La sociedad civil, única fuerza capaz de salvar al país
Comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
México, 19 de septiembre de 1996.
Al pueblo de México;
A los pueblos y gobiernos del mundo;
Hermanos:
El día de hoy, 19 de septiembre de 1996, se cumplen 11 años de la emergencia de una nueva fuerza política y social, producto de la incapacidad gubernamental para afrontar los problemas del temblor que sacudió la capital del país; esta nueva fuerza demostró que puede responder a la destrucción con la creatividad, al caos con organización, a la muerte con vida.
Mientras el gobierno titubeaba entre las declaraciones mentirosas y el robo de la ayuda humanitaria, la sociedad civil se organizaba a sí misma para revivir y reconstruir una ciudad que de pronto, en medio del dolor, se recordaba a sí misma que nada es sin quienes la pueblan.
Miles de ciudadanos se movilizaron sin más motor que un sentimiento de colectividad que suponían sepultado por el terremoto de la modernización neoliberal. De entre los escombros, la destrucción y la muerte, estos mexicanos rescataron la vergüenza y la dignidad.
Miles de mexicanos, hace 11 años, no inventaron su fuerza, la recordaron y la pusieron a caminar. Descubrieron, y el país con ellos, que se puede participar directamente en la solución de problemas que los gobernantes evaden.
No hay monumentos históricos ni homenajes gubernamentales para todos estos hombres y mujeres que expropiaron lo heróico de su inalcanzable lugar y lo vivieron y murieron sin alardes y sin condiciones, ni siquiera tomaron rostro o nombre.
El heroísmo anónimo y sin rostro que iluminó el septiembre de 1985 fue la respuesta a los grises hombres que en el poder maquinaban la venta de la dignidad y el olvido de la historia.
Primera respuesta espontánea ante la catástrofe, la fuerza que emergió hace 11 años siguió su andar y, en muchos casos, se hizo organización ciudadana. El auto-descubrimiento del septiembre de 1985 no fue suficiente y fue necesario cuidar y cultivar esa fuerza, organizarla.
La fuerza civil de hace 11 años se organizó y se convirtió, poco a poco, en ejemplo de que se puede participar en la política sin aspirar a cargos públicos, de que se puede estar organizado políticamente sin que esto implique estar en un partido político. De que se puede vigilar al gobierno y presionarlo para que ``mande obedeciendo'', de que se puede ser eficiente y discreto, voluntario y desinteresado, noble y honesto. Nacieron así organizaciones, como ya hay muchas, que sirven a los ciudadanos y cuyos integrantes sólo reciben como recompensa la satisfacción del deber cumplido y el reconocimiento nacional e internacional a su trabajo.
Hoy, 11 años después, las fuerzas políticas con más autoridad moral, legitimidad y eficiencia, no son los partidos políticos ni los gobiernos. Las organizaciones ciudadanas en el México de hoy son las únicas que tienen credibilidad.
Esta nueva fuerza, la sociedad civil que tanto incomoda a los gobernantes, que tanto desprecian dirigentes políticos e intelectuales, es hoy la esperanza de que es posible reconstruir el país, a pesar de la destrucción que el proyecto neoliberal ha hecho en la nación mexicana.
Mientras ellos, los que en el poder se atropellan, administran la violencia y la muerte militarizando la vida mexicana mediante un golpe de Estado que no por ser paulatino es menos autoritario.
Mientras ellos, los que en el poder se ensordecen, distribuyen monólogos en mesas inútiles y hacen valer, como argumentos únicos, la soberbia y la prepotencia.
Mientras ellos, los que en el poder se esconden, expropian la libertad de disidentes e inconformes y obsequian impunidad a los verdaderos criminales, los que ayer y hoy fueron y son gobierno.
Mientras ellos, los que en el poder se enriquecen, decretan la muerte de la historia de una nación y sentencian a la pobreza a millones de mexicanos con el neoliberalismo.
Mientras ellos, los que en el poder se encierran, excluyen del diálogo y el quehacer histórico a los únicos que pueden darle dignidad y vergüenza, y persiguen y hostigan a todo aquel que no se haga eco del mensaje poderoso de las fuerzas de la ley y la muerte, y desprecian a aquellos que en lugar de enfrentamiento promueven el acuerdo dialogado.
Dos proyectos de nación, dos países, dos Méxicos se enfrentan hoy.
Por un lado la nación de ellos, el país de ellos, el México de ellos. El proyecto de país que el poder enarbola con las manos ensangrentadas, y con la ley y la legitimidad manchadas por la corrupción y el crimen. El proyecto de nación que significa destrucción, miseria y muerte, guerra en todas partes y a todos los niveles. El argumento único de la fuerza en el monólogo que el poder realiza frente al espejo y la arbitrariedad consagrada como ``Estado de derecho''. La soberanía malbaratada. El México del poder, el México que agoniza.
Por otro lado la nación de las organizaciones ciudadanas, el país de la sociedad civil, el México de los mexicanos. El proyecto de país que lleva la bandera de la democracia, la libertad y la justicia. El proyecto de nación que significa su reconstrucción, justicia y vida, paz en todo y para todos. El diálogo como camino que se hace a sí mismo y del que nacen las esperanzas, con la razón y el corazón como motores. La soberanía expropiada, pero ahora para el pueblo mexicano. El México de los ciudadanos, el México que revive.
Dos países que luchan entre sí para conseguir un lugar en el futuro.
El uno, el del poder, luchando con la fuerza.
El otro, el de la sociedad, luchando con la razón y el sentimiento.
El uno, el del poder, por la guerra.
El otro, el de la sociedad, por la paz.
A nosotros, a los zapatistas, se nos criticó ayer que pretendiéramos dialogar con la sociedad civil, que nos dirigiéramos a ella en nuestras iniciativas. Hoy se nos critica que, en lugar de acudir al apoyo de las organizaciones políticas, armadas y no armadas, reiteremos nuestra confianza en la sociedad civil. Nos dicen que es una mala apuesta, nos dicen que vamos a perder, nos sentencian a la derrota. Nos aconsejan que a la sociedad civil no se le habla ni se le escucha, sino que se le dirige.
La posibilidad de una nueva patria apareció de entre los escombros de una ciudad que siempre, hasta ese momento, se presentó como sinónimo de egoísmo e inhumanidad. Desde entonces esa patria nueva camina de la mano de gente como ésa de septiembre de 1985. Gente, hombres y mujeres, niños y ancianos. Gente con cualquier rostro, es decir, sin rostro alguno. Gente con cualquier nombre, es decir, sin nombre definido. Gente en el campo y en la ciudad. Gente obrera y campesina, gente indígena y mestiza, gente maestra y estudiante, gente ama de casa y colono, gente artista e intelectual, gente religiosa y laica, gente profesional y desempleada, gente como cualquier gente pero no como cualquiera.
La sociedad civil, el concepto incómodo y la realidad molesta. Los olvidados de siempre, menos a la hora de los procesos electorales. Los prescindibles, menos a la hora de exigirles el cumplimiento de obligaciones. Los excluidos, menos a la hora de imponerles tributos. Los despreciados, menos a la hora de la muerte.
La sociedad civil y su proyecto de país, ahora ya no sólo una intuición, sino una posibilidad, enfrentada al poder y su proyecto de destrucción.
Mientras el poder militariza la desesperanza que ya es guerra civil en las tierras mexicanas, la sociedad civil exige detener la guerra y dar marcha atrás en la militarización del país.
Mientras el poder monologa, la sociedad civil demanda un diálogo nacional eficaz e incluyente.
Mientras el poder encarcela opositores y deja libres a criminales, la sociedad civil cuestiona la impunidad del poderoso y la cárcel de los presos políticos.
Mientras el poder impone brutalmente un modelo económico asesino, la sociedad civil se manifiesta por una nueva política económica.
Mientras el poder ``achica'' mediaciones, se burla de legisladores, ataca liderazgos intelectuales y persigue honestidades, la sociedad civil trabaja para construir una comisión de intermediación y concordia para toda la nación.
Mientras el poder destruye, la sociedad civil construye. Mientras el poder hace la guerra, la sociedad civil busca la paz. Mientras el poder mata, la sociedad civil vive.
Los partidos y organizaciones políticas, armados y no armados, legales e ilegales, abiertos y clandestinos, regionales y nacionales, tendrán que escoger, tarde o temprano, de entre estos dos proyectos de nación.
El EZLN ya escogió.
Que viva la patria de los mexicanos, la nueva.
Ya no la patria acartonada de desfiles militares ostentosos e inútiles que ni siquiera espantan a quienes debieran darse por aludidos. Ya no la patria difusa de grises discursos de funcionarios grises. Ya no la patria en venta de ocasión en el supermercado neoliberal. Ya no la patria muerta en libros y museos.
Que siempre mueran el poder y su guerra.
Que vivan siempre los hombres y mujeres de la sociedad civil.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde las montañas del Sureste Mexicano
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente Marcos