La Jornada 20 de septiembre de 1996

Se mezclaron las demandas de vivienda digna con el rechazo al neoliberalismo y la militarización

Hermann Bellinghausen Once años después, el nuevo terremoto es la militarización del país. Ahora, el terremoto no ocurre en pocos minutos, progresa lentamente, y posee escala nacional. Las marchas que hoy culminaron en el Zócalo diversas organizaciones fueron por la paz, un mensaje de ``espérense tantito''. Marchan familias, niños incluidos, por la avenida Juárez, y el cielo, que quiere llover, se cimbra por los helicópteros de la vigilancia. Aquí también es la selva.

Un hombre en su faena empuja por Madero su diablito, en sentido opuesto a los manifestantes que esta tarde se dirigen a la Plaza de la Constitución. Grita:

--!Eso échenle ganas, porque está pelón!

El ambiente de la movilización no es homogéneo. Es curioso que siendo las mismas demandas y compartiendo las organizaciones una zona significativa del tejido popular urbano, hayan efectuado una diferenciada sucesión de marchas. Incluso hubo un adelanto de horario por parte de las organizaciones en torno del FAC-MLN, para ganar el estrado primero, y como quien dice ganar las primeras filas y los primeros micrófonos del acto. Ellos salieron, como más tarde el FZLN de la Plaza de las Tres Culturas.

El PRD del Distrito Federal, que hoy es sinónimo de las principales organizaciones que surgieron de los sismos de 1985, marcha desde el Angel de la Independencia, es decir, otra ruta, para llegar al mismo punto; conforman la marcha más silenciosa. Caminaron apriesa. También son la marcha más numerosa. Van platicando entre ellos, y sólo al llegar a Madero los de Xochimilco corean que el pueblo ``se cansa de tanta pinche transa'' y consiguen propagar el grito de ``Zedillito, Zedillito'', con elocuente irritación.

La manifestación es un poco festiva. Sólo un poco. Algo de pantamima, con un émulo de Fidel Velázquez y una par de monigotes encarnando la pareja presidencial camina por el Eje Lázaro Cárdenas detrás de una camioneta donde se lee: ``Los niños exigimos por derecho paz y armonía'', y el grito renovado de ``presos políticos, libertad''. Renovado por las circunstancias: ahora la condición de preso político prolifera en los penales del país, para que no estrañemos a Díaz Ordaz, se han puesto de moda los delitos de sedición y terrorismo.

La concentración del Zócalo es importante. Unos participantes esperaban menos asistencia. Otros esperaban más. Pero hay un talante general que resume Javier Elorriaga en su discurso, en el momento culminante de un aniversario del terremoto que enfrenta al terremoto moderno de la guerra:

--Aprendimos que al pueblo no lo callan.

Como dijo Ricardo González, del FAC-MLN, minutos antes, en estos días ``la lucha por diferentes medios'' prolifera en el país, y ``las organizaciones sociales somos la garantía de que estas luchas representan las aspiraciones de la mayoría''.

Antes de leer el comunicado del CCRI zapatista llegado para el acto, Elorriaga, quien habla a hombre del FZLN, se pronuncia por ``construir una paz nacional'', lo cual hace necesario ``un diálogo verdadero contra la militarización del país''.

Militarización evidente hoy mismo, aquí mismo, aunque se vista de civil. Todo el perimetro de la gran plaza es vigilado por elementos jovenes del Estado Mayor Presidencial, de traje y corbata, pero sin ocultar su actitud militar.

No acaba de concluir el acto y ya las huestes del regente Espinosa barren literalmente a la gente de la plaza, con altanería y prepotencia. No hay metáfora: una gran barredora mecánica embiste a la gente, mientras su conductor insulta a los mortales de allá abajo, ``quítate güey que te voy a barrer''. A la vez, un batallón de barrenderos color naranja echa sus escobas con vigor. Pura cortesía de las corteses autoridades capitalinas.

Pero el PRD, el FZLN, el FAC-MLN, las organizaciones de vecinos y los simples ciudadanos (bueno, todos son simples ciudadanos) no se dejan barrer. Dicen que van a resistir. Parece un nuevo comienzo. Los derrumbes son otros. Duran más. Toma más tiempo escombrar. De hecho, la barredora mecánica es parte del derrumbe: es un síntoma lamentable.

Una mujer, ya grande, dice a sus nietas:

``Hay que empujar y empujar para adelante. No tenemos otra dirección ahora. Esos no nos van a atropellar así nomas''.