos sucumbir a la descalificación dogmática que divide, que niega por sistema condenando todo intento serio de solucionar problemas''.

Entre mutuas recriminaciones entre el PAN y el PRI transcurrió una larga comparecencia. Son los signos de los tiempos electorales que se avecinan.